Maríam Suárez termina de publicar un libro realmente asombroso. Cuenta esta señora singular – una muchacha, por su juventud-, su experiencia, su lucha contra el cáncer. Pocas veces un libro me ha impresionado tanto. En este libro, Maríam, además de su experiencia personal, obtiene el bello resultado en aquello que soñaba, contagiar al lector de sus mismas emociones, al tiempo que rinde gratitud a todos los que, como ella, han tenido que vivir una situación tan dramática.

   Maríam ha contado la historia no por ser quien es, sino por vivir cuanto he vivido. Casi 10 años de angustias dan para mucho, es cierto, máxime si en este tiempo se te ha quedado – como es su caso- el cuerpo lacerado por el bisturí, y el alma por tanta incertidumbre.

   A lo largo de estas páginas de este libro, Maríam, logra que el lector llore, ría sienta y, ante todo que ame. Amar, ante todo. Tras leer este libro el ejercicio del amor será una constante entre todos los lectores de esta obra conmovedora. Tras su titánica lucha, Maríam confiesa haber encontrado la mano de Dios a su lado.

   En su caso, debe ser espeluznante cuando en la primera revisión, a Maríam le dieron 15 días de vida, a lo sumo, un mes. Todo ello, hasta el punto de ni siquiera prohibirle el tabaco, su placer preferido. Total, como dijeron los médicos: “Para lo que le queda, que siga fumando”.

   Ella no quería morir y, con toda seguridad, le salvó su fe divina y su luchar por seguir en el mundo de los vivos. El calvario que se le presentaba era dramático. Posiblemente, estos enfermos, igual les salva y les anima su propia incertidumbre. Pienso que, de saber toda la verdad y conocer el calvario particular, más de uno se dejaría morir.

  Maríam, con un valor fuera de lo común, con una fortaleza propia de los elegidos, narra sus vivencias con la convicción de servir de bálsamo, a quienes como ella, se encuentran en semejante lucha... Ella, como se confiesa, es uno más de los que el destino le puso un camino de repleto de espinas y que había que cruzarlo con amor.

   No es este un libro comercial, es una historia real, conmovedora, de las que enriquecen al ser humano, de forma concreta, a todos los seres sensibles y buenos de este planeta. Cada día, al levantarnos, sería conveniente leer un capítulo de este libro. Si esto fuera posible lograríamos amar y ser amados; valorar la vida y todo lo bello que la conforma con una pasión desmedida.

   Maríam quiso vivir estando sentenciada a muerte. Si ella logró sobrevivir aboliendo su propia sentencia, nosotros, afortunados lectores, que le hemos leído con salud, deberíamos de darle gracias a Dios por las bendiciones que recibimos a diario.

   El calvario de Maríam es inimaginable. Contarlo en cuatro folios sería una tarea baladí. Me he quedado con su espíritu, con su talento, con su lucha, con su fe, con su tenacidad y, ante todo, por el amor que ha sentido por los suyos, recibiendo, a la recíproca, todo el cariño posible. Cuando dice que le salvó la mano de Dios, en ese instante, el cenit de la historia, logra que todo el mundo se conmueva. Quiero pensar que, los no creyentes, al leer este libro, igual encuentran una razón para buscar a Dios. Sin pretenderlo, igual Maríam ha logrado este bello objetivo, como es el darle luz a los que viven en tinieblas.

   Si a este libro hubiera que darle un calificativo, diríamos que estamos ante una obra totalmente conmovedora. No en vano, lo confieso, Maríam ha conmovido a todo el mundo: a los enfermos por aquello de buscar una esperanza, y a los que tenemos salud, por enseñarnos, con esta lección tan bella, a saber darle gracias a Dios por contemplar la belleza de este mundo con una sonrisa en los labios.

   Dios quiera que, Maríam, una vez curada y tocada por la varita mágica, teniendo, como ha demostrado, el don de la facilidad para escribir, nos vaya obsequiando con esos otros libros que, a buen seguro tiene guardados en su corazón.

   Ahora, en nombre de todos los afortunados con la salud, quiero decirle a tan entrañable dama, seguramente, la misma frase que le dedicarían todos los enfermos como ella, y que, con su libro han logrado ver y tener un halo de esperanza. Maríam merece una sola palabra que encierra toda la gratitud posible. ¡¡ Gracias¡¡

     Que Dios te siga bendiciendo.