Ya es tradicional ver los toros en Madrid con un ambiente gélido y desapacible; frío, lluvia y viento, enemigos naturales de esta gran fiesta, se sumaron en las Ventas al desastre casi continuo. Con semejante ambiente, anhelar el triunfo, es poco más que imposible. Para colmo, los toros de Baltasar Iban, dejaron mucho que desear. Les han puesto mucha “caja” y han perdido la bravura de antaño. Es terrible pensar que, estos toros, como ocurriera con otras ganaderías, durante muchos años, eran los preferidos de los toreros de fuste; y tenían sus razones: se trataba de un toro fibroso, con menos de quinientos kilos pero, de una emotividad que asustaban. Tenían, justamente, lo que tiene que tener un toro de lidia; bravura y acometividad. Un toro de los que aludo, Bastoncito, le tocó a César Rincón en Madrid hace un puñadito de ferias y, de no ser por la grandeza de este diestro, hubiera corrido toda la tarde; pero triunfó: y lo hizo con un toro de las características a que aludo. Ahora, como se comprobó, todo ha cambiado; pero para mal. Las pruebas así lo demostraron. Y, lo peor del cambio es que, como pudimos comprobar, los “ibanes”, los tienen que lidiar los sin fortuna puesto que, las figuras saben que los toros no sirven para el éxito, por tanto, este es el peor fracaso de esta ganadería.
Gran suerte la de Esplá que, por motivos de la lesión que sufriera en Alicante, le dejó su puesto a Luís Miguel Encabo que, como vimos, poca gloria aportó; voluntad a raudales y, poco más. Toros mastodónicos que, ninguna gloria agregarán a su legendaria ganadería. Toros casi ilidiables que, a lo sumo, reclamaban lidiadores a la antigua usanza y, como siempre pasa, se encontraron con los esforzados toreros actuales que, cortados por el mismo patrón, se empeñan en llevar a cabo la faena bonita cuando, con este material, esa ilusión, era inalcanzable. Si a todo esto le añadimos el viento y la lluvia, encontraremos las razones para desilusionarnos por completo; y, para desilusión, la de Encabo que, el hombre, lógicamente, traía muchas esperanzas; todo se le vino abajo. Otra vez será, hermano.
Antonio Ferrera sigue su cuesta abajo a pasos agigantados. Ya no es aquel hombre apasionado que conocimos que, de su valor, hacía una forma de vida dentro de los ruedos. Quizás que, las cornadas, han minado su capacidad para seguir al frente; los toros, tampoco le ayudaron demasiado aunque, en algún que otro momento, pudo hacer hecho algo más que los trapazos que administró; pero esta es una opinión muy particular puesto que, el que se puso frente al toro, era él. Salvar una tarde con dos pares de banderillas, me parece muy duro.
Y Juan Diego, ese salmantino con aires de torero tan sólo al verle, para suerte suya, se enfrentó al toro más potable de la corrida, el que hacía sexto y, por momentos, nos mostró la calidad de su toreo; pero pudo hacer más y, la vuelta al ruedo tras la muerte de su enemigo, posiblemente, no sean aval suficiente para saciar sus pretensiones como torero. Si existe una próxima ocasión dentro de este año, esperemos, confiemos que, Salamanca, una vez más, tenga un torero en la elite; tiene varios hombres que luchan con denuedo por lograr la cima y, Juan Diego, es uno de ellos.