Siquiera una tapita tuvimos para llevarnos a la boca, pero pudimos saborearlo bien. Ya dijimos que existe el toreo, la autenticidad, la torería, la verdad, pero hay que estar muy atento, pues solo pasa de vez en vez. Y cada vez menos, esa es la realidad. Hoy nos las prometíamos muy felices, no en vano estaban acartelados toreros de recientes triunfos en Madrid y que por ello tenían crédito entre la afición; pero vino la ganadería de Carriquiri y lo desbarató todo. Todo menos esa tapita, que no ración, que pudimos saborear.
Llevaba la corrida ya dos horas y cuarto, cuando picado el último de la tarde, -y quizá por intercesión del Santo Patrón, San Isidro- un quite a la verónica de Uceda, ejecutado solo con buen gusto que no más, fue contestado por Serafín con otro, capote a la espalda, de apretadísima ejecución y limpieza, que llevó a los tendidos las sensaciones del toreo cuando éste se ejecuta desde el riesgo y la emoción, o lo que es lo mismo, de la verdad. El aburridísimo público despertó del largo letargo y se reconcilió con la Fiesta. Pero habría más. Una cuadrilla perfecta en sintonía iban a poner muy alto el pabellón de la autenticidad y la torería. Con el capote El Boni y con las banderillas César Pérez, iban a dictar una de las lecciones más bellas de esta feria y de muchas mas.
El capote Boni ni lo usó, le bastó captar la atención del toro y andando a su derredor lo fue colocando en suerte, las tres veces, para banderillear. Decimos bien, para banderillear, no para ponerle banderillas al toro que no es igual. Hizo falta que César Pérez, sintiéndose torero, ejecutara la suerte con torería y verdad, cuadrando en los mismísimos pitones, de los que salió comprometido y en el otro par mejor. Lo de asomarse al balcón no fue metáfora alguna; asumiendo el riesgo consiguiente, no solo se asomó sino que se recreó mientras dejaba en todo lo alto el par de banderillas. La plaza fue un clamor. Ismael González también contribuyó con un buen par y juntos recibieron una de las ovaciones más grandes, gentío puesto en pie, que se puedan recordar. Invitaron a saludar a Boni, quien con su torería y saber hacer había propiciado un tercio excepcional, pero este declinó. Es igual, el reconocimiento de la afición fue tal que se reprodujo nuevamente la ovación.
Una tapita de verdad nada mas en toda la tarde, pero qué tapa señores. De quitarse el sombrero. Bueno, hubo otra tapa antes, en el primero, y fue la ejecución de la suerte de matar por Uceda Leal, bella y certera estocada, que ya opta sin duda a la mejor de la feria. El resto, nada. Nada que recordar. El interés de Uceda y Serafín por hacer las cosas bien se estrellaron con la falta de fuerzas y de casta de los toros anunciados, que fueron una auténtica calamidad. El Fandi, quien lidió los dos sobreros de Ramón Flores, solo a medias se le vió. La espectacularidad de algún par de banderillas de los que suele ejecutar, eclipsados totalmente por la pureza y verdad de los ejecutados después por César Pérez. Dura realidad para un matador que solo vive de banderillear. Haber si al final no va a tener hueco ni en una cuadrilla de subalterno, donde el espectáculo debe remitirse a la ortodoxa ejecución.
El Sr. Presidente, el muy “pajarita” mantuvo en el ruedo a toros que no debió mantener. Y eso no es defender el reglamento ni al público pagador. Con solo devolver dos, tal como parece que rige su particular reglamento, no se está a la altura que sus obligaciones exigen.
Una tapita nada más, pero de las que dejan sabor. Entenderán ahora muchos la razón por la que Curro Romero se mantuvo tanto tiempo y era tan esperado por la afición. Y es que cuando llega el arte y la verdad, todos caen rendidos a sus pies. Y, hasta a veces, como hoy, merece la pena superar el tostón de más de dos horas para poder saborear algo de autenticidad. Las leyendas no se construyen con mentiras, de ahí que ahora todos estén deseando saber cuando vuelve Serafín. Por él también, pero por ver a esa cuadrilla tan torera, merece la pena volver. Para el día 25, ya falta menos. En esa ocasión, esperamos que sea: ¡Marchando, una ración de autenticidad y torería!. ¡Marchando!.
