De forma inusual, diferente, pongo las teclas del ordenador mirando a México -antes se decía abriré mi pluma- para dirigir una carta abierta a Rodolfo Rodríguez “El Pana”, un hombre, un torero. En cualquier caso, todo un personaje se le mire por donde se le mire, al que le dirijo estas sinceras letras.
Estimado Maestro:
Como sabe, dirijo este Portal Taurino en Internet llamado Opinionytoros.com, y en él ejercemos la función periodística referida a la información taurina. Como usted en lo suyo, lo hacemos por vocación y no nos mueve mas interés que el ser nosotros mismos, pero sin dejar de querer la parte importante que nos toque ser, no solo la que nos dejen o asignen otros, en la actividad que desempeñamos.
De siempre he valorado a quienes, como usted, han perseguido la gloria y el éxito personal, pero no a costa de todo, sino como la consecuencia lógica del propio esfuerzo, sentimiento y valía. Y no es fácil mantener esa línea si existen alrededor depredadores, gentes sin escrúpulos, que anteponen todo de tal manera que suben los peldaños sin mirar el cómo o, lo que es peor, pisoteando y apartando a quienes van delante o al lado. No voy a relatar su vida que, además de bastante difundida, nos llevaría mucho tiempo, solamente quiero dirigirle estas letras para darle las gracias por eso y por otras muchas cosas más.
Gracias por devolverle a la afición mexicana la ilusión por tener alguien en quien esperar en el toreo. Le necesitaban y llegó, como un sino marcado en su carrera, un poco tarde, siempre tarde, un día después de Reyes del pasado año. Quiso el destino que en suerte le tocara un Rey Mago providencial y con él cambió el signo de la historia que los desaprensivos le tenían marcado. No pudieron calcular tanto y ese Rey Mago y su toreo hicieron el resto. Tarde sí... pero a tiempo para poder dejar regados los ruedos de su impronta, su personalidad, su torería y una entrega desmedida por vocación y amor a lo que hace, además de tan buenos momentos con su capote y muleta, pero también... regados esos ruedos con su sangre. Todo eso es lo que corresponde, de forma natural y lógica, a la vida de un torero.
Gracias, porque eso que he relatado al final del párrafo anterior, siendo propio de toreros... no se da. O no se da o sólo llega con cuentagotas a las plazas. Por eso ha supuesto tanto su renacida figura. Ni es casualidad ni producto del marketing lo suyo; es como una fotografía en blanco y negro, o en color sepia, que descubre, y deja claro, que el toreo no es como nos lo pintan, y desde hace unas décadas, sino como era y nunca debería de haber dejado de ser. Todos los brillos y colores, los muchos brillos y colores, de las imágenes de hoy, carecen del mínimo valor de lo auténtico y es casi seguro que, lloviendo, se pudiera hasta desteñir ese coloreado artificial.
Gracias por ese optimismo y vitalidad que desparrama a manos llenas, ya sea en los ruedos, en sus declaraciones a la prensa o desde la misma cama de un hospital. Es contagioso y los aficionados necesitan ídolos de quien contagiarse y en quien depositar su confianza. Necesitan creer y dar su voto a quien, además de hacerles pasar momentos inolvidables en las plazas, sea capaz de transmitir esa vocación que a usted se le sale por todos los poros de la piel. Les queda claro, a los aficionados, que no ha estado todos estos años esperando el éxito por dinero, sino por cumplir con la obligación de mostrarse artista ante ellos. Le mereció la pena esperar, pero a ellos, a nosotros, también.
Gracias por enfrentar con pureza las suertes. Ya se que se le pueden censurar ciertos excesos sobre actuados, ciertas dudas ante el toro, falta de técnica para sortear dificultades, incluso la falta de facultades, pero todo eso no es un delito. Delito fue, y es, dejar parado a quien tenía condiciones -demostrado queda- para torear; cuantos contribuyeron a esa situación eran o son los delincuentes. Ya ve, le acusan ahora de torear toros con poca cara, que es en parte verdad, pero a esa acusación le falta el sostén y el reconocimiento de sus enfrentamientos todos estos años atrás ante el ganado que no quería ver nadie; incluso el día de su resurrección y posterior actuación en la plaza México, que presencié en directo, nada había que censurar en ese sentido. No es un derecho, pero mirando alrededor, ese pecado es más justo atribuirlo a quienes nunca vivieron su lucha, ni vieron la legua y sí disfrutaron de la comodidad desde el primer día.
Gracias por haber podido compartir con usted, maestro, algunos ratos en mi estancia del pasado año en México. Coincidimos en muchas cosas, quizás por verlas desde el mismo ángulo, ese que nos han dado los años y las situaciones vividas. Sabemos, ambos, que el toro no pone a cada uno en su sitio, sino que son los hombres, con sus actos, los que quieren marcar el sitio de y para todos. Una triste e injusta realidad que, en su caso, se hizo añicos en un día, como podía haber sucedido, o suceder, con otros toreros si se equivocaran mas de una vez los malos. Nos unió el convencimiento de que el toreo bueno nunca tuvo edad, la bohemia y su amar más lo bueno sin pensar en el dinero que el dinero conseguido a cualquier precio. Por eso sentí que no quedó vacío de contenido nuestro encuentro. Un año después, quiero volver a tener oportunidad de compartir otros momentos, en la plaza o fuera de ella que, por supuesto, serán distintos a los que se pueden vivir con cualquier otro torero.
Gracias por pensar que en España se puede también generar ilusión en los aficionados, que se puede repetir la historia; me consta que ya hay gente que espera que ello sea una realidad. Pequeño se quedaría Vistalegre ante el advenimiento de un torero diferente. Yo digo a los españoles que no esperen un torero con regularidad o un pedazo de figura; con El Pana solo se puede esperar que a la plaza llega aire fresco ¡con la edad que tiene! sólo con verle, o un torrente de sensaciones muy vitales si en un momento con el toro surge la magia del Brujo de Apizaco.
Gracias también por conseguir que, al conjuro de su nombre, las visitas a nuestras páginas de OyT se incrementen, suban como la espuma. No es lo que buscamos ni cuestión de marketing, como dije, pero esos lazos que unen los destinos nos tenían reservado disfrutar juntos y por los mismos hechos y motivos. Nuestros colaboradores, que gozan de plena libertad, no reciben instrucciones, pero a todos les ha dado por escribir de El Pana y por eso no creo que tengamos que pedir disculpas. Si las actuaciones de El Pana, y nuestra difusión de las mismas, incrementan las visitas al Portal, sólo me queda darle las gracias por su ayuda y gritar ¡Cómo nos visitan Pana!
Gracias, por último, por conquistar los corazones de todos nosotros, que en los toros no son otra cosa que el motor al que llegan cada uno de los flujos de respeto a los toreros y los jugos de la ilusión que lubrifican los conductos para estar preparado cuando llegue el momento de las emociones fuertes, esas que se dan con el toreo profundo, con el de más verdad o cuando sobrevienen las cornadas. Por eso, hoy, cuando en unas horas me veré en el hule para que los doctores le den un poco de vida y amplitud a mis arterias coronarias, me acuerdo de El Pana, pues se que necesitaré tenerlas bien abiertas para soportar todas esas emociones que le quedan por hacernos vivir. Aquí, o allí si puedo acudir a México en breve, espero disfrutar viéndole o escuchándole y... si me lo permite, abrazarle.
Con el máximo respeto, atentamente,
Antolín Castro
*En la gráfica, el pasado año en compañía del maestro