A veces se hace difícil no solo escribir una crónica, sino encontrar un título para ella. Durante casi todo el festejo se lo iba a llevar un título parecido a “Toros en Siberia”, tal era el frío que allí se estaba pasando. Al término del cuarto, cambiaba a “Del lleno a media plaza”, tras el desfile que se produjo en todos los tendidos en busca de un caldo caliente o un café reparador. Llegado el sexto de la tarde, aconteció el suceso que da título a esta fría crónica.
El toro imponente, de lámina preciosa, digna de La Lidia, de peso exagerado, 628 kg., -hubo quien comentó que sólo le faltaba la trompa- de cornamenta excesiva también, correteaba sin fijeza en los primeros capotes. Más bien, en términos taurinos habría que decir enterándose, como después se vio. Bueno, pues fue ver el caballo de picar y decir ¡a por él!. Tanto apretó, zarandeó, que hizo bailar al picador de turno. Gracias a las tablas el piquero encontró mala silla para seguir montado, tras salir volando literalmente y ser sujetado desde el callejón para colocarle en esa situación airosa. El caballo quedó a su suerte.
Y apareció veloz el monosabio, cogió las riendas y con certera habilidad sujetó al caballo haciéndole girar, de tal guisa que siempre pudiera ocultarse él tras el equino. Los toreros echaron capotes, faltaría mas, pero el toro seguía empujando. Y el mono también. Y se produjo el empate. Un empate que permitía al caballo sentirse emparedado por dos fuerzas opuestas, a cual mayor. No ganó ninguno, luego empate final. Algún capote terminó por llevarse el toro, pero le quedó claro a la concurrencia que un toro y un mono empujan por igual. Eso sí, siempre que estos sean los mismos protagonistas que este día de San Isidro. Quizá otros toros puedan más, pero otros días habrá que un mono empuje bastante más que alguno de los toros que quedan por salir. Ya lo verán.
¡Qué ovación!, que continuó al retirarse por el callejón. Como no es muy conocido el mono actuante para el público, pues además visten todos igual, todos los compañeros tenían que indicarles a los tendidos al pasar ¡este, este, es al que hay que aplaudir!. Pues mira por donde, esa fue la ovación mas grande de la fría tarde. Lo dicho, que el mono salvó la tarde.
Del resto poco se puede salvar. Ni los toros eran muy propicios para el toreo de hoy, como dijimos ayer, ni los toreros están para este tipo de fiesta. Voluntad de Gómez Escorial a quien arroyó su primero al recibir a portagayola y luego después durante el manejo de la muleta. Premiosidad en Oscar Higares y falta de calidad y decisión por parte de El Fundi para torear al sobrero del Conde de la Maza que se dejó. Poco, muy poco. Más bien nada. Frío, mucho frío nada mas. Las novilladas suelen ser mas entretenidas, por lo que mañana habrá que acudir con renovada ilusión.