El fatídico 11-M provocó, además de muertes inocentes e innecesarias, millones de SENTIMIENTOS. Millones en España y muchos más millones en el mundo. Todos, absolutamente todos, sentimientos de pena y de rabia, de dolor y sufrimiento, de solidaridad y de colaboración, de ejemplar participación ciudadana. Una tragedia vivida desde la brutalidad de la muerte. Desde la brutalidad que supone el cortar de raíz, sin ningún pretexto válido, las esperanzas, las ilusiones y los sueños, necesarios y merecidos, de quienes nada hicieron para pagar con sangre y vida los sueños, -estos locos-, de los asesinos.
A través de miles de gestos, afloraron y afloran todo tipo de sentimientos. Desde el corazón a la mente, no cesan de brotar oraciones o pensamientos. Unos escribiendo y otros ofreciendo lo mejor de sí mismos en cada acto en memoria de las víctimas. Autoridades y ciudadanos anónimos participando en cuantos homenajes se hacen en recuerdo de quienes pagaron tan caro el ser libres. Libertad que se conquista en cada acto que las democracias ofrecen. Libertad que no se tiene en las dictaduras y el totalitarismo de quienes quieren imponer sus ideas a base de terror y muertos.
Cada cual a su manera ha dado rienda suelta a sus sentimientos y ha derramado también sus lágrimas para mezclarlas con la sangre derramada en una comunión de espacio y tiempo, como queriendo reducir el daño en cada una de las heridas a base de tantas lágrimas. Sentimientos sinceros, sentimientos indescriptibles e imposibles de enumerar. Uno detrás de otro, millones de sentimientos han dado y dan un mensaje de humanidad que nos acerca más a todos y entre todos. Sentimiento, también, de quien escribe que quedó reflejado en “JOSE GARCIA SÁNCHEZ” uno de nuestros recordados muertos. En él un homenaje sincero a quienes no conocía y hubiera querido conocer para haber tenido la posibilidad de variar su ruta.
Pero también SENSACIONES. Cada cual tendrá una sensación diferente, pero encontrará muchas de ellas. Yo he encontrado las mías. Y tengo la sensación de que no coincidirán con las de muchos, pero que tendrán acomodo en las de otros. A vuela pluma, y tras dos semanas del brutal atentado terrorista, -hay que llamarlo así pues es en el terror en el que basan sus objetivos- tengo la sensación de que otras noticias, quizás más importantes para algunos, han desviado del primerísimo plano el problema de la gran bestialidad del atentado.
Recuerdo el 11-S y, tengo la sensación, duró mucho más tiempo la imagen única del atentado. Una inequívoca cadena de solidaridad, tanto en EE.UU. como en el resto del mundo, invadió los corazones y las mentes de las gentes. No se precisaba, tengo yo esa sensación, ubicar o asignar los miles de muertos a tal o cual grupo terrorista. Era simplemente terror, en su estado puro. Tan desnudo que no necesitaba la urgencia de su imputación. Cada vez que se veían los aviones estrellarse y las Torres caer, a nadie se nos ocurría pensar que era necesario conocer a sus autores para sentirnos mejor. Simplemente, esa es mi sensación, nos repugnaba el acto terrorista en sí. Ya habría tiempo de analizar e investigar. Además, eso para nuestros corazones no tenía ningún valor añadido a nuestra condena y repulsa. Para más matizar, era un asunto que en nada podía modificar la conducta de los ciudadanos. Es una simple sensación. A mí me pasa.
Tengo también la sensación, que aquí, en el 11-M, el conocer los autores -o al menos, la imputación del atentado-, esa es la sensación, ha actuado como un bálsamo que ha calmado a buena parte de la sociedad. No es malo conocer el origen del atentado, pero en sí mismo, esa es mi sensación, sirve de muy poco. Los muertos son los mismos, los heridos también y las familias, amigos y resto de compatriotas en nada ha de variar su dolor. A mí me duele el atentado, y no más o menos por el color de la camiseta del que lo ha cometido.
Yo percibo, y tengo la sensación, que una vez conocido, o aparentemente confirmado, el grupo terrorista, ha bajado y mucho la presión. Y no hay derecho ni justificación alguna. Es más, precisamente por ser un nuevo terrorismo en España, se espera de nuestras autoridades que clamen justicia contra el grupo asesino. Si se le quiere llamar venganza, pues también. La que marca la Ley. Pero de ahí a simplemente dejar pasar los días solamente con las investigaciones policiales, va un abismo. Se hace necesario, tengo la sensación, oír a nuestro nuevo Presidente decir que perseguirá por cielo, mar y tierra a los asesinos de nuestros queridos compatriotas. Que lavará, tal afrenta, con todos los medios a su alcance. Pues, tengo la sensación de no haberlo oído. Sólo se le ha escuchado decir que será un hecho la retirada de nuestras tropas de Iraq.
Yo tengo la sensación, permítanme, que eso es confundir el crepúsculo con el tres por culo. Lo de las tropas en Iraq es una cosa -por cierto, con la sensación de muchos de que en el mejor de los casos es una inoportuna retirada- y la justicia para con tantos muertos y heridos es otra bien distinta. Y es que no por mucho prometer amanece más temprano, ni se salvan ya las vidas. El terrorismo no necesita que le ataquen a él para llevar la muerte indiscriminada. ¿O es que alguien piensa que Eta mata por haber sido atacada por la guerra sucia del Gal que nos creó el PSOE?. Esta última, no es una sensación que yo tenga.
En este brutal atentado terrorista, como en el 11-S se ha universalizado, 47 no eran españoles, el dolor de los caídos. Eso hace más, si cabe, el exigir que la postura de nuestro Gobierno sea firme y decidida y no pusilánime. No se trata solo de hablar en nombre de España y, por tanto, de sus ciudadanos exclusivamente; va mucho más allá la responsabilidad en la toma de las decisiones. Muchos de ellos, sus países no apoyaron la guerra de Iraq; de otros muchos, sus países se opusieron abiertamente a ella y por esto, esa es mi sensación, no ha sido un atentado contra un país beligerante, como se quiere hacer creer; ha sido, como en Nueva York, un crimen contra inocentes de cualquier nacionalidad. Terrorismo puro y duro.
Tengo la sensación, a lo mejor equivocada como pueden ser las otras o las que tengan otros, de que muchos piensan que las bombas las puso el PP en los trenes y no los terroristas. Otra sensación que me persigue, es que ya somos catalanes para ese terrorismo islámico, o magrebí, o moro simplemente, pues nada sabemos de su verdadera raíz u origen. Catalanes perdonados por saber, ahora, cómo votamos. Son sensaciones como tantas otras, pero sensaciones reales que ha dejado en su estela el horror del 11-M y sus días sucesivos.
La soberanía reside en el pueblo, luego el pueblo es soberano. No hay matices ni cortapisas. Tampoco es esa la cuestión. Las elecciones están ganadas y ahora queda gobernar y defender los intereses de todos los españoles. Incluso los de aquellos que trágicamente no pudieron votar. A esos que segaron inútilmente la vida, si se les pudiera preguntar, tengo la sensación, que reclamarían alta justicia. Lo contrario sería, tengo la sensación, que hacer útil en otro sentido su muerte. Uno solo que se levantara y exigiera que los terroristas, sus cómplices y apoyos por participación activa o pasiva fueran perseguidos de por vida, sería suficiente voz autorizada para mover y conmover al nuevo Gobierno de España.
Tengo la sensación que así debería de ser, que así será.