De SMS, es la respuesta. Es tan fría la formal respuesta que si hiciéramos lo mismo con el fondo de la misma, habríamos acabado este artículo. De este modo, incluso más escueto y simple, se quieren hoy los seres humanos. Todo un ejemplo social que invita a la reflexión.
Desde los tiempos de Maricastaña la humanidad ha ido estrechando lazos a través de dos elementos que permitían el acercamiento de los pueblos: el comercio y la comunicación. Para los dos se han hecho ingentes esfuerzos de perfeccionamiento, pues ambos nos daban la oportunidad de conocer a los demás y de que nos conocieran a nosotros mismos. Hoy, gracias a los SMS, todo es distinto: ni doy la cara ni la palabra.
Cómo, a partir de ahora, podremos verificar si quien se dirige a nosotros miente, o por el contrario, finge, o un poco más allá, nos engaña a todos, o nos confunde, o nos lía, o nos desorienta. Antes, a través de los ojos, o la voz, gozábamos de la oportunidad de medir el grado de confianza o desconfianza que generaba nuestro interlocutor. Vale, incluso, que se use en el tráfico comercial, donde la verdad o lo cierto de las cosas está en los productos que acompañan la noticia que supone ese mensaje; pero en la vida personal, no.
Puedes estar en una agenda por error o negligencia, por olvido o desagravio, porque sí o porque no, pero estás. Ello es suficiente para que te llegue un sincero mensaje de Felicidad, ¡coño! siendo el emisor el mismo que te negó hace unos días un puñado de sal o no te cedió el lugar de aparcamiento que tú habías visto antes que él; ¡el mismo vecino! se nos ha vuelto cariñoso y nos desea -de la forma más cursi que existe, Paz y Felicidad-. Tú te sientes feliz y reconciliado, ¿con quién? ¿con el teléfono que no para de parir una chorrada tras otra en estos días navideños?. Pues sí, ese es el elemento que te une con el mundo: un celular de color gris, o de cualquier otro color, pero celular.
Al tiempo que se usa este monstruo de felicitador, pierdes tiempo para tener, aunque sea a un número menor de personas, la oportunidad de decirles a la cara tu verdad: que les quieres, que deseas lo mejor para ellos al tiempo que para ti lo desean. Y en los ojos o en la voz se adivina, se percibe que es verdad y que ha merecido la pena estar junto a él, junto a ella, junto a ellos. Y todo eso lo permite un idioma o cualquier otro que sirve para hablar, para mirarse a los ojos, como los enamorados, y sentir que todo cuanto se dice es la puritita verdad. Y tras ello, unos besos o un apretón de manos, o un abrazo sellará cuanto se ha dicho. Y todo será Sentido, Más Sentido. Un SMS real, no una cursilada de esas que de tanto querer a tantos, terminas por no abrazar a ninguno. ¡Joder!, no tienes el teléfono en la mano para realizar el mensaje, pues si es verdad lo que piensas escribir, ¡coño!, llámale y díselo. Al escribirlo, le invitas a que haga contigo la misma operación. Igual es eso lo que quieres. Plástico de felicitación, vida de plástico.
Ciento ochenta millones de felicitaciones de plástico han circulado en un solo rato recién entrado el año 2004. Mal presagio; si plástico es el sentir de los humanos, plástico ha de ser el fruto que se recoja a lo largo de este año. La comunicación no se está simplificando, se está alejando del abrazo entre los hombres. Una cercanía perdida, un síntoma claro de por dónde camina la deshumanidad.
Yo, que estoy escribiendo también, y que pienso hacer circular este mensaje, he logrado que sea más largo que el de los ciento ochenta millones y como tiene deseos diferentes y para que pueda llegar a muchísimos más que los que caben en la agenda de un móvil, quiero decirles que, sinceramente, quiero que tengan y disfruten de un muy feliz, cercano y sentido 2004.