En las fechas en las que escribo, es fácil suponer de qué va este artículo. Para casi todos los españoles, se supone, es un secreto a voces por qué me he puesto a escribir. Casi todos los días, sobre el título escrito, alguien lo hace. Pero, claro, yo me dirijo a los lectores taurinos y a estos, también se les ocurre pensar la razón de mi escrito. Todo muy natural. Si lo circunscribimos a los lectores aficionados del ámbito de Madrid, la cosa puede cambiar. ¿Y cambia?.
Sí, cambia y nada tiene que ver. A lo más, como parecido, que el adiós se hace a alguien cuyas vocales en el apellido son solamente la “a” y ejerce de presidente. No es el señor Aznar, a quien nos referimos es al señor Lamarca, presidente eterno de la plaza de Las Ventas de Madrid. El tal señor Lamarca, no contento con hacer dejación de sus obligaciones cuando se sienta en el palco de la plaza, se atreve a más.
Durante la temporada venteña, suele dejar constancia, con sus decisiones en el transcurrir de la lidia, de estar alejado de lo que la voz de los aficionados reclaman. No es extraño verle en postura no muy adecuada, haciendo como que soporta mal y contrariado las distintas peticiones, en algunos casos exigencias, que los aficionados le hacen llegar en el legítimo derecho de pedir cuanto creen justo. Y aún cuando se equivocaran en la petición, su misión no es la de perdonavidas, máxime teniendo en cuenta que muchos de los aficionados que le reclaman, tienen igual y muchos más conocimientos que él sobre la materia. Los árbitros de fútbol, siendo los que deciden, -y sin tiempo para reflexionar- no van por la vida diciendo que los que protestan no saben nada, ni presumiendo de saber más que los espectadores. Simplemente aplican su leal saber y entender; y eso puede ser, naturalmente, merecedor de críticas. Los árbitros asumen su papel, no criminalizan a los espectadores que no están de acuerdo con sus decisiones o, simplemente, les piden mayor equidad.
Pues bien, durante la temporada de invierno, y para entretener el prurito de su cargo y su importansia, saca la lengua a pasear. Y la saca, no solo para hacer burla en el sentido metafórico, sino que se atreve, incluso, a ponerla a refrescar. Será el invierno que se la pone fría. Contestando a un reportero, que le preguntó qué sentía cuando le gritaban desde el tendido “¿a quién defiende la autoridad?” respondió textualmente que “los aficionados de un determinado sector de la plaza “tienen intenciones criminales", son manipuladores del público y aunque dicen defender la pureza de la fiesta, en realidad defienden ciertos intereses. Este grupo practica el chantaje y la coacción y se le está dando mucha importancia, y además tanto dentro como fuera de la plaza disfrutan de ciertas prebendas". Para terminar y en relación con el público de Madrid, aseguro que "algún medio de comunicación los ampara”. Estas declaraciones fueron publicadas en “Burladerodos.com” el pasado Noviembre.
Si como él dice, a ese grupo de la afición de Madrid, se les está dando mucha importancia, que diga dónde. Que yo sepa no les hace caso nadie de los que manejan el cotarro (a estos no los llama manipuladores ni nada) y si les hacen caso quienes opinan como ellos, es decir, los aficionados cabales, éstos no llegan ni a mil desgraciadamente. Si fueran muchos miles más, quien ya, hace tiempo, no podría darse importansia sería el Sr. Lamarca, pues manteniendo el comparativo citado con el fútbol, habría descendido a tercera división como presidente. Por cuanto a que algún medio de comunicación les ampara, cierto es que somos unos cuantos los que apoyamos también ese grito de “¿a quién defiende la Autoridad?”, si bien es cierto que es una quimera decir Autoridad con mayúsculas cuando se sienta en el palco el Sr. Lamarca. Por eso no debe haber respuesta seria a la pregunta. Respuesta de la otra, sí ha dado.
Distintas Asociaciones, Peñas, Círculos o Clubes taurinos, han solicitado su justa inhabilitación. Verter de forma tan alegre y gratuita algunos calificativos, -intenciones criminales, manipuladores-; achacando delitos, -chantaje, coacciones- rozan, ahora sí, un delito por cuanto se vierten sin aportar prueba o dato alguno. Además acusa de que reciben prebendas dentro y fuera de la plaza, ¿cuáles?. Nosotros, desde aquí, no solo nos sumamos a esa petición, sino que dando por sentado que las verdaderas Autoridades de Madrid, no van ni pueden permitir que un señor que no lo es, se siga sentando en el palco en representación de un pueblo y en defensa de los derechos de los aficionados, procederán a su destitución inmediata. Por ser de justicia que quien no respeta a quienes tiene que defender, no tiene capacidad legal ni moral para ocupar el puesto; le digo, desde ya a D. Juan Lamarca: ¡Adiós! señor presidente.