Por Sevilla pasó un ángel en la tarde de ayer y traía buenas noticias. Era esperado y eran muchos quienes lo venían reclamando desde hace tiempo. Entre otros muchos, quien esto suscribe. Pero pasó el ángel, y era bueno y puso muchas cosas en su sitio y, junto a él, pasó otro, era menos bueno, y nos susurró al oído que no podíamos resolverlo todo en una tarde, que deberíamos irlo resolviendo, como siempre, despacio, como se bebe el buen vino, sorbo a sorbo.

Lo cierto es que cuando nos lo decía, alguno ya estaba embriagado de las esencias que desparramó un torero en la Maestranza, Curro Díaz. Hoy el de Linares, muy seguro y dispuesto, ha mostrado sus cartas y lo ha hecho sin titubeos: Elegancia, armonía, buen gusto, belleza, mucha belleza y saber dónde y cómo llega el mensaje que su muleta escribe. Sólo la espada le ha privado de mayor eco, pero ha dejado escrito momentos de verdadero arte, escénico y del otro, aquél que llega al corazón y a los paladares más exigentes haciéndote crujir por dentro.

Un momento original y bello captado por la cámara de Paco Díaz

Parecía él el mismo ángel, el bueno, del que hablamos. Si no lo era, cierto es que lo parecía. Su torería, la forma de andarle a los toros, -ninguno ese colaborador soñado- nos iban predisponiendo a conocer más de su forma de concebir y de interpretar el toreo, que parecía tener la suavidad de las plumas y el lento aleteo de las alas. Un ángel, bella estampa la imagen de acercar con su muleta los pitones a su cuerpo, a sus caderas, ceñidas pero sin rozarlo. Toreo eterno que Sevilla vitoreaba. Y si eso lo he podido sentir a través de las imágenes televisivas, ya grabadas, tras de llegar de Las Ventas, qué no hubiera sentido de haberlo presenciado en directo.

Mas había ese ángel menos bueno que citaba en el inicio y que recurrió al “viejo truco” de hacerle fallar con la espada en sus primeros intentos. Lo hizo por molestar a quienes creen y esperan que sean las orejas las que determinen una tarde, pero a sabiendas, -por eso no le llamamos malo- de que cuanto ya se había producido es imborrable y ha de servir para reclamar el lugar que merece este torero, este ángel de torero. Ya no valen las excusas de la espada para taponar la esencia que airea Curro cuando torea. Más si lo hace en plazas como Madrid y Sevilla.

Que lo sepa todo el mundo. Ni la espada logra borrar las imágenes de su toreo, aunque juremos en hebreo por que sabemos que el rematar con la espada, que fueron muy buena en su segundo intento para con el primero y aceptable para con su segundo, hubiera representado tener que contarles muchas menos cosas a muchas gentes que solo están pendientes de los trofeos obtenidos.

Un paso mas que es definitivo, definitorio de lo que lleva dentro y que está dispuesto a ofrecer este torero. Si ha de ser despacio su consagración, tendremos tiempo de saborearla mas que si fuera una de esas que dan por recomendación. La espera aquí, con este torero, forma parte también de la ilusión por lo bello, por el arte de torear. Tras de ver de forma habitual dar simplemente pases que saben a plástico, es bueno que llegue el ángel con la llave del cofre y la abra. Si le abre, es seguro que aparece la belleza del toreo de Curro Díaz.

Una buena noticia para escribirla en un momento feliz, justo cuando en este instante se cumplen en OyT nuestros primeros tres años de vida. No siempre podemos escribir de ángeles buenos. Hoy sí, estamos de enhorabuena.