La vida, a diario, me ofrece innumerables lecciones, entre ellas, que es complicado intentar regalar felicidad. A veces, por esta cuestión, me he sentido sentenciado. Es dura la vida, claro. Yo quise, con mis libros y mi prosa, que la gente sueñe, que añoren, que extrañen y que sientan. Son, esas sensaciones que tanto nos alivian el alma y, al paso, el cuerpo. ¿ Habrá algo más hermoso que soñar?. Y si los sueños son los que anhelamos, ello es algo maravilloso. Pero, Dios mío, no falta quien se queda herido con mis sueños.
Fijémonos que, ante todo, yo quiero ser, para quienes me lean, un canto de esperanza. Me gusta que la gente abra los ojos y, de vez en cuando, se percaten de que no hay nada más bello que la propia vida. Vivir es mi única esperanza. Yo no puedo remediar los males de nadie, como alguien me confundiera. No soy la verdad, pero si quiero ser la senda por donde guiar a los que jamás supieron soñar.
Tampoco faltó el que me acusara de despreciar a la vida. En ocasiones, la gente suele ser cruel. Ten ven soñar y te desprecian. ¡ Cómo si yo no tuviera los pies en la tierra¡ Yo soy como todos. Mis problemas son los mismos de cualquier mortal. Acá nadie se escapa de la vorágine de la propia vida. Yo se del dolor en cualquier frente de batalla; yo se de las carencias crematísticas; yo se del amor; yo se de la ilusión; yo se de todo aquello que la vida me empuja a diario. Pero jamás voy a renegar en mi capacidad para soñar. ¡ Pero si es lo único que tengo, Dios mío¡
En ocasiones, lo juro, he llegado a pensar en ese núcleo de gente que quiere ser infeliz por decisión propia y, siento pena por todos ellos. Igual a mi me miran con ojos de arrebato, juzgándome por lo que no tengo y no por lo que soy. Soy la ilusión permanente. Y no tengo nada. Claro, ese es mi pecado. En este mundo, una vez más, como se demuestra, la gente sigue muriendo de envida antes que de cáncer. Y descubrí hace ya muchos años que, envidiamos al soñador, al que regala ilusiones, al que a las penas es capaz de cantarles con una sonrisa, al que sigue creyendo en un mañana mejor, al que confía ciegamente en la otra vida, al que se aferra a ese Dios que, de vez en cuando, imparte justicia. Todas estas cosas son las que invaden de pena el alma de los insensibles que, para ellos, sólo cuenta lo material, todo aquello que fácilmente se destruye.
Yo quise soñar y lo logré. Luego, al despertar, tuve la fortuna de conocer a personas maravillosas esparcidas por todo el mundo que, gracias a mis sueños, me regalaron lo mejor de sus vidas, su amistad, su cariño y su amor.
Ayer soñé que podía. Hoy, a Dios gracias, lo logré.