Dicen sus más allegados que, el pasado domingo, tras lidiar la infumable corrida de Hernández Pla en Madrid, el diestro Luís de Pauloba, quería retirarse del toreo y, por todo lo visto, le sobraban razones de fundamentado peso para tomar dicha decisión que, con toda seguridad, nadie le hubiera criticado. Ante una corrida totalmente ilidiable, Ignacio Huelva debería de conservarla para las fotos y estampas más bellas de lo que puede ser un toro bravo pero, sólo para eso; lidiarla en una plaza de toros es una aberración tremenda puesto que, en toda la reata, nadie se acuerda ni de Guitarrero ni de Capitán, dos toros emblemáticos que le dieron categoría a esta divisa que, pasado el tiempo, ha muerto en vida en cuanto a su bravura se refiere.
Si en su primer enemigo, apenas le dio opciones al diestro de Sevilla; en su segundo, el calvario resultó ser monumental. El toro Aguavivo, de condición navajero según nos cuenta Antolín Castro en su artículo, bellísimo como ninguno, era el mayor hijodeputa que se pudiera encontrar en una dehesa taurina y, para mayor desdicha, le cayó en suerte a este último romántico del toreo llamado Luís de Pauloba que, ni las cornadas físicas ni las de los propios despachos, -salvo el momento de Madrid- han sido capaces de arrancarle sus ilusiones que, pese a todo, las conserva intactas. Su tarea no es nada sencilla puesto que, todos somos conscientes de que, Pauloba, sin duda alguna, es un torero artista y, a diario, es echado a los leones para que, como en la antigua Grecia, sea pasto de los mismos. Desconozco el grado de favor que la empresa de Madrid quiso hacerle pero, con amigos así, no necesita el diestro enemigos. Ya está más que servido.
Las malas ganaderías a las que le someten, sin duda alguna, nos están haciendo perder a un torero que, con el capote, como sabe Madrid, es capaz de ilusionar a cualquiera; esa magia, esa forma de mecerlo tan personal y artística, cala en el corazón de los aficionados más exigentes. Es hermoso que, como siempre pasa, Madrid sigue esperando y confiando en Pauloba; será cuestión de que, la empresa, en un ataque de humildad y olvidándose del maldito negocio, pongan a este muchacho con una corrida de solvencia puesto que, en esta corrida hubiera yo querido ver a El Juli y a sus huestes. Pauloba nació para satisfacer a mentes y corazones sensibles y, tratarle como una pura y dura mercancía me parece del género horrible. ¿No hay más corridas en el campo? En los veranos, de forma desdichada, todos los ganaderos que no saben donde vender sus corridas, las llevan a Madrid y, a precio de saldo, allí las lidian. Yo tengo claro que, de ser ganadero de estas reses como las de Hernández Pla, si tuviera que venderlas por dinero, clausuraba de inmediato la ganadería y, si la tuviera por afición, igualmente la llevaba al matadero; ya lo dide el dicho popular “Lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible”
Comprueba uno todo lo que pasó el domingo en Madrid y, tras pensar que, en plena feria de San Isidro, toros de lujo se marcharon al desolladero con las orejas puestas y, sus lidiadores, siguen toreando todos los días, eso, descorazona a cualquiera; y, hombres al estilo Pauloba, empezando por su propia persona, les echan a los leones, si acaso para que no molesten; y digo que no molesten puesto que, cuando se sale derrotado de una plaza como la de Madrid, ¿quién es el valiente que le quedan argumentos para pedir una nueva oportunidad?
“Me entró la desesperación –nos decía Pauloba- en mi segundo enemigo; el toro no hacía nada y, eso es lo peor; andaba a su aire, no se fijaba en nada y me aburrió por completo; y más que aburrir es que, el muy cabrón, cuando me sentía cerca si se fijaba para darme, a ser posible, un navajazo”.
Momentos lógicos de amargura en un diestro cabal y artista que, una vez más, tuvo que pasar el mal trago de la ingratitud a la que le sometió la empresa; ingratitud y, más tarde, el trago amargo de saber que, por mucho que lo intentara, jamás llegaría el éxito; papeleta muy difícil de resolver que, como explico, ahí me hubiera gustado ver al escalafón entero. Pese a todo, a Pauloba le reconfortó que, tras el paseíllo, los aficionados le aplaudieron con calor: “Muy emotivo aquello puesto que, Madrid, siempre se acuerda de los bellos momentos que he esculpido en dicho ruedo; ellos saben de mis posibilidades, de mis deseos por hacer el toreo que a mi me gusta que, a la par, es el que satisface a los aficionados. Dentro de todo lo malo, en mi primero, pude esculpir unas verónicas de las que llevo siempre dentro de mi corazón para satisfacer a Madrid y a todos los aficionados del mundo”. Como vemos, no han pasado veinticuatro horas y, la moral de Pauloba, tras la charla, va creciendo por momentos; y tiene razones más que suficientes para creer en su proyecto, en su obra y en su persona; desde que nació como torero parece que, las trabas y desdichas, han sido el denominador común de su vida pero, como él dice: “Esto tiene que cambiar; nada es eterno y, el que la sigue la consigue y, ese es mi caso; yo estoy convencido de que, el día que un toro se equivoque y me embista, el lío que voy a formar será tan grande que, cuando ocurra esa tarde, en la plaza que fuere, tiene que trascender a toda España y, si eso ocurre en Madrid, me pongo en torero de ferias en un momento”. Es bueno, yo diría que muy admirable que, Luís de Pauloba, se sincere de este modo puesto que, de alguna manera, nos está recordando que, lo suyo no es ninguna broma; un hombre que ha estado a punto de perder la vida varias veces, que ha luchado contra todos los imponderables del mundo, por condiciones, valía, fe y arte, debe de ocupar un puesto importantísimo en el escalafón de los matadores de toros; no como figura que, sería lo deseado por todo el mundo; pero sí como torero de vitola artística que, cuando el toreo se convenza, de forma especial los empresarios de toros, Pauloba será el gran lujo de todo cartel donde figure su persona.
Digámosle desde aquí, entre otros, a Canorea que, por favor, se deje de recomendados para su feria de Sevilla puesto que, tener un artista en casa y desaprovecharlo, es como un crimen sin castigo; a Madrid le decimos lo mismo: el señor Chopera puede contratar a su amigo El Capea las veces que él quiera puesto que, con su dinero, puede hacer lo que le venga en gana; es más hasta puede pasar el bochorno de verle fracasar. Sin embargo, al margen de todo interés crematístico que un empresario pueda tener, el mayor interés es contratar a los toreros queridos por la afición; pero contratarles para que puedan desarrollar su arte, nunca para que un toro les mate y, muerto el perro, se acabó la rabia. La vida de Luís de Pauloba, el pasado domingo, corrió un serio peligro y, lo peor de todo sería hacernos la gran pregunta: ¿Para qué? En el peor de los casos, si acaso, la actitud de Pauloba sirvió para que, los aficionados y periodistas, reparemos en lo que consideramos es la gran injusticia contra el último romántico del toreo.
*Pauloba en la dura tarea de intentar que Aguavivo le preste atención en la gráfica de Juan Pelegrín de las-ventas.com.