Cada cual vive en una Comunidad. Cada cual vive, también, en una comunidad de vecinos. Nos pasa a casi todos. Y a casi todos nos pasa que dicha comunidad está compuesta por gente variopinta: pasotas, serios y formales, excéntricos, con lo justo unos y con delirios de grandeza otros, etc.. De todo hay.
Bueno, pues yo tengo mi comunidad de vecinos. En ella vivo, aunque no siempre. Prefiero vivir en el campo y allí acudo cuanto que puedo. Me alejo del corsé que supone vivir en la comunidad. Me libero de tener que soportar lo que de patio tiene. Y no crean quienes me leen que no soy persona comprometida con los deberes y obligaciones que supone vivir en comunidad; más al contrario, he estado siempre implicado y comprometido con ello. Pero suele ser bastante frustrante la pertenencia a una de ellas.
Por naturaleza, cada cual quiere hacer lo que quiere, le gusta o le viene en gana. Las normas que existen, se ignoran y no pasan de cuatro los que se han leído el “Libro de Instrucciones” al acceder a la vivienda y consiguiente comunidad. Se entiende por libro de instrucciones, los Estatutos y la Ley de Propiedad Horizontal. Pues bien, si para manejar el aspirador o una cafetera, todo buen usuario, debe leer atentamente el libro de instrucciones, no entiendo porqué en el mayor gasto y adquisición que se mete en la vida una familia, no les preocupe la necesidad de conocer el “Libro de Instrucciones” por el que se rigen las normas de convivencia de su comunidad.
Craso error, que con el tiempo les procurará más desazón que alegrías. Del conocimiento de las normas que rigen la comunidad, se extraerían las enseñanzas debidas para no caer en inútiles tentaciones. Tanto si son de delirios de grandeza, como si son de no colaboración con las necesidades de la misma. De esta última, suelen aceptarlas, aunque sea a regañadientes, muchos de los vecinos, si bien tienen en la cuota de reparto cabida desde el principio y no generan muchas discrepancias ni peleas. Si hay alguno que no paga, se le reclama judicialmente y en paz.
Mas controversias y discusión producen aquellas propuestas que en el devenir de la comunidad van haciendo algunos. Incluso, algunos “iluminados”. Los hay que piensan que tienen siempre las fórmulas para arreglar todos los males y, lo que es peor, no ceden. Los hay que creen, equivocadamente, que la comunidad es la prolongación de su casa, queriendo proyectar sobre ella sus delirios de grandeza o simplemente sus aspiraciones individuales. Sueñan más que piensan, que el resto de los vecinos piensan como ellos, o que disponen de los mismos medios económicos o que tienen sus mismas prioridades; estos al final, suelen patinar o meter a la comunidad en un buen lío. Crean polémicas innecesarias por no conocer a fondo el “Libro de Instrucciones”. Ignoran, por ejemplo, que tal Libro dispone, que no se puede obligar a ningún vecino a mejoras o innovaciones, aún siendo votadas por mayoría suficiente, que obligue al bolsillo del vecino por encima de una cifra.
Pues se empeñan. Por ignorancia o, quizá, por falta de respeto a los derechos de los demás. Y no importa que las mejoras las sufraguen los que quieran y/o puedan, eso lo permite la Ley. Pero no pueden trasladar su coste a quien legítimamente se opuso a ello. Así lo establece la Ley. Y es lógico. Lo contrario sería llevar, a los vecinos de uno, a rastras de su posible situación económica. Cada uno de los vecinos puede, a lo largo de los años, mejorar ostensiblemente su situación económica personal, pero ello no puede, naturalmente, condicionar al resto de vecinos a realizar un desembolso para dar cabida al deseo de uno o de muchos. Sabiamente la Ley protege los bienes comunes y sus necesidades básicas para el buen fin de la comunidad, pero frena los aires de grandeza o las propuestas desproporcionadas que puedan surgir.
En mi comunidad, ahora, las hay. Y yo me alegro por aquellos que disponen de dinero suficiente para tener más servicios, más mejoras, más innovaciones, más de todo. Pero hay que recordarles que la gente tiene medios, en general, para vivir dignamente, sin otras pretensiones que las que ya ofrecían las viviendas en su construcción: garaje, piscina, jardín, etc. Todo ello, existe la obligación de mantener y conservar en buen estado, lo demás no solo está sometido a una mayoría necesaria para adoptar los acuerdos, sino que necesita que cada cual pueda y quiera asumirlo.
De siempre, nuestro deseo es que todos y cada unos de nuestros vecinos mejoren económicamente y que, por ello, puedan incluso aspirar a vivir en la calle Serrano de Madrid o en La Moraleja. Se lo deseamos de todo corazón. Pero de siempre, también, respetamos a quienes buscan en la vivienda y con mucho esfuerzo económico para comprarla, simplemente eso: una vivienda para vivir. Soñar o aspirar a cualquier cosa, vendrá, si es posible, después.