El innovador y revolucionario Simón Casas, empresario de la plaza de toros de Nimes, en esta próxima feria que se avecina, como siempre, intenta sorprendernos como otrora hiciera, siempre, para el bien de la fiesta. Allí, en semejante coliseo, se han dado cita los carteles más representativos, enigmáticos y curiosos que jamás aficionado alguno pudiera soñar. La pena es que, Simón Casas es francés y, el taurinismo español, le mantiene a raya; es decir, en una fiesta arcaica y obsoleta, como son las estructuras de la misma en todo el territorio español, es altamente preocupante que, un tipo como Simón Casas haga las cosas pensando en el aficionado. ¡ Menuda paradoja¡ dirían los taurinos españoles.
Este año, el plato fuerte, la sensación de dicha feria se llama Víctor Méndes. Casas ha hecho posible que, el lusitano, reaparezca por un día para celebrar sus veinte años de alternativa. Que reaparezca Méndes es una buena noticia pero, lo es mucho más que lo haga con caracteres de hombre importante en la profesión, haciendo gala de la honradez profesional que le caracterizó, todo ello, para matar los toros de su compatriota JOAO FORQUES DE PALHA.
Esta reaparición, como tal, tiene una lectura importante. Victor Méndes, el que ha ganado una fortuna con su valor, con su sangre, con sus banderillas y, por encima de todo, con su honradez, podía – y se lo hubiéramos entendido- para reaparecer por un día, aliviarse matando una borregada comercial y, salir del paso como tantos otros hacen a diario que, sin reaparecer, pero haciéndonos padecer, nos obsequian con verdaderas novilladas afeitadas, además, dándoselas de figuras. Hecha esta matización, quiero volcarme con el evento de este bravo torero lusitano del que, seguro estoy, Villafranca de Xira se siente pletórica de tener un hijo tan importante.
Reaparece Víctor Méndes para mostrarnos, una vez más, el camino de la verdad; es decir, cuando un toro y un torero se enfrentan y logran que una plaza de toros se estremezca, algo que, el portugués, lograra en Nimes en la fecha de su reaparición. Este plato fuerte que tendrá que saborear este diestro aludido, con toda seguridad, hará que la plaza de Nimes, una vez más, sienta la verdad del toreo como suya, no en vano, con toda seguridad, en la referida tarde, como explico, saldrá el toro y, al tiempo, todo un torero.
Nadie le regalará flores a Víctor Méndes por aquello de su toreo florido o de duende; por el contrario, todo el mundo claudicará ante la magnitud de su verdad que, lamentablemente, en las plazas de toros, se palpa muy de largo en largo. Digamos que, para lo son hincados, que cualquier toro puede herirte, por pequeño que sea. Lo triste es que, con la de borregadas que nos obsequian, ese peligro no aparece por lado alguno. Como explico, vuelve Méndes para explicarnos esa verdad tan inusual como mágica; esas sensaciones que su toreo propiciaba y, por encima de todo, esa forma de banderillear que, con toda seguridad, la historia tendrá que reconocerle, pese a esos graciosos que, vestidos de figuras, quieren poner banderillas y hacen el ridículo cada tarde. Entre oras muchas cosas, allí, en Nimes, en la fecha de reaparición del diestro lusitano, deberían de congregarse todos esos matadores que quieren poner banderillas y, con este diestro, lograrían contemplar la más bella lección en este arte.
Loa para Víctor Méndes, un hombre importante, un torero a la antigua usanza y, por encima de todo, alguien que se llevó un dinero justo, como justa resultó ser su carrera plagada de verdad y de torería. Y, para colmo, con Víctor Méndes, estamos hablando de un señor fuera de los ruedos, un hombre culto al que, con toda seguridad, envidiaran tantos de los que se visten de luces que, jamás le harán sombra, ni como torero ni como hombre.
