Se necesita un milagro, era la frase más extendida entre los aficionados al fútbol, para que España se clasificase directamente para la Eurocopa. Al final, lógico, no hubo milagro. Sin embargo, en esto de la fiesta de los toros, no hace falta un milagro, hacen falta un montón de milagros. Tan necesitada está nuestra querida fiesta de la ayuda divina.
 Y está necesitada de ayuda divina, pues aquí en la tierra, los que tendrían y tienen la obligación de recomponerla, no están por la labor. Se coreaba en la plaza ¡ladrones, ladrones! y a ello había que añadir, también, ¡imbéciles, imbéciles!. No es posible que la fiesta haya derivado en tanta imbecilidad y de lo otro, ladronicio, también.
 Decíamos, que hacen falta un montón de milagros y en esta corrida de feria, hicieron falta casi todos los que necesita esta decadente fiesta que tiene pinta de durar, a este paso, poco más de dos telediarios. Sin la ayuda divina, sólo un telediario le queda. Y los responsables tan tranquilos, tan imbéciles ellos, echándole la culpa, maledicientemente, a ese sector de afición que solo vienen a reventar. ¿a los toros del Puerto de San Lorenzo anunciados, también los reventaron ellos?. Como en esta gente no cabe la seriedad, por ello, solo cabe la imbecilidad.
 Hace falta un milagro... para que por toriles salga una corrida digna de respeto y con las suficientes fuerzas como para aguantar el peso de la lidia. Lo que ha salido hoy, 10 toros, ha sido una auténtica basura, unos escombros propios de un derribo.
 Hace falta un milagro... para que la suerte de varas sea una suerte y no una desgracia. No cabe esperar que los picadores y los matadores que se lo consienten, hagan de este tercio una auténtica pantomima o una carnicería. Una cosa u otra, todo menos la suerte en plenitud.
 Hace falta un milagro... para que los Sres. Lozano se vayan a su casa, tras el estrepitoso fiasco y degeneración en el que han convertido los festejos en Madrid. Solo les importa los precios baratos del ganado basura que traen, a sabiendas que no es ese el ganado que se merece la fiesta y Madrid. Hoy hasta su toro de Alcurrucén, pura basura; esa basura a la que se suelen apuntar.
 Hace falta un milagro... para que la Comunidad de Madrid y el Gobierno en general, tomen cartas en este asunto, salvo que lo que quieran es igualarnos del todo con Europa y para ello haga falta la desaparición de las corridas de toros. Si es así, háganlo por lo directo y no permitan que tanto golfo se lo lleve crudo a costa de la buena fe de los que pagan sus localidades.
 Hace falta un milagro... para que en el palco se sienten presidentes que ante todo sean aficionados. Se presenten como tales, se comporten de igual manera, que hagan del Reglamento bandera, que no se dejen influir por el taurinismo y, en resumen, protejan las carteras de los espectadores que han comprado una entrada. Si además son policías, como son, mayor razón para defender al que paga y sistemáticamente estafan.
Hace falta un milagro... para que tanta prensa vendida y montada en el mismo carro del triunfalismo en el que viven los que mejor viven de esto, sea prensa libre y que actúe con absoluta honestidad. No lo harán, eso vende poco y no les llegaría para comer. Lo que pretenden ellos es seguir comiendo bien de esto, allá penas si para ello tienen que participar de la farsa y ser unos farsantes más.
 Hace falta un milagro... para que la afición siga acudiendo a la plaza, a la vista del penoso espectáculo que le ofrecen. La paciencia tiene límites y como se ha visto hoy, un toro inútil, otro inválido, otro tullido, etc. Pero al cuarto, todos los espectadores ya habían perdido la paciencia. Ya no hacían falta los del pañuelo verde, todo el mundo sabía que le estaban engañando y estafando en la buena fe otorgada a los organizadores.
 Y fue tanta la necesidad de un milagro, que al final pudo hacerse realidad.
 Hizo falta un milagro... para que la espeluznante cogida de Juan Diego no tuviera fatales consecuencias. No se lo merecía quien tuvo que padecer el recibir cinco toros para no poder torear, por también invalidez, ni los dos que tuvo que estoquear.
 Hizo falta un milagro... para que un torero de plata diera la lidia adecuada a un toro, corriéndole a una mano con torería y prestancia. El Boni, una vez más, despertó a los espectadores de su hastío y recibió una ovación de lujo.
 Hizo falta un milagro... por último, para que un torero de verdad -al margen sus afiladas patillas- tuviera la disposición, torería, valor y sentido del temple como para obtener de otro tullido un ramillete de naturales, tan naturales como su naturalidad, obtenidos con el valor auténtico y refrendarlo con una estocada a ley -aunque trasera- que hizo rodar sin puntilla al burel. Una oreja que Serafín Marín se ganó por su saber estar en la plaza a la que tanto respeta. Respeto que le es reconocido por su afición.
 Toreaba también Luis Miguel Encabo, pero no estuvo. Estar si estuvo, pero estuvo mal y con el estoque peor.
 Como ven, queridos lectores, hacen falta demasiados milagros para arreglar este desaguisado. En fútbol lo tiene más fácil, con ganar al que le pongan ahora, arreglado. En los toros, más que hablar de los que pongan, hay que hablar de los que hay que quitar.