Sí señores, voy a ver a Curro Díaz, quien desde aquel 31 de mayo del 2004, en la Monumental de Las Ventas, me impactó por su expresión torera, que trascendió guiada por la mágica senda del poder del sentimiento que atesora, y que logra conmover y avasallar el espíritu del diletante taurino.

El arte presupone fundamentalmente honestidad en quien lo intenta crear, y cuando aparece, el argumento de vital importancia que debe estar presente es la naturalidad… esto es, nada de falsas poses, que sólo consiguen alejarlo e imponer lo apolíneo, logrando que esté por encima de todo, y entonces, lo que se concrete, siempre será bonito… muy bonito, no obstante, ahí quedará para que la gente preocupada más por las cuestiones de forma que por el contenido, se regodee afirmando, que ha sido una gran faena de belleza radiante; sí eso puede ser, incluso es muy posible que se logre ese grado de belleza que deslumbre momentáneamente como esos fuegos artificiales, pero al fin y al cabo, la frivolidad será lo único que le acompañe y por la falta de profundidad, de sustento, pronto acabará en el irremediable olvido.

Este no es el caso de Curro Díaz, si bien es cierto que posee una estupenda técnica y el inobjetable valor del que los toreros hacen gala, el sentimiento que atesora es implacable, y es por eso, que cuando se conjuga el poder que da la técnica, con el aguante para mandar al toro y trazar pases con ambas manos, se acrecienta todo en proporciones inenarrables, cuando el poder del sentimiento asume la potestad, y entonces la creación artística, que si bien va acompañada de la irradiante luz que da el sol del artista, trasciende avasallante en los espíritus de los que ahí, están siendo testigos de la hazaña que se está gestando, como una auténtica obra de arte taurino.

Por eso voy a ver a Curro Díaz, porque sin falsas poses, sin andar pretendiendo ser ni autonombrándose artista; simplemente lo es, porque así nació… porque ese ha sido el mejor regalo que le ha dado Dios, y cuando la inspiración lo inunda, todo está dispuesto para que oficie en el inacabable templo del arte taurino.

Sí… es cierto, no todos los días se puede ver a un artista crear, pero yo voy con la ilusión de que este sea el tiempo y espacio precisos, para deleitarme con una de sus imponentes creaciones toreras.

¡Voy a ver a Curro Díaz!... y ya les contaré.