Asómate a la ventana... ay, ay, ay. Asómate a la ventana de la televisión y verás... y verás la decadencia, la vergüenza y el tinglado fraudulento en que ha quedado la antiguamente llamada fiesta nacional. Asómate.
Uno, que se abstiene por completo de presenciar bodrios y trampas, tiene colocado el televisor de su casa, de tal manera que está en el paso de las idas y venidas. Y siempre hay alguien que me llama y me dice que televisan una corrida (?) de toros. Por inercia, y también por conocer si hay Torero -con mayúsculas- en el cartel, pongo el televisor y comprobado que no hay Torero en el cartel (es prácticamente imposible que lo haya, pues casi no hay y, los que hay, no los ponen en ningún lado, mayormente para no desentonar con el bochorno y no dejar en pañales al resto de actuantes), sigo con el resto de mis actividades; eso sí, sin desenchufar la caja tonta. Más tonta que nunca, pues a lo que no se ve, además se añade lo que hay que oír.
En estos festejos, que no veo, que es imposible que nadie que ame el toro y el toreo los vea, se celebran gozosas parodias de lo que fue nuestra más querida fiesta. Todo aderezado con el beneplácito del palabrero de turno, con su triunfalismo incluido. Por allí no se sucede nada digno de mención y ya que no se dedican a lo único sano que podían, y debían, de hacer, que es denunciar la vergüenza fraudulenta de las reses que se lidian, lo mejor sería el silencio. Pues no, se pasan dando lecciones magistrales de lo que saben y de lo que no, pero todo al margen del bochornoso espectáculo que se está retransmitiendo.
Comprobado está, aunque no existan niveles de audiencia o estadísticas que lo digan y publiquen, que estas retransmisiones no las ve nadie, del mismo modo que no van a las plazas. Es curioso lo de los niveles de audiencia, pues de ellos nunca se ha dicho nada. La televisión pública, por inercia, deja que se retransmitan festejos hasta de sitios inverosímiles como Roquetas de Mar, que como todos ustedes saben es plaza de renombre universal. No hay control ni de la calidad ni del gasto, mucho menos de la autenticidad de lo que va a suceder y uno se teme que alguno se lo lleva crudo. Las autonómicas, lo hacen por presumir, por alardear de estar al tanto de lo que sucede en su región, pero también se asan pollos y se hacen paellas y no retransmiten ni uno solo de esos acontecimientos. Cierto es que en ellos no hay barrera donde sentarse. Será esa la cuestión.
En resumen, esos bochornosos espectáculos sólo los ven en las residencias de ancianos -será por no poderse mover- y los hogares de jubilados, pero no los mayores de 65, sino los más talluditos de 80; los de 65 todavía tienen capacidad para haber conocido otras cosas y elegir. Esa es la audiencia. Nadie al día siguiente te habla de haber visto la mal llamada corrida. No lo quieren decir las televisiones, pero estas retransmisiones son una ruina.
Hay excepciones. Mientras paso en mi ir y venir, alguna vez veo un toro y el respeto que ello supone. Y me paro, me paro en seco. A veces, hasta me siento. Y es que contemplar lo que un hombre de luces hace delante de un toro, sí es digno de verse. Pero no crean que después del verano que llevamos lo he hecho muchas veces. Solo dos, como todos los años. Las que corresponden a Cenicientos y Bilbao. Sale un toro de verdad y produce el interés. Cuanto se hace tiene valor y fundamento y a ello si se le puede dedicar atención. No obstante no se pueden ver completas, pues los comentaristas son los mismos triunfalistas de otros días y como no se callan, se les ve el plumero. Si el toro de ese día, dicen, tiene respeto, lo de los otros días qué eran: una mierda. Pues no lo dijeron. El día que hay toros de verdad es peor, pues se les ve de que pie cojean. Se les ve al servicio de quienes están el resto de los días. Hablar claro, es decir las cosas como son y si las dijeran, sus televisiones no retransmitirían los festejos, esos en los que ellos ganan dinero por largar comentarios a los telespectadores. O sea, rollos o mentiras.
Se han visto toros mochos, pero no mochos normal, sino muchomochos. Se han visto escuálidos, cual sardinas sin carne, como el de Rivera Ordóñez en El Puerto; orejas y rabos como a Manzanares en Alicante, -dicen los enterados que tambien estaban mochas las orejas y hasta el rabo-, lo creo por como estaban los pitones ese día. Se ha visto, se ha oído a un comentarista decir ante unos pitones vergonzosos, “Por algo decíamos que era cornicorto”. Todo muy edificante. Como para sentarse delante del televisor, habiendo cosas infinitamente mejores y menos contaminadas. Por eso querido lector, yo te recomiendo que te dejes de televisión taurina y Asómate a la ventana... de la vida. Por tu salud, ni veas ni escuches esos programas, merece la pena.