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S.I.03 - ¡¡QUE VIENEN, QUE VIENEN!! |
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¡¡Que vienen, que vienen!!. Te lo dije, Ernesto, te lo dije. Te advertí y no me quisiste hacer caso. Que si es un cartel de interés, que si Jesulín es distinto, que si de Morante te han dicho... Te lo dije, dos mataos. Sin embargo, no decías nada de Iván García y ese es el problema, que sólo hacéis caso a lo que conocéis y en eso se basan los que de esto hacen negocio. Sin conocimiento, ni conocimientos, no se puede tener criterio y sin él no se puede discernir. Para elegir hace falta conocer y eso -dicen los taurinos- ¡jamás!. Público como vosotros, Ernesto, son lo que ellos quieren. Cuanto más os cuenten de ellos, mejor. Esa es vuestra fuente de alimentación. Pero enseñar, lo que se dice enseñar, nada. Existen toreros, te lo he dicho cien veces, mejores que los que actúan en todas las ferias, pero esos no son de los suyos y los ocultan deliberadamente. Los suyos, son esta panda de pegapases tristones y pesaos que nos martirizan una vez sí y otra también. Lo siento por ti , Ernesto, de veras, pero tenéis lo que os merecéis. Queréis figuras, pues figuras tenéis. Que luego llega Madrid y se les ve el plumero, pues nada, tenéis una fácil solución: irte a vivir a cualquier otro lugar de España. Seguro que por ahí -ciegos y sin oposición- disfrutáis todos, espectadores alegres y toreros de medio pelo. Allá vosotros. Como no podía ser de otra manera, ambos dos, fracasaron de forma total. Uno con sus ventajas y lejanías y otro con sus posturas cañí, dejaron muy alto el pabellón. El pabellón al que pertenecen, el pabellón de los pelmazos. Para próximas ocasiones, Ernesto, tú serás el primero en decir ¡¡que vienen, que vienen!! y sacarás entradas del cine, del teatro o del fútbol, pero a la plaza no vayas jamás. La cara que llevabas a la salida reflejaba esa realidad. Y mira que te dije que si querías ver torear, te vinieras hace veinte días a ese pueblo de Alicante llamado El Rebolledo, donde sí, -no te rías, ahora ya has visto lo que dan de sí los tuyos- se produjo el milagro del toreo en manos de El Inclusero. Pero estaba en la plaza un joven torero llamado Iván García y éste no pertenecía al grupo antedicho. Está verde todavía, pero su tesón y en muchos momentos buen toreo hicieron que los espectadores pudieran disfrutar algo. Todo estaba a favor, Ernesto, tras los fracasos, él tenía la ocasión de complacer a tanto público asistente al festejo y le jaleasteis, unas veces con razón y otras con menos, pero que a él le vino muy bien. Observa que en el primero prácticamente le ignorabais, por desconocido más bien que por torero, pero se le ignoró. Fue en el último, cuando os sirvió para reivindicar la tarde y le aplaudiste a rabiar. Como te he dicho, no es que se le regalaran aplausos, pero se le aplaudía todo y todo se le puso a favor. Lástima que al final lo emborronara con la espada -que lo emborronó pues quedó muy baja en el segundo intento- ya que la faena había calado en muchos momentos incluso en la afición. Y la afición es muy suya, si señor, y no perdona estos borrones. Al final, la soñada oreja. Soñada por el torero, pero soñada también por todos los que fuisteis a ver a un par de famosillos y os encontrasteis con que esos famosos se desvanecen al contacto con la arena de Las Ventas. Y es que son como el humo, nada. La oreja era lo importante para salvar la tarde, esperemos que también la temporada de este nuevo matador que, lo primero que debe hacer es aprender a matar, pues lo hace con técnica muy deficiente. Te digo Ernesto y digo, también, a los lectores que las orejas este año son de azul purísima y oro, ya que así han venido vestidos los que las han cortado. Tanto Serafín Marín como Fernando Robleño lucían ese color en sus ternos, e Iván debía de saberlo. Ahora ya pueden tomar nota el resto de espadas que tienen que actuar. Se visten de purísima y oro y oreja al esportón. Eso sí, a excepción de alguno que aunque se vista de seda..., ni orejas ni nada. De esos hay que guardarse y proclamar a los cuatro vientos ¡¡que vienen, que vienen!!.
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