No se las razones; pero si se que, la auténtica realidad es la que vemos y, respecto a lo que a la carrera de periodistas se refiere, de forma concreta en las grandes ciudades, es la que priva entre un gran colectivo de estudiantes. La causa me parece hermosa; la realidad, desdichadamente, es otra. Intentaré explicarme.
Leía yo hace unas fechas un dato tremendamente alarmante, al respecto de la profesión de periodistas; más que alarmante, digamos que lo mejor sería calificarlo como de dramático. Decía el medio en que leí la información que, en Madrid, sólo en la capital, dieciocho mil personas han terminado su licenciatura como periodistas. La cifra, como tal, me alarmó; y me causó mucha tristeza, no puedo negarlo.
En la universidad, como se sabe, abordar aquello de las ciencias de la información, como se demuestra, es una salida fácil para cualquier estudiante. En honor a la verdad, los años de estudio son muy duros y, la mejor manera de quitarles dureza es abreviarlos. Esta carrera, como se demuestra, es relativamente sencilla, de ahí que haya tantos candidatos a ocupar un puesto en la información. Claro que, lo que nadie les explica a los universitarios son las verdaderas posibilidades que puedan tener de éxito, una vez concluida la licenciatura. Y es algo que se debería hacer; no es bueno que la gente viva y estudie engañada; luego, cuando se palpa la realidad, vienen los fracasos.
Por lo que veo, la universidad, en vez de ser una ventana hacia el mundo laboral no es otra cosa que, ante todo, una “cárcel” donde se recluyen a los jóvenes para, de alguna manera, albergarles infundadas esperanzas que, al final de la contienda, se quedan en las lógicas decepciones, caso de la salida como periodistas de las facultades. No es bueno que se mentalice a los jóvenes diciéndoles que todo el mundo debe de estudiar una carrera; y lo peor no es eso: lo triste es que, a nadie le explican que, una titulación universitaria es, ante todo eso, un título que, en un momento determinado le puede servir al que lo tiene, ante el que no lo tiene, pero nada más.
Siempre es positivo el grado de cultura que todo el mundo pueda adquirir; unos en la universidad y, otros, quizás los más, en la calle. Un título, recordemos, jamás será el “salvoconducto” que te lleve hacia el mundo laboral, nada más cierto. La primera base del estudiante debería ser, o se le debería de concienciar que, elija la carrera que prefiera, ésta, en los tiempos actuales, jamás será la meta como tal. Conozco demasiados seres desdichados que, tras haber logrado la licenciatura, ilusionados en su quehacer, no san sabido afrontar la brutal realidad que la vida les ha “obsequiado” y, viven su desdicha, su pena tremenda al sentirse inútiles en su profesión. Y no es eso. La vida es como es y no como a todos nos gustaría que fuera. Se de médicos que ejercen de cómo carteros; abogados que son administrativos en empresas; periodistas que son mensajeros; ingenieros que desempeñan las funciones de mecánicos; y mil y una profesión de las que nada tiene que ver con lo que se ha estudiado.
Es bueno ser titulado; a nadie le amarga un dulce. El título debería ser como una base, una formación más del individuo; pero ay de aquel que lo vea como meta, puesto que, su fracaso, puede ser de estrépito. Al respecto, conozco a hombres y mujeres que, siendo periodistas titulados y no poder ejercer como tales, les ha producido una desazón tan grande que, por ahí andan, arrastrando sus miserias. Y eso no es bueno; sentirte fracasado teniendo dos manos es algo horrible. Lo que tenga que ser, irremediablemente, será; pero mientras tanto, hasta que llega la hora, todos deberíamos descubrir el gran horizonte que se cierne sobre nuestras vidas y, si no es posible ejercer como periodista, hay miles de trabajo dignos, todos, antes que vivir presos de la desesperación y bajo la sombra del fracaso.