El fútbol es, genéricamente dicho, la gran terapia para millones de seres en este mundo que, de no ser por el deporte balompédico, muchos, terminarían con sus nervios destrozados, razones lógicas para que, desde siempre, eso de que una pelotita se mueva perseguida por veinte hombres, ello tiene su encanto y, además de todo, su lógico apasionamiento. La gente se identifica con unos colores determinados y, esa ilusión, es la que les hace vibrar y, ante todo, cada domingo, poder soltar la adrenalina que tienen que reprimir, bien en casa o en el propio trabajo. Convengamos que, las criaturas mortales, todos, somos esclavos de nuestra propia vida, de nuestro trabajo y circunstancias y, es en la cancha del fútbol donde, todos, sin distinción, se sientes libres. Alabado sea Dios que, a través de este deporte, la gente encuentra libertad.
Nadie sabría explicarnos, con lógica, los motivos por los cuales cada español, suele “militar” en las filas de un determinado equipo. Pero es una verdad que aplasta. Están, obviamente, los que nada les importa este deporte y sus consecuencias, aunque, cierto es, son los menos. Los gobiernos de las naciones deberían de darle las gracias al que inventara el fútbol puesto que, gracias a este deporte, la gente piensa mucho menos de lo debido y, por ende, el sufrimiento es menor. Claro que, sentir unos colores, también tiene su parte dramática, máxime, cuando “tu” equipo va perdiendo.
La identificación de todos y cada uno de los españoles amantes de este deporte, es algo inexplicable. Según dice, es el Real Madrid quién tiene más seguidores; los del Barcelona, según su criterio, se apuntan este éxito; el resto de los equipos, se apaña como puede y, todos, en la escala que fuere, tienen sus adeptos, casi siempre, en el ámbito localista puesto que, si eres de Huelva, por citar un caso, es lógico que seas partidario del Recreativo. Digamos que, salvo los equipos grandes, el resto de los clubes tienen sus seguidores pero siempre en un segundo plano. Cierto que, los aficionados de Gijón, todos, sin distinción, tendrán sus colores en el ámbito nacional aunque luego, claro, militen en las filas del Sporting, nada más lícito.
Pero yo quería versar sobre el Atlético de Madrid, ese club que aglutina a miles de personas por toda España y que, ante todo, tiene, en Madrid, la legión de seguidores y abonados más fiel del mundo. Esa afición, la modelo por excelencia, debería tener – y ahora lo tiene- más satisfacciones que las habituales. Quizás. – sin quizás a fin de cuentas- la idiosincrasia de este club es la que conforma más penas que alegrías y, cuando éstas llegan, el sabor que tienen es algo especial, caso de ahora mismo en que, desde ayer, el Atlético de Madrid, es ya equipo de la primera división del fútbol español, algo que, la zaga rojiblanca celebró con entusiasmo en la fuente de Neptuno, en la plaza que lleva el mismo nombre.
El estereotipo de cada afición nos dice que, por ejemplo, al Real Madrid se afilian los ricos, los triunfadores, los que, de alguna manera, con estos colores, quieren ser partícipes del éxito del grande, no en vano, ellos, sus seguidores, como explico, todos sienten de este modo a que aludo. En el Rayo Vallecano, por citar otro club de Madrid, sus socios y seguidores no son otros que, aquellos obreros honrados de Vallecas que, con la ilusión de ganarle al grande, con ello, viven felices; al margen de que, con su apoyo, prácticamente, han conseguido que su equipo vaya ascendiendo, dejando, para otros, los puestos de descenso. El Sevilla y el Betis, los dos clubes de la ciudad Hispalense, sirven para la división futbolística de la ciudad, formando, de este modo, ese codo con codo que les hace vibrar a los unos y a los otros, de forma concreta, cuando se enfrentan entre sí. Los gallegos, por citar otra afición, entre deportivistas y celtitas, riñen y dirimen su poderío, aglutinando, entre las dos ciudades, a la práctica totalidad de la afición gallega. El Celta y el Deportivo, por sus logros, además de sus seguidores naturales han logrado, entre la afición española, legión de seguidores, de forma concreta, cuando se han enfrentado a equipos europeos en que, España, lógicamente, ha vibrado con estos equipos.
Como estamos comprobando, en cualquier equipo encontramos la causa efecto de sus “militantes” y, sin embargo, los aficionados del Atlético de Madrid son un mundo aparte. Allí, junto a los colores colchoneros, se aferran gentes de muy distinta clase social; ni ricos, ni pobres; sólo atléticos. Yo diría que, ante todo, los simpatizantes de este club forman un mundo especial dentro del mundo futbolero. Ante todo, ahí están las pruebas, para ser del Atlético de Madrid se necesita un corazón a prueba de bombas puesto que, domingo tras domingo, se puede morir de infarto con los resultados de este equipo. La capacidad de sufrimiento y las reacciones de sus seguidores, dignas de loa, merecen la mejor de las suertes. No existe otro equipo en el mundo en que, militando en la segunda división del fútbol español, su estadio se llene, un domingo sí y otro mucho más. Y ha sido ahora, en estos dos años del infierno de la segunda división cuando, la afición colchonera, ha dado la gran medida, digamos todo el cariño que se puede sentir por unos colores deportivos. ¿Quién milita en estas filas para demostrar tales lecciones? Militan, ante todo, una serie de hombres y mujeres que, convencidos de lo que aman, practican una especie de “religión” muy difícil de explicar puesto que, los ejemplos atléticos, como se demuestra, trastocan las normas del triunfador que, como tal, se aferra a los grandes clubes con tal de verse reflejados en dichos espejos. Lo que reina en el Atlético de Madrid es pasión, calor, esperanzas, sueños, quimeras – algunas inalcanzables- y, ante todo, la ilusión por lograr lo que casi siempre pasa, la meta inalcanzable. Fijémonos que, hasta para lograr el ascenso, ha tenido que ser de carambola – hubiera ascendido en la semana próxima- y, al perder el Recreativo contra el Leganés, este equipo, que el pasado año fuera el verdugo del Atlético, el que le impidiera subir a la primera división, en este año, ha sido su “hada madrina”. Siendo así, si de efemérides tenemos que hablar, el 28 de abril del 2002, será otra fecha inolvidable para el Atlético de Madrid y su grandiosa afición. Seguramente, alguna parte de culpa del este éxito, - yo diría que mucha- la tiene el maestro por excelencia, es decir, Luis Aragonés que, al margen del dinero, una vez más, supo sentir los colores del que fuera su equipo de toda la vida y, afrontó, con gallardía, la tarea de entrenar al equipo colchonero, siempre, a sabiendas de que, trabajo al margen, al suerte siempre le resultó esquiva al club madrileño. Sea como fuere, Luis y su equipo, han sido capaces de darle a su afición, la dicha, el lujo inmenso de, una vez más, en la próxima temporada, competir junto a los grandes.