Las siete orejas en una corrida que no fue picada, con la que finalizó “apoteósicamente” la feria del Señor de los Milagros 2006, llevó al borde del paroxismo a los aficionados y críticos limeños que salieron “toreando” de la plaza pero planteándose una duda que considero peligrosa para el futuro y supervivencia de la fiesta brava: ¿Es necesario el tercio de varas?
Lo que en otros tiempos hubiera sonado a herejía taurómaca, hoy se plantea cada vez con más frecuencia sin que exista corriente de opinión suficientemente fuerte que deje claramente establecido que es una necedad. Sin tercio de varas, la fiesta perdería su razón de ser y dejaría de existir, pues es allí, en el tercio de varas, donde se aprecia, aquilata y disfruta la bravura del toro, su genio y temperamento, las calidades y defectos de su embestida todo lo cual importa al aficionado para poder evaluar, en justa medida, la lidia del matador. Que se ejecute mal, como efectivamente se hace, es cosa censurable que siempre he criticado y de la que me volveré a ocupar mientras Dios me de vida. Pero, contra lo que muchos piensan, es el toro y no el torero el gran protagonista de la fiesta. El torero, antes de buscar su propio lucimiento, debería destacar las calidades del toro. Desafortunadamente, no lo entiende así gran parte del público que acude a la plaza sólo a ver al torero con lo cual, aunque haya pagado la entrada completa, aprecia el espectáculo a medias.
Medir la bravura del toro es la única y principalísima razón del tercio de varas en la actualidad. Otras, consideradas importantes en el pasado, como la de restarle fuerza y ahormar al toro para la lidia, devienen obsoletas luego del trabajo de selección realizado por los ganaderos que han logrado suavizar asperezas del toro bravo para obtener un producto que sale al ruedo fabricado a gusto de las figuras: justito de fuerza y perfectamente ahormado para embestir humillado a la muleta. Toro “artista” le llaman.
También existe una cuarta y absurda razón, producto de la sinrazón y del interés de quienes viven del toro: Al toro hay que hacerle sangre, hasta la pezuña, para que se descongestione del estrés que le produce la lidia que le puede ocasionar un infarto cardiaco. ¿Puede haber mayor tontería? Con este criterio y el mismo propósito, sería recomendable se le rompiera una ceja al boxeador antes de subir al ring. ¡De locos! Lo cierto es que nadie le ha preguntado al toro si está de acuerdo con tal filosofía, como nadie se lo ha preguntado al boxeador por temor de perder algunos dientes. No señores: Al toro se le pica por otros motivos que nada tienen que ver con el estrés y el infarto; si así fuera los seis toros de Puga que no fueron picados en la ultima corrida de la feria del Señor de los Milagros 2006 habrían quedado patitiesos por infarto; lejos de eso hicieron largas faenas y no acusaron los efectos de estrés alguno.
Veamos cómo reaccionaron algunos periodistas locales frente a las siete orejas de la corrida sin picar.
El Marques de Valero de Palma, simpático y eufórico comentarista valenciano afincado desde hace muchos años en Lima, escribió en la revista Caretas: "Los toros de Roberto Puga formaron un encierro muy parejo y extraordinariamente bien presentado. Brilló la nobleza casi siempre. Embestían y repetían sin parar. Muy buenos para crear toreo de calidad a pesar de quedarse todos ellos sin picar. No Importa. Todo lo contrario. No estamos en época de Paquiro en que lo normal era que cada toro recibiera más de nueve puyas. Lo ideal seria que desapareciera la puya para siempre y la fiesta de los toros, entonces, seria vista hasta en Nueva York."
Raúl Aramburu jefe de la página taurina del diario Expreso publicó un artículo con el titulo: “La importancia del tercio de varas” en el cual intenta demostrar porqué el tercio de varas ha dejado de ser importante. ¡Vaya paradoja!
Manuel Gonzáles “Cachi”, en su programa radial Afición, dijo que quienes defienden el tercio de varas se han quedado en el Cossio (véase la similitud con lo opinado por Valero de Palma respecto a Paquiro).
Magaly Zapata en Mundotoro y el diario local La Primera puso por los cielos la ganadería de Roberto Puga mientras que en su programa radial Tertulias Taurinas tuvo como invitado especial al ganadero quien se despachó a su gusto en un monólogo en el cual hizo apología de su ganadería argumentando entre otras cosas que, quienes exigen que el toro sea picado, se han quedado en el siglo pasado (¿Me estoy volviendo suspicaz o el argumento se está convirtiendo en letanía?) y no han consultado los más de 50 libros que sobre la bravura del toro se han escrito en los últimos tiempos, en los que claramente se establece que la bravura se mide en la forma como embiste el burel y la cantidad de muletazos que da. Dijo también que sus toros no salen al ruedo a rendir examen porque él los cría bravos, lo que en otras palabras significa: “Mis toros son bravos bajo palabra”. Vaya, vaya....Hay que reconocer que tiene más cuajo que sus toros.
Por ese camino y tomando un poco a broma lo expresado por tan distinguidos taurinos, podríamos también prescindir del toro –que siempre ha constituido una incomodidad para que el torero pueda expresar a plenitud su arte - y montar un espectáculo teniendo como atractivo el toreo de salón. Sería sensación no solo en Nueva York, en donde Radio City podría presentarlo a precios populares, sino en la Opera de Paris o la de Sidney, el Bolshoi de Moscú o la Scala de Milán según, claro está, la categoría del torero que, por razones obvias, no podría seguir llamándose matador de toros. Los aficionados a ese novísimo espectáculo acudirían a las salas de teatro para apreciar y aplaudir en todo su esplendor el arte del toreo de salón como quien acude a una función de ballet. Las figuras taurinas disputarían entonces las primeras planas con los más destacados representantes del arte de Terpsícore como en su momento fueron los bailarines Nureyev y Baryshnicov y hasta podrían competir con sus coreografías. Los aficionados, mientras tanto, quedaríamos arrinconados en nuestras casas viendo viejos videos de una fiesta que no supimos defender.
Es necesario evitar se desvirtúe la importancia del tercio de varas como ocurrió con otros momentos de la lidia en los que se fueron introduciendo vicios -como el estoque simulado- sin que nadie les hiciera “el pare” oportuno; enraizados como están hoy en la fiesta, nadie se escandaliza de su cotidiana presencia en los ruedos.
Es por ello importante, indispensable afirmo yo, que cada aficionado, que se ufane de serlo, se detenga un instante a meditar sobre el asunto aquí planteado para, con la seguridad que da el conocimiento, levantar la voz clara y fuertemente para emitir su opinión al respecto e impedir se perpetre un despropósito.