En el mundo del toro marcha todo al revés y, lo que todos vemos como blanco, los taurinos lo ven como negro y, el maremagno es tremendo. Ya, ni la propia autoridad, es capaz de arreglar nada. En el palco estaba el señor Lamarca que, él sabrá, consintió aquel desfile de inválidos en Madrid y, precisamente, en la corrida de la Prensa. Un cero muy grande para todos los organizadores y, si como se supone, les dejaron elegir a los toreros, está claro que, ya están opositando a figuras; mala cosa para unos que están empezando. Quiero pensar que, la organización, por aquello de facilitar el camino a los lidiadores, les dejaron elegir los toros, algo que, a fin de cuentas, me parece muy bien; contando siempre que, al final de todo, está la autoridad: quiero decir que, si ellos son tan necios que se traen una corrida desinflada, la autoridad, debería de haber impuesto su ley y, echarla para atrás. Pero, como se demostró, el amiguismo es tan grande que, aquí no dice nadie nada; y, lo que es peor, nadie actúa. ¿El damnificado? Como siempre, el público que ha pagado por ver un espectáculo íntegro y, se encuentra con la parodia.
Se lidiaron toros de “mil” ganaderías y, desdichadamente, se trajeron lo peor de cada casa; que se necesita ser muy torpes o muy vivos para elegir de semejante modo. En el fondo, los lidiadores, en el pecado, llevaron su penitencia. Y era un cartel justo, nadie lo puede discutir. Eran los toreros más destacados de la feria y, su inclusión, en esta corrida, parecía un hecho justiciero; quizás que, la intención, era buena; fueron los resultados los que fallaron. Pero debamos de convenir que, no se pueden elegir toros moribundos para una corrida y, mucho menos, para un festejo de mucho fuste y, en la plaza de Madrid. Si era signo de torpeza, apañados vamos y, si lo hicieron por tomarle el pelo al personal, vaya cuadrilla de ineptos.
Con semejante planteamiento, hasta lo poco bueno que intentara Serafín Marín, quedó disipado por las condiciones de sus enemigos. Nadie le negará el valor a este muchacho; como tampoco su voluntad inmensa por hacer las cosas bien; pero ese no es el camino. Y nunca lo será porque, Serafín Marín, como otros tantos, ha sido capaz de dar la cara en Madrid con el toro de verdad; llegar ahora, para enfrentarse a burros inválidos, me parece una insensatez.
Miguel Abellán, con su fama de guerrero, hasta se llevó otra voltereta; pero ésta sin el fundamento y reconocimiento del otro día puesto que, en esta ocasión, nadie le tomó en cuenta su gallarda forma de entender el toreo; y pudo llevarse la cornada. Pero no hay nada más triste que, sufrir un peligro y que no se palpe desde los tendidos.
Matías Tejela lo intentó desde todos los frentes pero, me temo que devolvió su triunfo anterior. Nadie se acordó de su salida en hombros de hace un “telediario” Para una corrida de toros, ante todo, se exige un toro y, si éste falla, la caricatura es tremenda. Y a Tejela le falló. Querer mantener una fiesta mediante signos de voluntad sin la grandeza del toro, ello, me parece mezquino. Si fueron ellos, los lidiadores, los que eligieron sus toros, como veedores, nadie les va a contratar y, como toreros, tras lo que hicieron, pocos meritos lograron.