Tras muchos años de democracia en España, o eso parece, uno creía ya superado el miedo a expresarse, a escribir. Más si se trata de publicar, de forma abierta y pública, opinión libre.
Hace muchos años supe que los niños no venían de Paris y que los Reyes Magos eran los padres. Ninguna de ambas cosas me produjo trauma alguno y, seguramente, era porque con descubrirlo no ponía en evidencia a nadie. Se trataba de metáforas que se aplicaban para tener engañados a los niños, por aquello de la ilusión, o por un cierto pudor y puritanismo que impedía explicar, claramente, que de la unión de un hombre y una mujer surgía el milagro de la vida. Hoy, a pesar de leyes inventadas, sigue siendo igual: un hombre y una mujer; quizás sea el momento de volver a montar esa fábula de Paris para algunos.
En pleno siglo XXI, en España, hay que andarse con ojo con muchas cosas. Uno que ha sido miembro de un equipo de auditoría, tuvo que emitir informes con relativa frecuencia y en ellos, además de reflejar los datos objetivos que se hubieran tenido que considerar, también se reflejaban otros de carácter subjetivo; eso sí, sometidos a la experiencia profesional y a la independencia con la que debe de contar el que con posterioridad ha de firmar. Lo mas importante de todo es la firma, pues es ella la que sustenta cuanto antecede.
Para algunos jueces, hacer exactamente eso que acabo de relatar, con una maniobra cuya legitimidad no voy a descalificar por faltarme los conocimientos jurídicos que se precisan, imputa y quiere empapelar a quienes firman lo que hacen (firmen el documento en la fecha que lo hagan). Curiosa forma de tomar por falsificación lo que no deja de ser mas que el ejercicio obligado de quien ha elaborado, con los fundamentos de su actuación profesional, el texto y las actuaciones que sostienen el informe. Cabrá decir que es erróneo, no conforme, incompleto, exagerado... y un rosario mas de calificativos; de todo, menos falso.
Da miedo escribir... en una dirección. Si se escribe (o mejor dicho, se firma) copiando lo hecho por otros, pero eliminando lo que no interesa a alguien; además se intenta borrar las huellas del registro por donde entró la actuación que se refleja en el informe y se le envía (se le cuela) a un juez que instruye un caso (el más gordo de la historia de España), con una sola firma (jurídicamente, al parecer, se precisa la firma de dos peritos) porque no hay nadie que quiera poner su firma en un documento amputado, entonces ese juez (el que iba en las listas del PSOE cuando le interesaba) a éste le da abrazos y le regala bombones. Por cierto, si la firma es lo más importante pues avala lo que antecede, ¿qué podía avalar éste que no había hecho nada mas que copiar... lo que le interesaba?. Este, que es el que tiene pinta de falsificador (y te das cuenta sin hacer la carrera de derecho ni nada), de momento, se va de rositas. Nadie en el grupo Prisa y adláteres le llamará nada malo... hasta que llegue el día... que tampoco se lo llamarán, pues seguirá siendo progre, salvo que se salga del guión y entonces... sí. Algunos ya saben de eso.
Esta película la hemos vivido antes y el final nos lo sabemos. Mucha conspiración, mucho ruido y muchos voceros de toda índole, pero los malos y delincuentes siempre están en el mismo bando. Para terminar en el Gal, repasen hemerotecas, todos los prisáicos y progres decían que eran muy malos los conspiradores. Menudos berridos pegaban según iban saliendo las pruebas de eso y de lo demás. Ese fue el momento de borrarme de ese bando... cuando vi que era una banda. Una banda que no reconocía sus fechorías y unos medios de comunicación que no cumplían con la misión de informar, sino de ocultar y arrimar el ascua a su sardina. Les faltaba independencia como para que yo les siguiera escuchando o leyendo.
Al contrario de cómo me sucedía años ha con los Reyes y los niños que traía la cigüeña de Paris, aquí hay gente que se empeña en mantener esas fábulas y, lo que es peor, ay de aquél que pretenda cuestionarlo. Pues ni los moros vinieron de Paris, ni de ningún lugar, ni se podrá mantener por mucho tiempo que los regalos de los trenes los pusieron los Magos. Para que los magos hagan magia precisan de manos, limpias en el caso de los padres, y ahora muy sucias. Y si, como pretenden, quieren seguir vendiéndonos esa metáfora, han de saber que no somos niños, aunque sea siempre su intención tratar como tales a sus votantes y al resto de los ciudadanos.
No hay que temer el saber quienes son los reyes magos, ni de donde vienen los bebés, salvo que el saberlo pueda destruir un mundo construido sobre ese engaño. En los niños dura unos años y finalmente acaba de forma feliz el descubrir la verdad. Si se pensara aquí, que el descubrir la verdad, fuera ese momento feliz para hacer justicia, nada deberían de temer. Pero temen u ocultan la verdad y, sin embargo, no podrán vivir siempre con las mentiras que no pueden sostener esa fábula. Me da miedo seguir escribiendo, yo no quiero ser ningún imputado, y es que este escrito, como siempre hago, lo pienso firmar. Nunca tuve miedo a conocer esas verdades de la vida, no comprendo muy bien la razón de que otros no las quieran conocer ¿o sí?.