Resulta que, cuando todos estábamos esperanzados por la carrera de Daniel Luque, de repente, dicho torero ó, mejor dicho, su entorno familiar, nos devuelve a la más cruda realidad. Y, lo que estamos viviendo y, por supuesto defendiendo, no es otra cosa que la integridad de la fiesta. Como vemos, nosotros, Opinionytoros, como medio informativo, luchando a brazo partido para que resplandezca la verdad; defendiendo las causas justas del toreo; ayudando a los que empiezan, promulgando la grandeza de todos aquellos que, cobardemente, por ser humildes, otros medios los callan; una amalgama de situaciones que, llevadas a cabo con honestidad y rigor, para nosotros, la actitud de Daniel Luque, nos ha dejado petrificados en lo más profundo de nuestra alma. O sea que, un muchacho como Daniel Luque al que cantamos sus excelencias por su triunfo en Madrid, por su torería, por su verdad y por sus buenas maneras como torero que, dicho sea de paso, nos llena de esperanzas, resulta que, en un pueblo de Salamanca, la criatura, consiente que su señor padre “invite” al ganadero para que afeite la corrida y, en caso de negativa, salir corriendo de Tamames, lugar donde iba a celebrarse la novillada.
Como es público y notorio, la novillada se celebró sin la presencia de Daniel Luque, prueba más que fehaciente de que, las ideas que tenían eran las que propusieron. Entendemos que, cualquier padre, para su hijo, quiera lo mejor; cualquier padre así lo haría. Y entendemos como lo mejor aquello de darle la mejor comida, que se hospede en los mejores hoteles, que lleve un automóvil de lujo; todo aquello que forma parte de la parafernalia del torero que, de conseguirlo, ovación para el padre. Ahora bien, lo que ningún padre debe hacer es, velando por los intereses de su hijo, engañar al público que ha pagado una entrada por verle. ¿Se imagina alguien al padre de Fernando Alonso trucando el coche de su hijo para que, de tal modo, corriera más y ganara de ese modo? Eso no cabe en cabeza alguna, por tanto, se equivocó el padre de Daniel Luque. Ahora, cuando vaya a Madrid, ¿pedirá en las Ventas que le arreglen los novillos? Poder hacerlo, puede, pero, ¿se atreverá a semejante majadería? Recordémosle al señor Luque que, en Tamames, el dinero de dicho pueblo, es de curso legal, exactamente como el que pagarán los aficionados de Madrid.
Convengamos que, hay cariños que matan y, el que siente el señor Luque por su hijo, a la larga, puede hacerle mucho daño. Este padre querrá mucho a su hijo, de eso no me cabe duda alguna pero, habrá que convenir el daño que, dicha decisión, le ha hecho a su hijo; por el momento, se ha quedado sin un apoderado de lujo como tenía que, a la postre, no era otro que Tomás Campuzano. Como vemos, los hechos nos demuestran que, Campuzano, no estaba por la labor del afeitado y, como hacía en su dignísima carrera cuando se vestía de luces, pretendía dignificar la fiesta y, de tal modo, por dicho sendero, lograr que Daniel Luque fuera uno de los grandes. Una vez más, un padre, se ha cargado la carrera de un hijo; la situación no es nueva puesto que, los padres, en casa, pueden hacer una labor importantísima; junto a los toreros, como se ha demostrado, lo pueden arruinar y, a las pruebas me remito.
Convendría decirle a este señor padre que, los taurinos, como los políticos, tienen sus “leyes” particulares y, el que pretenda interferirlas, se queda en la calle. Como diría un buen católico, el pecado está en el escándalo. Me explico. Se siguen afeitando toros todos los días; más de lo que la gente pudiera sospechar pero, como todo hecho punible de delito, hay que llevarlo a cabo en silencio, sin que se note. ¿Cuántas corridas vemos al año afeitadas? Un gran porcentaje, es la pura verdad; en algunas, las intuimos; en otras, las barruntamos y, en las más, comprobamos como sangran los pitones de los toros pero, como no hemos visto el “serrucho”, tenemos que tragarnos la sangre puesto que, sin las pruebas, jamás podremos hacer una denuncia legal. Nosotros, en nuestra casa, hemos denunciado haber visto pitones sangrando, prueba inequívoca de lo que decimos pero, de ahí a que, públicamente, a gritos, el toreo pida que se afeiten los toros, en realidad, hay que ser muy pobre de espíritu.
Posiblemente, dentro de este asunto, como siempre ocurre, quizás que, el menos culpable sea el propio diestro, a la sazón, Daniel Luque; pero la turbulencia del asunto, desgraciadamente, va con él y, esa verdad, es incuestionable. Seguirá teniendo ese padre que lo adora pero, se ha quedado sin un apoderado de lujo que, para su carrera, sin lugar a dudas, era el mejor sostén. Dios quiera que, semejante majadería, a fin de cuentas, la tomen como la más grande lección y, rociados de humildad, entonen el MEA culpa, enmienden el tremendo error y que, a su vez, Daniel Luque, siga teniendo oportunidades para demostrar el gran torero que lleva dentro.