Mis canas denotan el paso del tiempo. Cuando compruebas que has arrancado muchas horas del calendario, como una obsesión, pretendes hacer balance de tu vida. De joven, claro está, albergué muchas ilusiones. Si acaso me apasionaban las cosas materiales por las que lucha el mundo. Pero, poco a poco, en el correr de los años, una luz se encendió en mi alma. Pude lograr, a tiempo, que se encendiera esa luz en mi mente que me hiciera ver, que pudiera comprender que, luchar por la materia era tarea baladí, inútil total Todos los días de mi existencia tengo que darle gracias a Dios por haberme liberado del cautiverio que vive presa la humanidad. En este ataque de utopías, cualquiera podría pensar que no he luchado; luché, y mucho. Pero, ¿ saben qué?. Me distrajo la vida, sus gentes, mis amigos y todos los seres indigentes que pasaban por mi lado. ¿ Es esto un alegato para que la gente se olvide de sus lógicas ambiciones?. No, por Dios. Cada persona forma un mundo diferente; todos somos distintos y, lo que a mi me pueda fascinar, a otros, hasta les puede molestar. No pretendo concienciar a nadie; nada más lejos de mi realidad.
Vivimos en la era de las prisas; del sin vivir constante; no tenemos tiempo para nada y, hasta se nos olvidó amar. Es una corriente macabra la que nos arrastra y, quizás, no se las razones, pero nos hemos dejado llevar. No hemos sabido aferrarnos a otra cosa. Yo, de joven, recuerdo que viví la época dorada en donde el tiempo no tenía precio, por ende, cuando la gente era feliz. Llegó el progreso. ¡ Voila¡ Decían las gentes. Pero, esos mismos avances, esa técnica tan meteorita, tan depurada, tan eficaz, es la que ha matado al mundo. Como decía, no nos queda tiempo ni para el amor. ¡ Qué triste la existencia que hemos forjado¡. Yo, apoyado en mi bastón, miro a las gentes, palpo su infelicidad y me siento satisfecho de la vida que he llevado. Siempre tuve tiempo para todo: para el trabajo, para la lucha diaria, para el amor, para mis amigos, para mis seres queridos. Quizás supe administrar muy bien el paso de las agujas de mi reloj. ¡ Seguramente¡
En este balance de mi vida, un pobre viejo, un ser humano cualquiera, se confiesa ante el mundo. La vida me dio mucho más de cuanto le pude pedir. Tras tantos años de existencia, me siento querido por los míos y, quizás, hasta por los más. En el anaquel de mi alma guardo ese archivo inmaculado de lo que han sido mis vivencias y, me siento dichoso, feliz, muy contento de haber retado al mundo y a las circunstancias que me han rodeado. Me sobró tiempo para todo; nada de cuanto quise dejé por hacer y, me queda la dicha de que, a mi lado, muchísimas personas fueron muy felices. Bien es verdad que, hice cuanto amaba; o amaba cuanto hice. Y en el devenir cotidiano, hasta tuve tiempo para grangearme mis queridos enemigos, esos seres que, pobres todos ellos, no tuvieron otra cosa que rencor en sus almas. Ya lo dijo Brian Patt: “ Por tener, tengo hasta enemigos”. A este respecto, como diría Alfonso Navalón, a estas alturas de mi vida, ya casi no me quedan enemigos. Es una gran pérdida, ¡sí, señor¡.
Yo le diría al mundo lo que el mundo me enseñó. Que nos distraiga la vida. Que nos embelese el amor. Que no nos quite el tiempo la bondad. Que vivamos un poco a favor de los que más lo necesiten. Esta vida es muy corta, y lo dice alguien que ha vivido mucho, para que la desperdiciemos en cosas banales. Que lata el corazón; que vibre por tus semejantes y que, ante todo, recordemos siempre que, las cosas materiales las tenemos que dejar todas en este mundo. El alma, ésa sí se vendrá con nosotros. Luchemos, es obvio, pero luchemos con el alma. El cuerpo necesita poco; si acaso, de mucho amor, pero de nada más. ¡ Que nadie pierda el tren de la vida¡ Ya lo dijo Facundo Cabral: “ Si amas al dinero, a lo sumo, llegarás a un banco. Pero si amas a la vida, seguro que llegarás a Dios”. A mí, de forma humilde, lo confieso, me distrajo lo que amé: LA VIDA.