Esta gran dama de la canción española no precisa de más adjetivos que su propio nombre. Ella, de por sí solita, llena por completo el más grande de los escenarios del mundo y, a su vez, los corazones ahítos de placer que, con sus melodías nos transporta a ese mundo de los sueños en que, gracias a su voz, a su talento, todo es magia junto a esta irrepetible señora, cantora de las más bellas melodías que en el mundo se han escrito.

   Maria Dolores Pradera, un día, con su arte, paró el tiempo y se convirtió, por encima de modas y modismos, la reina permanente, la fiel intérprete de las canciones más lindas, escritas todas ellas por los autores más relevantes que en mundo han sido. A sus años, María Dolores Pradera, sigue enamorada de la vida, de sus gentes, de los escenarios y, el mundo, en sus actuaciones, le sigue rindiendo las mismas pruebas de cariño que el primer día. Generación, tras generación, María Dolores supo cautivar con su voz, con sus canciones emotivas en que, como explico, cuando no existe el tiempo ni la distancia, todo es magia pura, como nos demuestra esta cantante de la vida que, del amor y de sus vivencias, lo transformó todo en canciones, para uso y disfrute de todos los corazones capaces de vibrar, de sentir, de soñar y de vivir.

     Maria Dolores, la señora de la canción, la dama insustituible, ha visto como, al paso de los años, cantantes de mucho éxito, se apagaban como vela consumida. Ella, por el contrario, como ocurriera con la música clásica, es una estrella permanente que, a Dios gracias, nos sigue iluminando cada día con sus canciones. Podrá vivir cuantos años le dé Dios de existencia, pero nadie le podrá apear de ese estrado, de ese lugar reservado sólo para gentes de su humildad, de tu sentido creativo, de su arte y de su sentimiento. Cantar no es solamente pronunciar notas con la voz; para María Dolores, cantar en un estado de creatividad, de sentimiento puro que, sus canciones, las de siempre, así como las nuevas, arrebatan con su ternura, con la tersura de su voz, con el manantial de sus movimientos en que sus brazos, mecidos por los ángeles, acompasan las notas de sus guitarras y adornan sus deliciosas melodías.

     María Dolores es España, como a su vez, es el fiel reflejo de esa Hispanoamérica que todos consideramos como nuestra. Las canciones de Chabuca Granda, de José Alfredo , Alfredo Zitarrosa, Carlos Cano, Tomás Méndez, Solano, Simón Díaz y toda la lista innumerable de autores de aquende y allende, todos han sido interpretados por la gran señora de la canción que, a Dios gracias, para orgullo de los españoles, es patrimonio de nuestra alma.

    José Alfredo Jiménez dijo una vez que, a pesar de que le han cantado muchos intérpretes, nadie lo hizo tan bien, tan puro y tan mágico como nuestra María Dolores Pradera y, aquello, nos pareció hermoso puesto que, allí, en su México, José Alfredo tuvo, a su lado, la mejor intérprete del mundo, como fuera la gran Lola Beltrán.

    Vendrán, como digo, los cantantes de una época, algo que siempre ha pasado pero, a su vez, nadie ha podido destronar a la reina. Modas y modismos quedan enterrados en el tiempo cuando hablamos de esta señora irrepetible. Su voz, la que se quiebra a veces, la que se desgarra como ninguna, la que enmudece gargantas y ablanda corazones, con aires de terciopelo, como la definiera Carlos Cano, seguirá vigente al paso de los años.

   El tiempo, en largo caminar, nos ha dejado una María Dolores más bella al paso del tiempo, con una voz más suave, más ligera, pero con la misma carga de sentimiento y emotividad, para seguir calando en el alma de jóvenes y menos jóvenes. Todos, cuando vemos actuar a Maria Dolores Pradera, nos sentimos más jóvenes. Ella detuvo el tiempo y, nosotros, pobres mortales, nos quedamos junto a ella.

    Ojalá que te vaya bonito, María Dolores.