Analizar ciertas situaciones de nuestra vida, en honor a la verdad, en ocasiones, puede resultar dantesco; de ahí que, como dice uno de nuestros más emblemáticos refranes, la ignorancia, sigue siendo la madre de la felicidad. Analizar, sin lugar a dudas, es sufrir; no cabe otra opción. Ayer, sin ir más lejos, pudimos ver como se paralizaba España por aquello de que, a las 15 horas, jugaba la selección nacional. En tal evento, ¿jugábamos todos los españoles? Esa sería la gran pregunta. Entiendo y respeto a todos los amantes del deporte y que, cuando lo crean oportuno, le den rienda suelta a sus aficiones y, hasta se gasten una fortuna en una entrada para el fútbol, -eso sí, muchos de los que derrochan el dinero de tan mala manera, luego dicen ser explotados por sus jefes- para que, en dicho envite, los jugadores de cualquier equipo de fútbol, sabedores de la ignorancia de las gentes, les arrancan millones de euros y, los aficionados, tan contentos todos.
Como explico, ayer, los aficionados al fútbol, vibraron con su equipo, nada más lícito. Claro que, lo que nadie ha dicho es que, con los millones de horas que se perdieron de trabajo, con dicho dinero, se hubieran podido construir varios hospitales, por citar un ejemplo coherente. España, ante el fútbol, es capaz de parase en seco; las pruebas, así lo manifestaron. Si multiplicásemos las dos horas que duró el fútbol por la de millones de personas que dejaron de trabajar, la cifra, de saberla, nos daría escalofríos a todos; hasta a los mismos aficionados.
Me gusta soñar y, al respecto, me gustaría cerrar los ojos y, en tal sueño, pensar que, los españoles, una vez al año, fuéramos capaces de dilapidar dos horas de nuestro trabajo para un fin social y, sin lugar dudas, dicha acción, nos reconfortaría a todos. Es verdad que, el fútbol, es el invento más grande donde se amparan, por ejemplo, los políticos; eso de que la gente viva distraía con tonterías mientras los grandes problemas quedan solapados, en honor a la verdad, para la clase política, es una bendición. Podemos ver que, mientras juega España, nadie se acuerda de Marbella y sus monumentales escándalos; mientras va ganando España, los damnificados del Forum Filatélico, olvidan sus miserias; los goles de España nos distraen de las pateras de miserables que llegan cada día a nuestras costas; en fin, como vemos, el fútbol es reconfortante; cuando menos, momentáneamente, te hace olvidar las penas; es como el alcohol que, mientras te emborrachas, no te acuerdas de tus deudas.
Los españoles nos sentimos patriotas ante el triunfo de nuestra selección y, el error, es tan grande como creer en alguna colectividad. Si esperas que, los demás, hagan por ti lo que tú no eres capaz de hacer, ¿a qué aspiras? Yo podría comprender el fútbol como patriotismo siempre y cuando, los jugadores, podridos de millones en sus respectivos equipos, le concedieran el honor a su patria al participar en el mundial, de forma altruista; si se me apura, como en dicho organismo hay millones para parar mil barcos, los jugadores, en gesto patriota, sus emolumentos, -puesto que representan a la España que dicen que aman-, los dieran para causas benéficas; de este modo, haciendo un gran esfuerzo, podría más o menos entender el patriotismo aludido. Pero, del modo y manera que se hacen las cosas, el fútbol, en los respectivos equipos y el la selección española, es un fraude sin paliativos. Por esa razón, todo aquel que sabe manejar a las masas, cuando se depende de las mismas, lo que se propongan, lo tienen muy sencillo. Las masas, colectivamente, entran al “trapo” con más docilidad que el más noble toro de lidia. El fútbol es el primer ejemplo de cuanto digo.
Pensemos que, dentro del fútbol, es decir, su mundillo, es el lugar donde se reflejan las más grandes injusticias de nuestra sociedad. Cualquier jugador de primera división, en España, gana fortunas inmensas y, me olvido de las llamadas estrellas puesto que, esos, con lo que ganan en un año, pueden comprarse un pueblo para ellos solos. Todo ello, por tener habilidad para mover una pelotita. Cifras archimillonarias las que se manejan con los astros del balón que, al conocerlas, nos dan escalofríos. Las masas así lo han decidido y, luchar contra ello, sería poco más que una locura. Mientras esto ocurre, cientos de artistas de primer nivel se mueren de hambre; cirujanos de prestigio internacional que, salvando vidas a diario, al cabo del año, apenas han ganado lo que un jugador en un partido; incluso, un presidente de una nación, con la responsabilidad que ello acarrea, se tiene que conformar con noventa mil euros al año. Miles de ejemplos podría poner al respecto y, la tarea, sería inmensa. Pese a la selección española, España es mucho más que un partido de fútbol.