La revista sensacionalista Interviú ha querido destapar el tarro de las miserias de la fiesta de los toros y, la chapuza, les ha salido de época. Si todo lo hacen igual no comprendo cómo pueda existir que lea esas cosas. Han querido hundir en el fango de la tragedia, precisamente, a los que promocionan la fiesta. Y, para colmo, unas declaraciones de un gracioso que dice y afirma rotundamente: “ Los novilleros pagan por torear”. Y lo dice El Juli, harto de millones. Ni siquiera ha tenido el respeto lógico para todos aquellos que no les ha sonreído la fortuna. Cuando uno está rico, es capaz de decir todas las tonterías del mundo y, encima, sus acólitos, le aplauden. Los de abajo, los que empiezan, merecen un respeto, un trato de ayuda y de estímulo, pero nunca que se les recuerden sus miserias.
Es ridículo que, para mostrar la cara amarga del toreo, echen mano de unos hombres que, llenos de afición, intentar mal comer montando novilladas por los pueblos, mendigando una subvención al ayuntamiento, dándoles entradas a los chicos para que las vendan y todo el entramado que es y supone montar una novillada para que luego vayan mil espectadores. ¿Creen ustedes que el mal de la fiesta está en el montaje de las novilladas?. Ese trabajo, se hará mejor o peor, qué duda cabe que todo es mejorable. Pero, metafóricamente dicho, es como si culpáramos de todos los males de la sociedad española a los barrenderos de España. Seamos serios y analicemos la realidad.
Desdichadamente, los comienzo son duros para todo el mundo. Toreros, albañiles, abogados, escritores y poetas. Nadie se escapa de las garras que la misma sociedad impone en todo menester del trabajo. El día que yo descubrí que, gran parte de los muchachos que terminan su carrera de derecho, se pasan varios años trabajando por amor al “arte”, ese día se me cayeron los palos del sombrajo. Esos pintores que se pasan años y años sin vender un cuadro, pasando fatigas y sinsabores. Ese escritor que no encuentra quien le edite su libro y, si se lo editan le piden el dinero por anticipado. Así, mil y una profesiones en las que, la miseria, está al cabo de la calle. Y, lo que es peor, que en casi todas las profesiones, el camino sigue siendo duro, en muchos casos, eternamente. En los toreros, afortunadamente, se puede sufrir lo increíble, es cierto, aunque luego, un reducto pequeño de hombres que podrán tocar la gloria con sus manos.
Me desvié del tema con estas explicaciones. El gran fraude de la fiesta anda por otros derroteros a las que ha nombrado esa revista. La incompetencia con que han abordado el tema ha sido brutal. Los grandes fraudes, ¿ quién los comete? Allí donde hay ingentes sumas de dinero. Ahora resulta que, como siempre pasa, robar una gallina, será el delito más grave que estas gentes han visto. En los toros, los fraudes se cometen bajo el auspicio del silencio, embadurnados por el poder y, como decía, cuando se mueven sumas de dinero inimaginables. ¿ Les digo un fraude?. Ahí va. Esa plaza monumental, con ese abono cubierto, con los mismos precios para todas las tardes, con la plaza abarrotada y, mientras Ponce se lleva una fortuna, la mayoría de los toreros se llevan para comprarse apenas un traje y pagar el hotel. Aunque no nos guste Ponce, admitámosle como figura, razón por la que cobra tanto dinero. ¿ Pero es justo que paguemos lo mismo por verle a él que para ver a un hombre que no le van a pagar apenas nada?. ¿Se llama esto injusticia, fraude, o como le denominamos?. Cierto es que, con los poderosos no se mete nadie. Ahí están las pruebas. Han querido embadurnar de fango a unos ilusionados luchadores, algunos con el fracaso a cuestas de haber intentado ser toreros sin haberlo logrado. Y, como siempre, los grandes culpables de todos los males de la fiesta, siguen en la sombra.