Anoche, las televisiones de España rememoraban la figura y obra de esa mujer excepcional, cantora universal que, en el día de ayer dejaba el mundo de los vivos para, en gesto solidario, adelantársenos en el camino hacia donde iremos todos. Se trata de Rocío Jurado. Lógicamente, TVE, reprodujo la entrevista que, dicha artista, le concedía a Jesús Quintero, el pasado día 10 de enero el año en curso y, ahora, rememorar aquellas palabras, es algo subliminal. Aquel día, Rocío Jurado, al hablar de su enfermedad, nos recordaba que, haber perdido la salud, ante todo, le hacía comprender el bello espectáculo que es la vida. Lo dijo ella y, seguramente, lo pensarán todos los que, en trances similares, han vivido o viven semejantes circunstancias. Sin lugar a dudas, las palabras de Rocío Jurado, para todo el mundo, habrán sido motivo de reflexión. Seguramente, como hablaba su corazón, sin pensarlo, le salió la frase perfecta, por la cual quiero enfatizar. EL GRAN ESPECTÁCULO DE LA VIDA. En aquel momento, la artista ahora fallecida, a impulsos de su corazón, dijo cosas hermosísimas; palabras que, ahora, quiero analizar y, si cabe, promulgar a los cuatro vientos, aquel sentir de dicha artista que, consciente de cuanto decía, lo trasmitía al mundo. En realidad, nada es más bello que la vida y, lamentablemente, el mundo, sus gentes, de tal tesoro, solo nos damos cuenta cuando entendemos que tenemos el billete de partida.
Es triste, muchísimo que, a diario, no seamos capaces de comprender que, la vida, por ella misma, lo vale todo. Resulta muy duro que no entendamos que, un amanecer, el sol que nos ilumina, la sonrisa de un niño, un río caudaloso, lo frondoso de un bosque, el perfume de las flores, el ancho mar, el propio atardecer, el canto de los pájaros y mil tesoros más que, de forma gratuita, conforman lo que Rocío Jurado bautizara como el gran espectáculo de la vida. Placeres inmensos que la vida nos regala de forma común para todos y que, como explico, para millones de personas, todo pasa desapercibido. Es dantesco que, para cerciorarnos de esta grandeza, tenga que ser la muerte la que nos llame o nos mande un aviso. Nadie sabe lo que nos estamos perdiendo al no saber valorar tales riquezas. Vivimos una existencia esquizofrénica puesto que, la ambición por las cosas materiales, como explico, nos impide ver la grandeza que tenemos a nuestro alrededor.
Nos preocupamos de alimentar nuestro cuerpo y, en tal envite, olvidamos saciar nuestra alma que, de estar pletórica y rotunda, al final, la dicha está asegurada. Y cuando digo el alimento del cuerpo, lo expando a todos los sentidos de lo posible; no es solo la comida que nos pueda nutrir; son las ambiciones que todo cuerpo anhela que, en definitiva, no sirven para nada. Si el carpintero, por citar un ejemplo, a la hora de la partida, tendrá que devolver el martillo, ello viene a demostrar que, todo lo que podamos tener, absolutamente todo, será prestado puesto que, al marchar, todo lo dejaremos en su lugar. Siendo así, ¿no sería mejor que caminásemos ligeros de equipaje? De andar de forma liviana, el peso de lo material, jamás nos impediría ver las bellezas de la vida que, anteriormente enumeradas, las dejamos pasar de lado y, el gran espectáculo de la vida, discurre sin que nos demos cuenta. Por ello, en tal olvido, ¿cuánto estamos perdiendo? Es in cuantificable la pérdida a la que nos sometemos y, solo lo comprendemos, como explico, al comprobar que nuestro final puede estar cerca.
A lo largo de mi vida, con inmensa dicha para mi ser, he conocido personas maravillosas que, a diario, con sus lecciones, me enseñaron el camino de la felicidad que, en definitiva, no es otro que, el conocerte a ti mismo. Si nos abrumamos por las cosas de tipo material, jamás podremos conocernos a nosotros mismos, por tanto, para cada cual, siempre seremos el gran desconocido que habita en nuestro corazón. La vida es amplia y bella; el horizonte suele ser muy despejado cuando habla el corazón, cuando aperturas tu alma y, conociéndote a ti mismo, eres capaz de amar a los demás. ¿Quién puede amar a otro si es incapaz de quererse a sí mismo? Como diría el maestro Facundo Cabral, este es un nuevo día para empezar de nuevo; cada día es todo nuevo; cada día es una gran noticia; cada día, en la vida, comienza el espectáculo, perdérnoslo, es una temeridad.
Es una acción noble que, con nuestro esfuerzo, luchemos por lo necesario; es un hecho hermoso que, las gentes, por el fruto de su trabajo, logren el pan sagrado que les hace falta; pero basta de acumulaciones; ese peso, obviamente, te puede matar. En definitiva, para resumir, habría que decir que, como dicen los colombianos, no hay entierros con aparejos. Siendo así, gocemos del milagro de la vida, del bello espectáculo de cada amanecer que, lo demás, por banal y mundano, ni no sirve ni, por supuesto, nos lo tenemos que llevar en nuestro último viaje.