|
S.I.03 - Menuda nos esperaba: EL GRAN CAMELO |
|
Terminábamos nuestra crónica de ayer, pronosticando que menuda nos esperaba hoy y que ojalá nos equivocáramos. Pero no, uno no se puede equivocar. En todo caso, se pueden equivocar los toreros, pero estos, los de hoy, no equivocan a nadie que los quiera ver con objetividad, son muy malos. Si además, uno se fija también en el ganado a lidiar, se le acaban todas las posibles dudas. Y tiene que suceder: una rechifla total, el gran camelo. Estimado César, durante el festejo pensé en hacer otro titular de esta tarde, sobre todo cuando te vi a ti y a veinte mil más entusiasmados, aplaudiendo el primer tercio de banderillas de El Fandi. En concreto “6x2=12” en honor a las banderillas puestas por él y aplaudidas por todos, pero él mismo se encargó de desbaratarlo. En el sexto con los palos ha estado muy regular, igual que con la muleta en los dos. Incluso tú lo pudiste sentenciar “este es un atleta, pero no un artista”. Así que no ha habido más remedio que traer el titular del encabezamiento: El gran camelo. Todo lo que a continuación te cuento, ya hemos tenido ocasión de comentarlo en la plaza. De ahí el rotundo titular. Habrá quien prefiera poner estafa o fraude, pero en esos casos no media la voluntad del estafado o defraudado. En el camelo sí. Camelar al personal desde la más supina incompetencia, desde la mayor inhibición, desde la falta de respeto absoluto, desde el bochorno y vergüenza ajena, desde los modos más pueblerinos de hacer la lidia a unos toros, desde la desfachatez de creerse en posesión de una gracia y gallardía infinita, desde la suficiencia profesional no acreditada, desde la manifestación de heroicidades inexistentes, desde todo eso y más, es demasié, que diría un castizo. Pues consiguen camelar. Lo hacen. Con el permiso de tantos, con la aquiescencia de casi todos. Un año sí y otro también, estos farsantes del toreo se pasean por el ruedo de la plaza de Madrid, fingiendo que son toreros, cuando lo que son es unos cursis, aburridos pegapases y unos incompetentes de mucho cuidado. La terna completa lo son. A excepción del tercio de banderillas comentado, todo lo demás de su actuación, -actuación de actuar, de fingir- solo tiene un calificativo: un bodrio total. Decir otra cosa es ofender a los padres de la tauromaquia y a cuantos toreros han rendido tributo de arte y valor en esta fiesta secular, pero que a estas alturas del siglo veintiuno, solo es una fiesta que va de culo, permítaseme esta expresión. A El Fandi, alguien le podrá reconocer ganas de intervenir con el capote en sus toros, pues muy bien. Pero hablamos de la plaza de Madrid y en esta plaza las ganas, cuando se hace el paseíllo, se tienen que presuponer y darlas por amortizadas. A continuación, hay que desarrollar los conocimientos que te han permitido venir y demostrar que eres apto para torear en su plaza. Eso es lo que hay que hacer y no traerse los modos de las plazas de pueblo o de las capeas de talanqueras, que eso, y no otra cosa, fue toda la tarde. No son aptos para Madrid, pero es que no son aptos para ningún lugar. El hecho de que en otras plazas no haya examinadores, no significa que el gran camelo pueda tener autorización. Aún incluso dejándose engañar, el público tiene derechos que alguien debe de proteger. Estos trileros del toro no tienen que huir de la autoridad. No les persiguen, sino que les acompañan en el juego para así mejor camelar. De los toros, digamos rápido que valieron un montón para los toreos modernos de hoy, pero que la terna de incompetentes, Caballero, Rivera Ordóñez y El Fandi, ni para eso dan la talla. Toros terciados o anovillados, blandos y tontones y con síntomas claros de haber pasado por la barbería. La máxima autoridad en la plaza, el Sr. Muñoz Infante, sabrá la o las razones para dejar lidiar semejante ganado, así como admitir hasta que se derrumbó al despitorrado de ambos pitones que salió al ruedo y que iba perdiendo parte de la cornamenta en su corretear. El sabrá porqué. No hace falta ni que lo explique; a los camelados de la plaza les da igual y a la afición no le hace falta, pues es ducha en materia taurina y seudotaurina. Docta afición de Madrid, que quieren morir con las botas puestas. No las de vino precisamente, que no usan, sino las botas de goma para moverse por los lozadales y el fango en los que esta convertida la fiesta, su pasión. Muchos, César, como Leopoldo y otros tantos huyeron de allí enseguida, otros como Chelo y Juan, cedieron gustosos las localidades a su hija y le endosaron el marrón de tener que soportar a estos incapaces de torear, -lo que hace la experiencia, pero no se puede malquerer así a una hija- otros prefirieron quedarse a regar sus lechugas como Adolfo y es que, poco a poco, a nadie serio le interesa acudir a estos espectáculos indecentes, llamados así pues la decencia ni se ve ni se adivina. Parece acertado decir que no quieren ver en la plaza al Duque de Mon-novillo, ya que de Mon-toro, nada. A los otros tampoco los quieren ver, pues no serán duques ni nada, pero se apuntan al Mon-novillo también. Solo para estar, ya que torear, ni por esas. Lo mejor de la tarde fue el conjunto de esperanzas que concibes para con tu mujer. Eso sí es serio y para ello también me apunto yo.
|
|
|