El pasado domingo, 30 de abril del año en curso, tuvo lugar en IBI lo que podríamos llamar como el milagro Cabral. Por vez primera en la historia de este singular pueblo, tuvimos la fortuna de gozar de Facundo Cabral; sus canciones, sus oraciones, sus chanzas, sus reflexiones, todo ello, aunado, sirvió para que, al final, los asistentes, armonizados y felices, abandonáramos el teatro con la sensación de que, irremediablemente, habíamos asistido a un milagro; al entrar, casi todos creíamos que íbamos a presenciar la actuación de un cantor más de los muchos que conocemos y, al salir, todos coincidían en haber visto un espectáculo extraordinario en que, un solo hombre, sobre el escenario, lo llenó por completo.
Acá, en este texto, sobran todas mis palabras puesto que, los presentes, con dicha para ellos, sin lugar a dudas, han sido los verdaderos portavoces de lo que en tan mágica tarde aconteció. Pese a que, en toda Hispanoamérica, Cabral, es ídolo admirado, en IBI, venía como un perfecto desconocido y, al finalizar el concierto, acabó siendo tremendamente reconocido, admirado, aplaudido y vitoreado por el público asistente. Jamás antes, en dos mil años de historia, habíamos presenciado nada igual. Facundo Cabral conmovió a jóvenes y menos jóvenes; en definitiva, cautivó el corazón de todos los que tuvimos la dicha de presenciar tan bello milagro; y de tal manera hay que calificarlo puesto que, Facundo Cabral nos hizo vibrar, pensar, recapacitar, armonizar, sentir y amar, en definitiva, sensaciones que, antes, jamás las habíamos sentido en un concierto memorable.
Facundo Cabral, en cualquier lugar del mundo, se sabe artista de minorías y, tras verle, lo pudimos entender; si toda su magia la pudieran ver todos, cambiaría el mundo y, sin lugar a dudas, el curso de la existencia de la humanidad. Sus conciertos, como Cabral confiesa, tienen que ser íntimos; solo unos pocos afortunados, a lo largo y ancho del globo terráqueo, tienen la dicha de saborear tan dulce manjar para el alma; Ibi resultó ser un claro ejemplo de cuanto digo. Tengo claro que, de ser posible que Facundo Cabral llegara a la mayoría, los políticos, automáticamente, le declararían artista no grato y, con toda seguridad, como le pasara durante una época, sus conciertos eran prohibidos y, como cantor, era perseguido. Sin lugar a dudas, tanta magia como desprende su persona, sin lugar a dudas, podría cambiar el devenir de los días de la humanidad y, como explico, para la clase política, eso sería un fracaso en sus discursos. Siendo así, tanto los políticos como la propia iglesia, sabe que Cabral es un artista de minorías y, por esa razón le sobrellevan. La grandeza de Cabral es tan mágica y tan sublime que, además de los políticos, es la propia iglesia la que, en ocasiones, le han censurado y, debemos de recordar que, Facundo Cabral, como creyente en Dios, es único en sus convicciones; claro que, la iglesia le importan poco los creyentes, lo que quiere es tener adeptos que no la discutan, la fe en Dios, para la iglesia, es algo que les importa muy poco.
Por cierto, hablando de Cabral, en su momento, y con permiso del maestro, pude grabar en disco con sus mejores oraciones, todo ello, claro, con la finalidad de recaudar fondos para los más pobres; todo eso ocurría en la Navidad de hace dos años y, Cáritas, como entidad, se volcó en mi proyecto; claro que, el proyecto, como tal, Cáritas, se lo presentó a un cura llamado Jesús Franco y, el señor cura dijo que, dicho disco no se podía vender para ayudar a nadie porque era un disco inmoral. ¡Y era un disco con la mejores frases de Facundo Cabral, el creyente más convencido que he conocido en mi vida¡ A veces me pregunto, y no hallo respuesta: ¿habrá algún cura que crea en Dios? Por ello, el otro día, hablando del Creador con Facundo Cabral, el maestro, no lo pensó dos veces: “No te enloquezcas, Pla; Dios es uno y muy grande, los demás, son impostores” ¡Cuanta razón tenía el maestro¡
Ahora, tras lo que pudimos ver en el concierto de Cabral, todos los presentes, con dicha para ellos, podrán dar fe de cuanto aquí he relatado y, seguramente, comprenderán para siempre mis palabras, mis reflexiones y mis pensamientos y convicciones respecto a que, arriba de Dios, no vive nadie y, Facundo Cabral, lo explicó con ternura en sus canciones que, plagadas de amor, lograron armonizar el corazón de los presentes y, gracias a ellos, más tarde, al de todos los ausentes que, desgraciadamente, resultaron ser, la inmensa mayoría. Ellos se lo perdieron.
En estos días, mucha gente me ha preguntado respecto a dicho concierto y, como digo, explicarlo con palabras resulta una tarea complicadísima; hay cosas que no se pueden explicar y, Cabral, es el ejemplo de cuanto digo. Podremos versar todo lo que se nos ocurra al respecto pero, explicarlo, es tarea inútil. Mucho me temo que, todo, se podría resumir en muy pocas palabras; a saber. Un hombre llamado Facundo Cabral, apoyado en un bastón, subió al escenario, cogió su guitarra, se sentó en una silla y, le bastaron noventa minutos para convencer a todo el mundo; a todos los que le quisieron escuchar. Nadie le discutió; todos le vitorearon; todos se estremecieron. Era, nada más y nada menos que, Facundo Cabral. Desde luego que, si un político tuviera el poder de convicción que tiene Cabral, sin lugar a dudas, conquistaría el mundo. Claro que, ese poder, esa magia, ese misterio, es patrimonio se seres elegidos que, dichosamente, nada tienen que ver con la política.