Tras el punto y seguido de la corrida de una prensa, continúa el triste deambular de esta feria sin remedio o algo así. Cuando supe que venías a los toros, Macario, ya te lo advertí. Para nada confíes en quien más conoces, Rivera Ordóñez, ni en el que encabeza el cartel. Esta corrida, con el Real Madrid en la final de Europa, viendo el tercero, p’acasa. Me preguntaste por los toros y te dije que con figurita en el cartel siempre hay que estar alerta. Y ya viste el resultado.
Macario, esto del negocio de los toros está muy visto y no es difícil adivinar cuanto ha de suceder. Por poner un ejemplo, basta con dar un repaso a la revista nº 21 de la Voz de la Afición. Estupenda publicación de la Asociación del Toro de Madrid. En ella se puede leer, en referencia a esta ganadería, que está en la Lista de ganaderías indeseables para Las Ventas, lo siguiente: “Lo peor de la familia Fraile se junta en estas ganaderías. Valdefresno se salvó por su nobleza (no bravura) en el último San Isidro, pero la tónica hasta entonces era falta de fuerzas y mansedumbre claudicante” y más tarde, en el pronóstico para esta Feria, se puede leer: “... ¿qué han hecho ustedes con esas vacas “Lisardas” tan codiciadas? ¿Dónde están esos toros de mediados de los noventa, que ponían firmes a Ponce y a Rincón?. Los aficionados nos acordamos... Pronóstico: Con lo que antecede, negativo para el aficionado”. Ya lo ves, Macario, no hacia falta ver el festejo.
Para honra de la fiesta, tuvimos la suerte de que en el cartel hubiera un valiente a carta cabal. Se llama Fernando Robleño y lleva un montón de corridas dando la cara en Madrid. Si no hay emoción en los toros, la pone él. Es cierto, como ya dijimos en su anterior comparecencia, que utiliza a menudo la técnica torera al revés, pero también es cierto que lo asume con total honestidad. Vibra en la cara del toro y hace vibrar. Hoy nuevamente ha logrado convencer al personal de su disposición sin trampa ni cartón. Pelea hasta el límite y se deja la vida en ello si hace falta. Todavía está vigente -y quien quiera lo puede leer en esta misma web- “A por todas”, crónica que puso de manifiesto su actuación en la pasada feria de Otoño. Un día más, dejó el mismo sello en la plaza y en el corazón de los aficionados y si no cortó orejas, fue por pinchar, aunque bien, pinchar.
Hicieron el paseíllo y poquísimo más Juan Mora y Rivera Ordóñez, si exceptuamos la cursilería con la que se enfrentaban a los primeros inválidos, además de terciados y sospechosísimos de afeitado. Eso sí, el primero, trasteó con mucha postura cañí y engolamiento total. Tan es así, que ante unas palmas de espectadores que no saben distinguir un toro de un borrego, salió airoso y solemne a recibir tan mínima ovación. Como quiera que un sector y el conjunto de la afición le afeó tal atrevimiento, este torero que además de cursi es irrespetuoso y mal educado -existen pruebas de anteriores comparecencias-  se dirigió al tendido siete con una mano en la oreja en ademán de no oír bien sus protestas. Nada mejor se puede esperar de él. Cuando falta la dignidad como torero ante el seudotoro, no es extraño que falte educación para con quien le paga el jornal, si no aprueban sin chistar su lección de torería (?) hortera y cursi. Esos arranques con el toro, tal cual hizo su compañero de terna, Robleño. Este no necesita ponerse la mano en la oreja para escuchar las ovaciones que le tributa el público.
De Rivera Ordóñez, mejor ni hablar. Si sigue pensando su padrino José María García que es el mejor, no solo de ahora, sino de todas las épocas, qué vamos a discutir los demás que de esto no sabemos tanto como él. De lo que sí es campeón es de pinchazos, ejecutados en mínimo número de diez en el cuarto y de dudosa pureza en su colocación. Sus trasteos no gozaron de la “pinturería” de Mora, pero puede hacerse socio con él en cualquier negocio de pinturas o de cualquier otra cosa, siempre y cuando les ocupe el tiempo y el beneficio necesario para que no nos los tengan que imponer la empresa para pagarles el sueldo. Sueldo, que además no se ganan.
Al final, dos toros devueltos al corral por absoluta invalidez, nos permitió ver nuevamente al de más torería que pisa el ruedo venteño: Florito. Su eficaz torería impregna cada una de sus actuaciones y no le hace falta ser cursi ni nada. No tiene de qué presumir, hacer las cosas bien es su labor, que es ni más ni menos lo que quiere la afición de los actuantes cada tarde: que hagan las cosas bien. Parece sencillo, pero debe ser muy difícil cuando los toreros de hoy no lo saben hacer. Jugarse la vida, entregarse sin más en cada una de las volteretas y pasear esa medalla en la vuelta al ruedo, es patrimonio de pocos, Macario. Uno de ellos, el que más, un torero cabal, Fernando Robleño. Hoy se lo reconoce el público de Madrid y mañana, si sigue igual, también. Si cambia, será otro cantar. El que actúa es el que elige, no un sector del público, como intencionadamente algunos sinvergüenzas, escribiendo o relatando quieren hacer creer.