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Fernando Marcet |
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Perú |
[
22/02/2006 ] |
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Para el resto de mortales, los aficionados taurinos habremos de parecerles algo extraños y me he preguntado muchas veces ¿Cómo nos verán quienes no lo son? Para empezar, debe resultarle difícil comprender cómo es posible que prefiramos una corrida de toros a una final de campeonato de fútbol. Mucho peor si, como sucede conmigo, ni siquiera me importa quienes juegan ni quien gane. Luego viene aquello que resulta realmente inexplicable: que se pueda mantener viva la afición en el tiempo, aun cuando el número de espectáculos taurinos a los que podemos asistir en un año sean pocos y con resultados no siempre satisfactorios, como sucede en la mayoría de países latinoamericanos. Cualquier persona con predilección por una actividad artística o deportiva, tiene siempre la oportunidad de asistir, con cierta frecuencia, a eventos que satisfacen esa particular necesidad que, de acuerdo al grado que pueda alcanzar –fanatismo aparte- resultaría tan necesaria como la de respirar o comer. Para el taurino tal posibilidad no se da con la misma frecuencia; sin embargo la llama de la afición no se apaga. En Lima, los aficionados vivimos esperando la feria del Señor de los Milagros que se inicia a fines de octubre y marca el comienzo a la temporada americana, cuando la española está finalizando. Todo un año de espera para asistir a no más de ocho festejos que, según lo ocurrido en las últimas ediciones, está constituida por cinco corridas de toros, dos novilladas y un festival. Pocos festejos en verdad para saciar una afición sometida a tan larga espera. Es por ello explicable porqué, aunque económicamente no sea lo más aconsejable para la empresa, la mayoría de limeños prefiere que las corridas se den domingo a domingo y no diariamente como corresponde a una feria, pues el tiempo en el que vive su fiesta se prolonga por dos meses durante los cuales puede saborear cada festejo una semana completa en la cual irá contrastando sus propias apreciaciones con las de otros aficionados, con los que se reúne en peñas para conversar, comentar videos y ¡cómo no! criticar a los comentaristas del mediático taurino. Terminada la gestión del Consorcio Taurino de Acho que, dicho sea una vez más, mal manejó la feria durante los últimos seis años, estamos a la espera de los resultados del concurso abierto por la Beneficencia Pública de Lima, propietaria de la plaza de Acho, para conocer quién tendrá en sus manos los destinos de la feria limeña los próximos años. Se barajan varios nombres como posibles postores, entre ellos el de la última empresa, la que no obstante quejarse por el dinero que dice haber perdido en su gestión, quiere repetir el plato. Los aficionados y periodistas independientes esperamos que tal cosa no suceda pues si, además de hacer frente al elevado costo del espectáculo y las muchas desilusiones que nos suele deparar, vamos a tener que soportar el mal trato del que nos hizo objeto en los últimos seis años el Consorcio Taurino de Acho, es probable que sigamos el camino emprendido por otros que, con menos capacidad para aguantar atropellos, optaron por alejarse de la plaza. Sin embargo y a pesar de lo que se diga, el temperamento de los taurinos es optimista y, luego de una mala tarde, revive pronto su entusiasmo para esperar con ilusión la siguiente corrida que “esta vez sí” será memorable. Es por ello que no dudo al asegurar que –con los naturales temores de un parto- estamos en la dulce espera, deseando la llegada del empresario que pletórico de afición venga a invertir su dinero en un negocio que ha de resultarle exitoso si, como hacen los buenos toreros, pone toda la carne en el asador, se arriesga montando espectáculo tomando como base el toro integro y contrata a las figuras que estén dispuestas a demostrar el porqué están en el pináculo de la fama y son –o debieran ser- depositarios del llamado toreo auténtico, que preconiza Opinionytoros. Así sea. *Dibujo a la pluma del pintor arequipeño Goyo Menaut. |
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