De que el hombre ha avanzado en todos los órdenes, ello es una realidad constatada. En los toros no podía caber la excepción. Un buen día, una cabeza pensante tuvo la feliz idea de que, a los toros, habría que cortarles las puntas de los pitones. De esto hace ya muchos años. Se inventó ese aparato llamado “mueco” y, tras aquel invento, la felicidad parecía embargar a todos los toreros. Veremos que, la felicidad y la desdicha, sentimientos paralelos, lo sufren y disfrutan siempre los mismos. Son felices los que menos riesgo corren, caso de los toreros y, somos desdichados todos los que pagamos por ver un espectáculo íntegro, y se nos engaña sin piedad.
Este fraude, como tantos otros, es producto del poder. Nadie debería tener el poder suficiente como para que, con dinero, engañar a las gentes de mala manera. ¿Quién ordena que se afeite? El que puede, el que tiene dinero, el que puede pagar semejante “trabajo”. Y, al respecto, lo más sangrante de todo es que ya no se analizan pitones, ¿para qué? La autoridad se ha desmoronado ante el poder de las organizaciones taurinas. ¿Cuantos toreros hay en la cárcel por este fraude? Denuncias las ha habido en tropel y.......... todo ha quedado en nada. Se da la circunstancia que, el afeitado, sin las pruebas pertinentes, nadie lo puede “demostrar”, aunque veamos como sangran los pitones de los toros, algo que ocurre a diario.
En toda mi vida, cada vez que le preguntaba a un torero en torno al afeitado, todos esquivaban la respuesta. “Se afeita menos de lo que la prensa dice”, era una de las respuestas. “Son bulos inventados” decían otros. “Es para arreglarle los pitones que, como se sabe, suelen astillarse en el campo”. Mil y una respuestas estúpidas sin que jamás me encontrara con un torero, con un tío legal que fuera capaz de confesar sus culpas. Bien es cierto que, tamaña confesión equivaldría al reconocimiento de todas las culpas y, la culpa, como adivinamos, no la quiere tener nadie. Son todos muy honrados, dicen ellos. Luego, cuando vemos como los pitones del toro, al menor golpecito, se astillan como escobas, tenemos que aplaudirles las gracias. Ocurren estas cosas y, los toreros, se quedan como asombrados, como si la cosa no fuera con ellos, trabajándose un papel de victimas que, me río de la mayor de las catástrofes. Parecen como apenaditos y, la gente, en su ignorancia, traga el anzuelo, llegado el caso hasta de aplaudirles por el fraude. Esto, demuestra una vez más que, la masa, es ignorante y, lo que es peor, ni se percatan de nada. ¡Todavía hay gentes que no quieren que exista Madrid y el tendido 7¡ Si esto pasara así, el mundo del toro, para los toreros, sería el más grande paraíso. Menos mal que, una vez al año, durante la feria, Madrid examina y juzga, de lo contrario, ¿a dónde iríamos a parar?
La prueba más grande del afeitado no es otra que, el índice de cogidas de los toreros. Ahí está el escalafón. Los que torean todos los días, rara vez son cogidos y, como se sabe, la sagrada obligación del toro es coger al torero y, éste, con su inteligencia, burlarlo. He dicho bien, con su inteligencia, pero nunca con traiciones. El toro mide una vez, otra y, hasta que descubre su mutilación en los pitones, el torero ha tenido tiempo mas que suficiente para librarse del envite. Estadísticas en mano, podremos comprobar que, casi todas las cornadas las sufren los que torean toros en puntas; novilleros y toreros sin fuerza de figuras. O sea que, la verdad de la fiesta sólo nos la pueden dar los pobres, los sin fortuna en el mundillo taurino. ¿Es esto corrupción? Que contesten los culpables. Todavía se atreven a poner en los carteles que se lidiaron seis toros en puntas........
Nos queda el consuelo de que, las cornadas, casi todas las que han sufrido los toreros honrados, han sido propiciadas por toros auténticos e íntegros. Ahí están los resultados y las cifras de la estadística. Por ello, la sangre de un valiente, a sabiendas que está actuando de forma honrada, sustenta, como decía, la bandera de la fiesta que, como se sabe, manejada por el poder, a diario, arrastra por los suelos como la propia fiesta en manos de los ricos.
En esta misma revista, como pueden ver todos ustedes, publicamos las pruebas del delito; el cómo se hace. Fotos reveladoras que jamás hemos visto publicadas en lado alguno. Ahí están las fotos horribles de lo que pasa a diario cuando se anuncian figuras en los carteles. El afeitado, la norma maldita para el resto de nuestros días, es lo que, entre otras cosas, han dejado a la fiesta maltrecha y sin fundamento. ¿Se imaginan ustedes una fiesta sin las ganaderías del toro auténtico, Victorino, Miura, Aguirre, Albaserrada, etc.? Sería una fiesta podrida, como los toros que casi a diario salen por los toriles. Nunca les podremos agradecer a ciertos ganaderos la grandeza que nos ofrecen con sus actitudes épicas y sus acciones honradas.
Ahora, para terminar mi denuncia, necesito explicar que mi actitud, siempre a favor de los que pagan, por aquello de mostrarles el camino más recto, por intentar favorecerles y que no se dejen engañar, como siempre me ocurre, esos mismos a los que defiendo son los que se me echan encima. Los que tenían que sentirse azotados, amargados por mis denuncias, ellos, con su poder y con su silencio, se quedan tan anchos como largos. ¿Merece la pena seguir luchando por un colectivo de incompetentes?