Ella y él; él y ella, una sola persona. Ellos, como pude comprobar, siguen creyendo en el amor, sencillamente, porque el amor jamás morirá y, en los tiempos actuales en que, nuestra sociedad, cuando hablamos de amor, parece que caemos en la más grande cursilería, algo que detesto puesto que, un hombre y una mujer, para unirse, necesitan sentir amor y, ante todo, cantarlo a los cuatro vientos.

Ellos, mis amigos del alma, han vivido, han sentido el amor en sus más dulces vertientes. Y lo hicieron a sabiendas del gran pulso que le estaban haciendo a la vida; a las suyas. Vivían distantes, pero no eran distintos, razón por la que supieron fraguar un amor que, al paso de los años, ha crecido como flor en primavera.

Se conocieron en ambos lados del océano. El ancho mar no era obstáculo para que, sus sentimientos, volaran como palomas mensajeras portando, en su piquito, aquellos mensajes de ternura que, un hombre y una mujer eran capaces de sentir. Vivian en una nube; pero bajaron a la tierra, se conocieron, se amaron y se profesaron, desde el más puro respeto, el amor más insospechado. Ella y él, pasados los años, siguen viviendo esa felicidad que la vida les regaló.

Dicen que el amor suele morir, pero yo no lo creo. Lo que muere es la pasión por la carne, la ilusión por el sexo, algo que, el tiempo, se encarga de marchitar. Sin embargo, cuando existe amor; cuando dos personas, en este caso, un hombre y una mujer, se profesan amor del alma, el cuerpo, sólo es el receptor, el vínculo que transporta aquellos sentimientos que nacen desde lo más profundo.

Para ellos no existe el mundo; ellos son el mundo; ellos son la vida, la ilusión, la magia y todas esas sensaciones que, sólo se dan cita cuando entre dos personas existe esa comunicación tan profunda que, con una mirada, les basta y les sobra para entablar la conversación más profunda. Es, ante todo, el lenguaje de sus miradas, la complicidad del alma en que, las palabras, suelen quedar en segundo lugar.

Ellos, sólo ellos, con sencillez, con pasión, con humildad, con arrebato en sus almas, han escrito, sin pretenderlo, el más bello interludio de amor que, cuando éste vea la luz, posiblemente, cautivará al mundo.

Esta sociedad que hemos forjado en que, los grandes medios de comunicación han querido vendernos ingentes cantidades de basura en todas y cada una de sus vertientes y, hablar de amor, vivir con el amor, lo han considerado como un tema "menor", olvidando, por tanto, las más bellas sensaciones del ser humano. Han potenciado el sexo como tal y, como queda dicho, han querido hacer de la sociedad un instinto animal que, una vez cubierto, no queda nada.

Ellos, emulando a Clarita Aparicio, publicarán su interludio tan particular y, con toda seguridad, como le ocurriera a esta mexicana aludida y que estuvo casada con Juan Rulfo, arrasarán con su historia, como ocurriera con AIRES DE LA COLINA, el libro de Rulfo en que, de la sencillez de sus cartas de cuando era novio de Clarita, han dibujado la más linda historia de amor.

Siempre es tiempo para el amor; es cuestión de amar. La vida seguirá siendo posible, seguirá teniendo sentido mientras que un hombre y una mujer puedan sentir esas sensaciones que, brotadas del corazón, seguirán construyendo la vida.