La música sigue enalteciendo a mi persona y, por esa razón, ante la llamada de María José Pérez, músico instrumentista de la banda de Biar, en tierras alicantinas, no dudé un solo instante en acudir al concierto que, dicha banda, llevaba a cabo en honor de su patrona Santa Cecilia. Tarde memorable en el citado pueblo puesto que, a los sones de aquella banda, rememoré mi pasado como músico clarinetista. Uno, en activo o en pausa, como es mi caso, sigue siendo músico mientras corra sangre por sus venas.
La Sociedad Unión Musical de Biar, con su director al frente, Ildefonso San Cristóbal Férriz, hijo ilustre de esta villa, nos deleitó con los compases de su banda. Se trataba de un concierto emotivo puesto que, la efemérides, así lo demandaba. La música que interpretaba Ildefonso junto a su banda, caló en el sentir de todos los aficionados que allí nos congregamos puesto que, sus notas, acordes hermosos, fascinaban a todos los presentes. Una de las obras, el poema sinfónico VIENTO DEL PUEBLO, estuvo acompasada por el recital de un poema de Miguel Hernández que, entre la palabra y las notas musicales, lograron una conjunción fabulosa.
En la casa de la cultura de Biar y, con motivo del concierto aludido, pudimos saludar al maestro Antonio Ruda, el cual había sido invitado para ser testigo de la interpretación por parte de la Sociedad Unión Musical de Biar, de su obra ONCO’S, un poema sinfónico dedicado a la planta de oncología de un hospital en que, según Ruda, con su música, expresaba los sentimientos de un enfermo de cáncer, pasando desde la desolación de los primeros momentos del diagnóstico, al proceso del tratamiento, para llegar, al final, a saborear el triunfo de haber vencido a la enfermedad. Poema fantástico el que Antonio Ruda ha sabido plasmar en el pentagrama musical, regalando ilusiones a todos cuantos va dedicado el citado poema y, a su vez, a todos los que hemos tenida la fortuna de disfrutar de tan magna pieza musical.
Convengamos que, Ildefonso San Cristóbal, director de la Sociedad Unión Musical de Biar, además de profesor y compositor, es un amigo admirable. Su fortuna, conocimientos al margen, la lleva prendida en su persona puesto que, sus condiciones como ser humano le han situado en el estrado de la felicidad puesto que, hace lo que ama, por tanto, está benditamente condenado al éxito. Para mayor dicha, Ildefonso, ha logrado ser profeta en su tierra, sin lugar a dudas, su más alto valor. Son muchos años al frente de su banda y, como él confesara, su mayor satisfacción no ha sido otra que, al paso de los años, comprobar que, niños y niñas que aprendieron de su batuta, hoy, son músicos admirados por toda la geografía nacional, al tiempo que, su banda, goza de la credibilidad y admiración por parte de todos los estamentos musicales puesto que, su batuta, ha logrado el milagro de su éxito.
Tras el concierto, me cupo la fortuna de compartir mesa y mantel con un triunvirato de muchachas deliciosas; un “cartel” de primeras damas que, a mi lado, me plagaron de atenciones. Ellas, María José, Fany y Gracia, durante toda la velada, estuvieron pendientes de que, el que era su invitado, se sintiera como en su casa, como así lo lograron. Mi gratitud para todos puesto que, de dicho pueblo, además de sus notas deliciosas, me llevé su cariño inmenso. Que Dios os siga bendiciendo.