Este hombre es digno de estudio. Sus torpezas le están dando mayor fama que, cuando cortaba orejas todas las tardes. Su cadena de errores es tan monumental que, hasta el propio personaje, vive acobardado; pero son sus decisiones y todo el mundo se las respetará. Resulta que, cuando tenía como criado a El Tato, el Juli, toreaba en todos los sitios, llenaba todas las plazas y se llevaba una gran cantidad de dinero. Ahora, junto al maestro Roberto Domínguez, cuando ambos creían que iban a comerse el mundo, desdichadamente, lo único que han logrado es una serie de fracasos en cadena; ahí están los resultados de las corridas que este hombre lleva toreando; y las crónicas.
Me sorprende, y mucho, la actitud de infinidad de periodistas que, inútilmente, le están defendiendo como si se tratara de un torero de elite del cual no podemos prescindir. Muy mal me huele toda esta defensa. De la noche a la mañana, casi todos abogan por su mala suerte en los sorteos, por su desdicha en la elección de los toros a lidiar y por mil cuestiones más que todos conocemos. Como explico, todo eso, huele a cuerno quemado. La gran realidad es muy otra; la que todo el mundo quiere esconder y, desgraciadamente, la que nadie se atreve a decirle a este muchacho que, con el argumento de su valor y de su constancia, se ha hecho multimillonario en un arte que, como todos sabemos, no tiene. Pero sus méritos no se los vamos a quitar. Lo que se ha ganado, su sudor le ha costado. Lo que sí que habría que recriminarle es que, ante todo, debería de pensar que, los aficionados, una vez pasó el fulgor de su novedad, todos se han dado cuenta que les quitó la cartera, dicho en metáfora, porque mejores que él los hay a montones y, están sentados en el balcón de sus casas.
Ahí están todos lamentándose de los bailes de corrales que, al parecer, le someten tarde tras tarde. Pero eso lo ha propiciado él, sólo él con sus nefastas actitudes. Por ahí circulan cientos de fotos de los toros desmochados que ha matado; de los toros inválidos que se ha traído bajo el brazo para encandilar a la gente con unos toros no aptos para la lidia; al parecer, la autoridad, se ha cansado y ha decidido poner veto donde debía. Dicen los ineptos del lugar que, la autoridad, debería de hacer lo del Juli con todos los toreros; se hace con todos los que quieren burlar la ley, como todo en la vida. Yo no he visto jamás devolverle un toro a El Cid, o a Robleño o Padilla, por citar algunos de lo que torean muy seguido. Para las corridas de estos toreros que he citado, jamás he visto camiones trayendo toros por doquier, dos horas antes del festejo. Y, lamentablemente, todo esto ha pasado con El Juli en repetidas y manipuladas ocasiones; ahí están las pruebas. Me temo que, en vez de tanto lamento por parte del torero y sus adláteres, él, en un ataque de rabia torera, en veinticuatro horas, podría arreglarlo todo. Sería cuestión de, como ha hecho otras veces – no muchas, claro- matar el toro de verdad. Será peor o mejor torero pero, cuando mató los victorinos en Bilbao, nadie le recriminó nada y, aseguro y firmo que no se trajeron más toros que los anunciados. O sea que, él está sufriendo el mal, pero tiene, a su vez, la mejor medicina para remediarlo. Si no lo quiere hacer, será su problema.
Ya no llena plaza alguna y, lo que es peor, muchos empresarios han decidido prescindir de él porque, con el dinero que pide, con media plaza, la ruina es de época. ¿Solución? No contratarle. En su momento, convengamos que, El Juli y su séquito, fueron vivos; supieron vender chatarra a precio de oro y, eso tiene mérito, si señor. Pero lo que todo el mundo creía que era oro, resulta que es oropel y, ahí han empezado los problemas. El Juli ya no motiva, no contagia, no llena plaza alguna y, lo que es peor, no dice absolutamente nada. Se trata, como dije desde el primer día que le vi, de un torero vulgar, un hombre que no deja recuerdo alguno y que, pasada su propia novedad, se ha convertido en uno más del montón que, difícilmente deja estela allí donde actúa. ¿Se acuerda alguien de una faena en concreto de El Juli? Y lo explico. Por ejemplo, hablando de toreros, todos los aficionados que somos contemporáneos de Roberto Domínguez, todos, sin remisión, nos acordamos de aquel Miura que mató y triunfó a lo grande en Pamplona, aquel Victorino de Madrid en que bordó el toreo y salió por la puerta grande…. Y un sin fin de corridas en que, a poco que recurramos a la memoria, las recordamos con cariño, con agrado y con la más bella semblanza de lo que es el arte dentro de una plaza de toros. Este ha sido el caso de Roberto Domínguez, de Rafael de Paula, Paco Camino y de todos los toreros de corte caro que, sin distinción, han dejado faenas inolvidables, para el recuerdo.
Para colmo y mayor desdicha, El Juli, este año, ha dejado de banderillear. Otro error inmenso que le está costando mucho dinero. Está claro que, como se evidencia, El Juli, como torero, tenía que ganarse la vida con un trabajo ímprobo, con unas condiciones atléticas fuera de lo común y, aunque sus banderillas eran vulgares, su trabajo, era valorado. Quizás que, siguiendo los consejos de algún torpe, creyéndose Antonio Bienvenida que era un torero excepcional y, de vez en cuando, en su grandeza, hasta ponía banderillas, este vulgar torero ha querido prescindir de una parte de su trabajo y, bien que se lo recriminan; este chico tenía que ser un todo terreno, tal y como comenzó. Ahora, de la noche a la mañana, sentirse “torero” y olvidarse de las banderillas, que yo recuerde, sólo lo hizo Joselito porque, ante todo, era un gran torero. Igualmente, en su día, Ortega Cano, dejó los palitroques porque, en aquellos años noventa, era un torero excepcional y, con la muleta, era capaz de que todo el mundo se olvidara de las banderillas. Pero el caso de este hombre es distinto. ¿A quien quiere encandilar? Si acaso, a él mismo porque, los aficionados, no traga nadie con el cuento y, el gentío, quiere verle trabajar a destajo. Siendo así, torpemente, se ha echado a todo el mundo encima y, luego, a lamentarnos. No busquemos enemigos donde no existen; el gran enemigo de cada cual, es uno mismo. Y muy mal acabará todo aquel que no sepa reconocer sus errores buscando unos culpables que no existen.
Esta reflexión, por lo sencilla de la misma, este hombre, debería de asumirla con toda la naturalidad del mundo; y en su caso, pues mucho más: está rico y las trivialidades no deberían de preocuparle. Al parecer, el dinero sirve para buscar culpables que no lo son, para inventar situaciones grotescas y, ante todo, para buscar amigotes que te aplaudan lo que todo el mundo te recrimina. La realidad es la que termino de exponer: los hechos así lo demuestran.