Quisieron más que él. Tú, Adolfo, joselitista de toda la vida, lo pudiste ver. Bien es verdad, que ya no profesas en el joselitismo. Tu autenticidad como aficionado te ha hecho renegar de esta causa perdida. Eso sí, le quedan todos los que se dejan guiar y engañar por las leyendas, el famoseo o que son cursis de por sí. Si de los primeros, quedan un buen montón, los segundos son del mismo equipo del torero y, por tanto, existe corporativismo total; de los terceros cada día hay más. La fiesta es la excusa para cursilear, -¡para lo que ha quedado esta fiesta tricentenaria!- y a ella acuden en tropel, ahora que está ayuna de verdaderos aficionados.
Y cursilean, que es tanto como presumir de saber y de estar, pero en bobo. No les preguntes cuál es la condición del toro o ni siquiera los compañeros de cartel. Solo le van a ver a él. Él es el centro de atención, lo demás es secundario y no solo no les importa, sino que lo desprecian sin más. La ignorancia es la madre de la necedad, siendo la necedad la razón de ser de la que nace el desprecio de cuanto ignoran. En los toros lo ignoran todo, a excepción de conocer el nombre de la figura de relumbrón. Luego llegará la hora de la verdad. Para ellos no es otra que el triunfalismo: ver triunfar a su adorado ídolo es el fin y a eso dedican todo su afán.
Claro que para ello, y a pesar de su denodado esfuerzo y la colaboración de los otros grupos citados, solo les falta que no falle lo esencial: que el torero de marras de muchos pases, -a ser posibles seguidos- allá penas si estos se dan a un toro de verdad, a un novillo afeitado o un borrego sin chicha ni limoná, o las dos cosas a la vez. Como sean los pases tampoco es de considerar, así como las estocadas, que para ellos han de servir para que muera el toro. Este guiso, para estos, supone triunfar. Ellos le hacen triunfar y simultáneamente triunfan ellos, que es a lo que han acudido a la plaza.
Dicho todo cuanto antecede, salió el toro (tras infinitos reconocimientos veterinarios), que parecía poco toro y que era de la ganadería sustituta de Concha y Sierra. Y lo primero que pensó la afición es si el toro habría estado con Doña Concha, pero no dudaban que sí lo había hecho con el Sr. Sierra. El animal empezó, cual orquestado colaborador a embestir, embestida cansina y tirando a bobalicona, pero embestida al fin y solo faltaba torero que le hiciera las cosas bien. Y Joselito empezó a hacerlas bien, pero a su modo. Un modo ya traído de temporadas pasadas y que consiste en trastear lo más lejos posible del animal. Para ello ha de usar cuanto esté en su mano usar. Y lo usa, y la afición se lo afea: que si pico por aquí, que te cruces por allá, etc. Él a lo suyo y los citados a bramar (hágase aquí el inciso conveniente, ya que los aficionados, en grandes faenas, lo que hacen es vibrar). Pues los ademanes del torero dirían que sí, pero era que no. Que de arriesgar, -y con esa fiera (?)- no. Que de componer posturas, sí. Que de apasionarse y fundirse con esa facilona embestida, no. Que de dárselas de maestro sin apreturas, sí. Y así se llegó al final de aquella faena, mientras en los tendidos se establecía la polémica del que sí y del que no. Había más del sí, pero Joselito les tenía reservado -imaginamos aquí mala suerte en la ejecución- un bajonazo, con lo que se equilibraba la cuestión.
En el siguiente, toro de Victoriano del Río, anunciado de Cortés, lances rodilla en tierra, con esa su disposición del toro cuanto más lejos mejor, y el toro más de rodillas que él, pues al corral. Sobrero de El Torreón, ni una pega ya en cuanto a su presentación. ¡Ahora va a ser! Que diría quien presume de tanta disposición. Pues que va, ahora menos apreturas y en consecuencia con la movilidad del toro de más encastada condición, ni acoplamiento ni lucimiento ni ná.  A pesar de los esfuerzos de los fervientes seguidores, otra vez que la culpa la deben tener los de siempre. No, esta vez no. En la tarde de hoy, Joselito ha gozado de una oportunidad única y, seguramente, irrepetible. Todo a favor: su público aplaudidor, torito colaborador y toro para triunfar de verdad. Sólo ha fallado él y es que no se puede torear sin dejar en cada lance o muletazo un pedazo de tu piel. Ni con la espada, perdiendo la muleta en su segundo, ha sabido estar. Hoy ha sido peor que el día del ¡¡gilipollas!!, pues hoy ha tenido disposición, de la suya, pero disposición, lo que no ha habido, al final, ha sido toreo del de verdad, del rematao, ni con ese torito colaborador. Y es que no da más de sí. Torear bien es muy difícil y además muy peligroso, decía nuestro añorado Vidal. De ese no ha hecho, ni se ha intentado, ninguno.
Del resto, poquísimo que contar. El funcionario Caballero, aburrido y aburriendo. Como a él nadie le esperaba, no contaba con toda esa gente y a la afición de verdad no se le puede decir nada con esos toros que se nos han traído, pues tremenda vulgaridad. De Iván García, lo mejor para él lo que cobre por la sustitución, ya que la actuación con el citado material, sin ser conocido de nadie, no le puede servir. Ya les ha pasado a otros, el tener que lamentar que tras un triunfo más o menos merecido, les dan una sustitución y les meten en un lío de cuidado. En Madrid, sin ser figurón y sin cohorte de apasionados seguidores, lo mejor es con un toro de verdad y ese con determinados toreros en cartel no suele salir.
Adolfo, el joselitismo, por lo visto hoy, no tiene futuro. Si con ese material que ha tenido y lo dispuesto (?) que ha estado y venido, no ha triunfado, a qué toro le piensa ejecutar el toreo en plenitud. Acertaste al darte de baja hace ya unos cuantos de años. Algunos no se dan de baja nunca y les da igual blanco que negro, verdad que mentira, pero esos no son tan aficionados como tú. Espectadores -pues también pagan entrada- y gracias.

P.D. Es de justicia señalar que en la corrida del pasado día 20, Uceda Leal ejecutó la, hasta ahora, mejor estocada de la feria. No es nuestra intención ocultar este dato, aún cuando nuestra crónica no se ajuste al modelo de crónica al uso.