No, no se trata del título de una película, por muy famosa que esta fuera. Tampoco es, Manolo, una semblanza sobre tu actividad profesional. Es, ni más ni menos, la historia de una tarde que pudo y debió cambiar el signo de muchas cosas y el viento se encargó de llevarlas por otros derroteros.
Vaya por delante, que se llevó la mala racha de toros descastados y desrazados que se lidian hoy en las plazas, incluida esta de Madrid. Es decir, fueron buenos vientos los que soplaron en esa dirección. La novillada de Fuente Ymbro, sacó lo que tienen que sacar los toros de lidia: casta. Con ella sustentaron su devenir en el ruedo y si ella fue aprovechada o no por sus lidiadores, esa es ya otra cuestión. Cada novillo-toro ¡hasta con 529 kg.! desarrolló en su lidia las características propias de su condición. Ahora codicioso y bravo como el tercero, luego más noble y pastueño como el cuarto, antes manso y encastado como el segundo, gazapón y andarín el sexto, etc. Todo un muestrario de comportamientos, todos ellos sustentados en la casta, la fuerza y sobre todo ¡el motor! de la repetición. Nada más y nada menos, lo que pide la afición.
No es como ya estás viendo, Manolo, hablar del aire acondicionado que es tu labor. Esa es otra forma de viento, un viento organizado que aquí en la Fiesta no se da. Nadie lo puede regular, y si lo hace lo hace para mal. El frescor suele ser la excepción o la casualidad. Habremos de reconocer en esta ganadería un cuidado especial en la cría de sus reses, aunque procedan del monoencaste, lo que viene a significar la importancia de la selección, rectitud y rigor del ganadero o cuidador. Vaya nuestra felicitación para quien realiza tan pulcra y pura labor.
Pero hubo más viento, Manolo. En el palco suelen soplar malos vientos y si está presidiendo D. César, se nota más. Y no es que el hombre, por su cuenta, amenice y perfume a los de su alrededor, sino más bien que va a su aire, un aire, casualmente, contrario al de la afición. Y no es así. Lo hemos dicho con anterioridad, menudo es el tal D. César, menudo es. En la novillada de hoy, se empeñó en no permitir tercera vara alguna, -la rutina de los dos puyazos, se ha hecho ya ley- y nos privó de ver el bravo comportamiento de alguno de los ejemplares de Fuente Ymbro. Como no se podía conformar con tal cuestión, confundió a la historia, dejando que a ella se apunte Maltrecho, cuando quien de verdad había hecho méritos para la vuelta al ruedo había sido, sin lugar a dudas, Zarino, que incluso es un nombre mejor para el recuerdo. Maltrecha deja la imagen de la plaza, premiando a un andarín. No me vale que sea el justo premio a una completa corrida. La historia es la historia, los premios son los premios, y Zarino fue, con mucho, el mejor de esta tarde y de muchas más.
Pero fundamentalmente, el viento se llevó el toreo. De éste hubo poco y mal reunido. Los novilleros actuantes y sus recursos tienen buena culpa de ello, pero el viento, que a ratos sopló cual huracán, no permitió la lidia en los medios, lugar que pedían los encastados novillos. Del resultado posible nunca tendremos información y quien escribe y los espectadores solo podemos referirnos a lo que allí aconteció. Y aconteció poco, Manolo, y si de toros te perdiste buena ración, de toreo poco o nada dejaste de ver al no venir.
El más entregado y, quizás, preparado, resultó ser el debutante y tocayo tuyo, Manuel Escribano. Pero se quedó en eso, en ganas y disposición. Dos portagayolas y un tercio de banderillas emotivo y vibrante en el sexto, fueron su mejor tarjeta de presentación. El manejo de las telas, ¡ay, el viento! fue otro cantar. Una voltereta espectacular, cual cometa al viento, se llevó también. Luis Miguel Vázquez, también recibió un buen achuchón que le destrozó la media y estuvo toda la tarde a merced de la codicia de sus oponentes, que le desbordaron, y de los vientos soplantes.
Capítulo aparte, merece Raúl Velasco. Un novillero entrado ya en años, al que el viento, los vientos de esta tarde, se le llevaron su ilusión torera. No es fácil torear bien, no es fácil que te anuncien para torear, no es fácil que te toque el toro de tu vida y no te puedas salir con él a los medios. En suma, no es fácil ser torero -y lo fue en tal o cual lance o muletazo- pero es mucho más difícil ser honesto consigo mismo y coherente con su situación profesional. Tras el arrastre del ya citado Zarino, y por sorpresa, allí mismo se cortó la coleta, el símbolo de su ilusión y vocación de los últimos años. No seré yo quien le diga si acertó o si erró en su decisión, pero sí quien la respeta en toda su extensión. Ser novillero sin dinero o protección, es mucho más arriesgado que ponerse delante de los novillos. Las oportunidades no están, ni siquiera llegarán otras fácilmente, de ahí su decisión. Si sólo fuera por haber desaprovechado un gran toro, debería quedar vació todo el escalafón. A quien lo valore de ese modo, les pido esa reflexión. ¡A la calle todos los coletas del escalafón de matadores y novilleros! ¿O no?.
Zarino y Raúl Velasco, dos que han hecho historia en Madrid. Enhorabuena ganadero y suerte torero. Por dejar de vestir, no dejarás de sentir.