En el año de 1796 apareció en Cádiz el libro "La tauromaquia o el arte de torear" que venía firmado por el diestro sevillano José Delgado Guerra, popularmente conocido como Pepe Hillo. Ya en la portada se indicaba quiénes eran los destinatarios del tratado: "Obra utilísima para los toreros de profesión, para los aficionados y toda clase de sujetos que gustan de los toros"; tenía vocación de amplio alcance. De alguna manera el libro de Hillo revolucionó la tendencia que el escrito taurino tenía hasta el momento pues aunque otros tratados existían con anterioridad a éste, como por ejemplo el de don José Daza "Precisos manejos y progresos condonados en dos tomos. Del forzoso peculiar del arte de la agricultura que lo es el del toreo. Privativo de los españoles", que así se tituló, nunca antes un diestro había firmado uno de ellos. Así que la impresión que el texto produjo entre los aficionados fue muy grande. Sin embargo, es de sobra conocido que el famoso torero sevillano no fue el verdadero autor del libro pues apenas sabía dibujar su firma y era de todo grado analfabeto. Los historiadores anuncian que el texto debe pertenecer a don José de la Tixera, íntimo amigo del diestro y de otros toreros y que ya con anterioridad había escrito algún que otro tratado sobre toros y que relató, en una carta que hoy figura en el Diccionario Taurómaco de Sánchez Neira, la muerte de Pepe Hillo en Madrid. Hillo decidió dictar sus conceptos de tauromaquia a Tixera y así, entre los dos, crearon una obra que no sólo tiene importancia por perdurar en el tiempo sino además por ser modelo de nuevas formas de redactar tauromaquias a la par, entre un diestro y un escritor. Es el caso inmediato de la de Paquiro, "Tauromaquia completa o arte de torear en plaza", que se dice escrita por el periodista Santos López Pelegrín que firmaba con el seudónimo de Abenamar y otras que se repetirán en el transcurso de la historia.
La obra que Hillo y Tixera escribieron se divide en dos partes, tratando una del toreo a caballo y la otra del toreo a pie, siendo esta parte de gran importancia y restando protagonismo a otros intentos anteriores de crear normas y usos al respecto. Por otro lado se trataba de un libro que aspiraba a prevenir riesgos durante la lidia y que aprovechaba toda la técnica que el toreo a pie había desarrollado durante el siglo XVIII. De este trabajo y de la figura de Pepe Hillo como impulsor nos dice Cossío: "Hay que discernir el mérito de, si no el primer tratadista, haber sido el primero que con plena intención organiza y articula una serie de conocimientos y reglas para formular una preceptiva del arte taurino, a pie y a caballo".
De Tixera sabemos que fue gran amigo de muchos toreros, que fue capaz de recomendar a Pedro Romero la protección de Jerónimo José Cándido, que fue gran aficionado y que nos dejó, además de la tauromaquia de Pepe Hillo, la redacción, ya citada, de su muerte y la obra "Las fiestas de toros".