Alguien entendió: gol del toro. Pero no, fue, gol del Moro, y cambió la tarde. La tarde iba, hasta ese momento plúmbea, y ese grito cambió ya, definitivamente, el sentido de la tarde.
Por eso hoy, querido Morientes, quiero dedicarte este espacio. Quiero con él explicarte varias cosas. Lo primero, es que necesitaste ocho minutos para marcar, justos los mismos que faltaban el pasado miércoles para terminar, cuando marcó Zidane. Del Bosque, que siempre ha sido lento, ha tardado ¡cuatro días! para darte entrada y tu gol no ha servido para jugar la final. Os tenéis que conformar con que sirva para seguir aspirando a la liga.
Pero en la plaza sí sirvió mucho más. Sirvió, Fernando, para cambiar la tarde que, como decíamos iba plúmbea y desoladoramente triste. Nos reconciliaste con el fútbol, ya que los toros no tienen solución. Fue oírse el grito y ya todos pudimos dedicarnos a seguir los goles de la jornada con la ayuda inestimable de los transistores amigos. Amigos se hicieron todos al final. Tanto ¡oiga usted como va el Madrid, el Alavés, el Osasuna, la Real Sociedad, etc.! abrió el diálogo y la relación y no paró hasta que arrastraron al sexto toro. Fue una pena romper aquellas relaciones, pues al salir todavía seguíais jugando y ya no hubo manera de enterarse de lo demás. Si hubieran devuelto algún toro por la perniciosa invalidez, todo hubiera durado más y la escucha radiofónica también. El Presidente, Sr. Lamarca, no debe ser aficionado al fútbol o no tenía transistor cerca, de lo contrario hubiera cumplido con su obligación devolviendo algún toro, tiempo que hubiéramos aprovechado para seguir escuchando goles, que ayer, fueron muchos. Solidaridad del fútbol con los espectadores de Las Ventas.
Sin esa solidaridad, Fernando, hubieran caído como moscas los espectadores taurinos. Ora por lo implacable del sol, ora por lo insoportable de la lidia de astados descastados, inválidos y borricas con cuernos -por cierto, no con tantos- que salieron al redondel. El Sr. Conde la Corte, será mucho conde, pero le debería dar corte lidiar esos toros escombros que se nos trajo a Las Ventas. Lo cierto, es que ya da todo igual: que antes eran terroríficos y se comían a los toreros, hoy no se comen a nadie pero tampoco les dan fiesta estos toreros tan tristes y aburridos como ellos, a quienes les falta la ilusión y la dignidad para vestirse de toreros.
Y no creas, Fernando, que eran toreros sin recursos ni experiencia, ¡que va!. Toreros hechos y derechos en la profesión. El Fundi está curtido en mil batallas y, al parecer, no quiere ni una más. Y no es que fuera una batalla, sino simplemente que las fieras no eran fieras y tantas precauciones y no digamos despegos en todos los tercios, eran impropios hasta de cualquiera que  no tuviera ni pizca de valor, siempre que tuviera un poco de vergüenza, que es lo que de verdad faltó. Manolo Sánchez es, cada día más, un torero triste y aburrido, además de precavido, que quiere que le embista el carretón. Pues el carretontón le salió y tampoco se acopló. Y es que, Fernando, que tienes que venir un día para explicártelo in situ, la disposición es fundamental y en el fútbol se interpreta, pero en los toros se evidencia de forma inequívoca. El axioma es: o triunfo o enfermería. Ayer, de forma rotunda, ninguna de las dos cosas. Podían haberse ido al Bernabeu a veros, hubieran estado tranquilos y nosotros también.
Más dispuesto vino Dávila Miura y se notó. Y no es que brillara a ninguna altura, pero estuvo por allí. Hasta incluso, hizo lo más torero de la tarde, cual fue el brindis a Curro Romero. Sólo la intención permitía adivinar sus deseos. Se estrelló con sus nervios y falta de acoplamiento en el primero y la invalidez supina del otro, pero se notó que él no prefería haber ido al fútbol. Para postre, recetó dos buenas estocadas y en eso también dejó en evidencia a sus compañeros de tarde.
Los toros no andan, los toros se caen; los toros se aburren, el aficionado también; los toreros son pegapases tristes, el público pasa; los políticos se lo toman a broma, la empresa, de momento, se forra; todos los días igual, igual todos los días; son pocas las ganaderías que valen, son poquísimos los toreros de verdad; las plazas, quitando San Isidro, se vacían, la ceguera es total; los aficionados denuncian, nadie escucha esa canción. Conclusión: todos juntos al fútbol o al festival de Eurovisión.
Como ves, Fernando, si no llega a ser por las ganas que tenía la gente, que lo esperaba desde el miércoles, de un gol del Real Madrid, tu gol, nos pudrimos como ostras. La noticia y el titular de esta crónica hubiera sido otro: Veinte mil espectadores mueren de aburrimiento en Las Ventas sin que las autoridades pongan remedio a esta epidemia que aqueja a la Fiesta Nacional. Gracias, Morientes.