Esperando el paseillo, miraba en los tendidos el público instalandose. A mi lado, un niño de doce años, asentado, quieto, los ojos gran abiertos, miraba todo: los areneros preparando la pista, los mozos plegando los capotes, los apoderados encendiendo los puros enormes… Todo le cautivaba. Estaba como al teatro, esperando que empiece la magia. Al momento del paseillo, se quede tetanizado el niño, boca abierta, fijando a los toreros, a los caballos, al arrastre. Al salir el primer toro se levantó, apoyandose a la barrera cuando el toro se acercaba del burladero.
La fascinacion del niño al espectáculo me ha interrogado. Me recuerdo de mis sobrinos hastiados de juegos video, de mundo virtual, de imgenes prefabricadas, que nada podia maravillar. Colgados a la pantalla, hipnotizados, las manos corriendo sobre las palancas de la consola. La magia de los toros encendía la imaginacion de ese niño dibujando en la verdad del desarrollo de la corrida, el encantamiento de su niñez.
Funcionamos todos con los mecanismos que se establecen entre la realidad, el simbólico y el imaginario. Los niños tienen fundamentalmente que encontrar mitos que pueden dar sentido al mundo que los rodea. El simple discurso del mundo adulto es insuficiente a colmar esta necesidad. Quiero aqui hacer una comparacion de audaz. Los niños buscan héroes, asi podemos comprender el exito enorme de Harry Potter que puede leerse como un mito iniciático de un niño enfrentado a la muerte de sus padres y que debe aprender a vivir solo en un mundo hendido en dos partes antagónicas. Cada uno toma en la lectura de Harry Potter lo que le conviene y la fuerza de un mito precisamente es permitir a cada uno encontrar un eco personal a un relato que trata de una dimensión universal. En la corrida es igual. Como lo escribe Francis Wolff, un filosofo « Al igual del arte, la corrida lleva valores (belleza, valor, nobleza...) quiénes en absoluto no son las de nuestro tiempo, pero porque no son de ningún tiempo, llevan también sus mitos... ».
Ese niñito era facinado por la fiera, y como lo escribe Conrad : « el toro es un animal en frente del cual el hombre siempre se ha implicado de manera subjetiva, y por eso la historia de su encuentro es apasionante, es la historia de sus más distintos sueños y de sus emociones los más profundos ".
Este pequeño muchacho capturaba, sin saber lo, la intensidad del detalle, el grano de la presencia transitoria, que rasga y trastorna. La violencia de la muerte del toro no lo ha hecho cerrar los ojos. Con mucho respecto al toro, comentaba el joven el estoque del torero. Enfrentado a la muerte, el niño integraba la verdad del momento, a su manera, como decir, naturalmente.
Yo he ido muy temprano a la corrida, me recuerdo que he visto una corrida antes de ver una pelicula al cine. Mi tio me llevaba a los toros, era un momento privilegiado, a donde me explicaba todo. Al final creo que la mitad de lo que he aprendido de la vida y de sus obligaciones, lo debo a la corrida.