Seguro había el decorado de Christian Lacroix, estos arabescos rojos sobre el ocre de la arena, los toreros vestidos de trajes goyesques colocados sobre un encaje sabio color de ladrillo, el fresco de la plaza adonde mujeres de Arles, cruzaban bonitos y jóvenes marineros, la Presidencia adornada con un capote de paseo imaginario, los tendidos llenos y el cielo oscuro y amenazando de un otoño lluvioso, toros que faltaban de casta …
Pero lo que guardaré de esta corrida de Arles es una imagen: César Rincon a cada uno de sus toros, a tomar su espada, poniendo a su muñeca un ortesis, recuerdo de una herida a la mano derecha ocurrida en Antequera el 20 de agosto pasado.
Imagen bien anodina seguramente pero que me hizo recordar una reciente entrevista del maestro colombiano que se confiaba a un periodista : « He sido muy castigado por los toros... el toro a unos nos castiga más que a otros. Yo he sido un torero al que me han castigado porque me entrego mucho pues tengo un gran pundonor y no me dejo ganar en ningún momento la pelea por los compañeros......La suerte es que un toro te coja y no te haga daño....En el caso mío debo estar agradecido con Dios porque con todos los percances que he tenido a lo largo de mi vida, todavía lo puedo contar y eso es maravilloso....Lo más hermoso es que he sufrido muchas cornadas pero las alegrías son más que las tristezas y eso me da aire para continuar en la profesión ".
De verdad, César Rincon fue mucho castigado por los toros, la verdad de su toreo se inscribió poco a poco sobre su propio cuerpo que dibuja un verdadero plano geográfico allí donde las cicatrices señalan en azulado su paso en una ciudad.
Finalmente este pequeño gesto de nada antes irse a matar a su adversario suena para que el público no olvida que la muerte está siempre presente en el ruedo y puede afectar a los toreros. Ellos, lo saben y lo asumen. Por supuesto algunos espíritus grunones, a la crítica acerada no faltan minimizar las heridas de los toreros cuando vuelven de nuevo seguido después de un cornada, no quiero entrar en este debate.
Este pequeño gesto de nada nos trae al sentido profundo de la
tauromaquia, " un arte a través del cual se universaliza la totalidad, la integridad del sentido y el valor del ser humano, de la vida del hombre, el hombre enteramente verdadero proyectándose de una manera luminosa en el juego mortal e inmortal de la tauromaquia..."
En cada uno de los lances y solamente allí, se encuentra el verdadero reto al peligro y como lo dice Jose Bergamin: "para que este peligro sea realmente uno, es necesario realmente que sea conjurado por el lance y no por algo de otro… ». A Jacques Durand, uno de nuestros mejores revisteros franceses le gusta decir que el tremendismo "hace la desesperación de los aficionados exigentes, que se desconfían de esta mercancia patético". no tratamos de eso aqui. Pero el peligro queda en el ruedo, es palpable, a veces incluso adonde no se lo espera. ¿Cómo se puede ir a la corrida olvidando que el torero puede,el, no volver a su casa la vida segura, sin tener ni un rasguño?
La herida es un paso a menudo iniciático, oigo a un aficionado en
Nimes hablandome de un novillero: ¡"espera, a ver cómo volverá de nuevo después de una herida!" ". La cornada es una marca de hierro para los toreros, con ella, una forma de lucidez se inscribe en su piel, esta quemadura, este rasgón los trae a la verdad de su compromiso. Me acuerdo de una tarde, sentada junto a Juan Jose Padilla estabamos mirando sobre la pantalla, en un Congreso de Cirugía taurina, la video de la herida espectacular que le había infligido un toro en San Sébastian.
Era increible, llevado por la violencia de la fiera saliendo del Toril, veía esas imágenes por primera vez. Tenía mucha emocion, revivía como un espectador el impacto del choque, la fuerza del encuentro, la verdad de la prueba infligida, la violencia de estas imágenes que se imponían a su mirada : "no había realizado, no lo creo, no lo creo " no dejé de repetirme.
Alain Montcouquiol, hermano de Nimeño II, quein ha sido novillero, se acuerda su primera herida: "en ese momento sabia que nunca sería torero", Jose Tomas declaraba que antes de ir a la Plaza, dejaba su cuerpo al hotel. Lo veo de nuevo, blanco como un cerezo, sabiendo que es a este lugar del ruedo que tiene que ponerses para suministrar el solo lance, el más sincero, él sabe el peligro...
El toro lo trastorna, vuelve de nuevo, allí, al mismo lugar porque es allí y allí solamente que suministrará la pureza de su natural...
Como lo escribe Nietzsch "tener del milagro es tener a la verdad, vivir en el riesgo..." ". El brazo aflojado, los pies en la tierra, el torero parece olvidar completamente el cuerno a algunos centímetros de su cuerpo, entrando a matar se lanza y oscila... no creo que lo olvida.
Es a esta forma de verdad que nos invitan los toreros, a la cinco de la tarde, no debemos olvidarlo, nunca...