Una vieja frase taurina dice que, donde hay dos taurinos hay tres opiniones y, visto lo que pasa tras ver una misma corrida; uno tiene que aceptarla.
En la última, de las siempre escasas corridas retransmitidas por RTVE, el cartel lo conformaban El Cid, Encabo y, El Fundi, el ganado era de Victorino, es decir; diablillos con pitones, animales que hay que conocer y re-conocer para enfrentar, el cartel; casi se diría que era de expertos en el tema.
Y, hete aquí que un amigo de una lista taurina americana, vió una corrida distinta a la que ví yo y… lo grave es que; ¡fue la misma que emitió RTVE!.
Jaime Dorich, es sin duda un aficionado serio, un entendedor y su opinión es siempre valedera pero, pero; se hace evidente lo de dos taurinos y tres opiniones.
La corrida fue, desde el punto de vista del ganado, complicada; ninguno de los toros lidiados fue, “perita en dulce”, fueron como son los Victorinos, complicados, difíciles, exigentes; animales que pusieron a prueba al cartel.
El Cid es un especialista en torear Victorinos, algo por el estilo pasa con el Fundi, ya en el caso de Encabo, no está tan claro este aspecto, pero; la faena menos lucida, la más parca, la menos llamativa; fue, sin quizás, la más interesante.
Encabo tuvo que bailar con “la más fea”, es decir, le tocó el peor de los lotes y, exprimirles pases a animales tan complicados requiere sin duda, de mucho mando, temple y manejo del toro.
Analizar una corrida únicamente por el resultado es, sin duda un error craso, hay que analizarla desde que el primer toro de la tarde aparece por la puerta de los sustos, es más que indispensable el catalogar, valorar y comprender cada animal que salta al ruedo; solo viendo las cualidades y defectos de cada toro se puede apreciar lo que el torero ha hecho o, dejado de hacer frente al astado.
Y, las cosas tienden a complicarse si, pensamos que, dentro de ese juicio debe de estar comprendido el de el encaste y la raza del animal. Los Victorinos vienen siendo, en los últimos años los únicos toros “probadores”, es decir, los únicos que han sido criados para ser ellos mismos, no para ser lo que las “figuritas” necesitan, son toros complicados, difíciles de juzgar, son animales que están siempre buscando su lugar, su identidad y por tanto, probando a quienes están delante.
No son toros que mantengan un ritmo coherente, cada uno presenta sus cualidades y complicaciones y, torearlos debe de ser, sin duda; un reto para los toreros que llevan la torería en el alma.
Luis Miguel Encabo, como se dijo; tuvo que bailar con la más fea de la fiesta y, lo hizo bien, simplemente bien. Encontró las distancias y los tiempos de cada uno de los toros de su lote, los comprendió y, le dio a cada uno; lo necesario.
Es cierto que sus faenas fueron más bien un tira y afloja, cansón para la gran masa, pero fueron un constante lidiar, que es para lo que existen los toreros. Supo hacerlo en las distancias y tiempos correctos. No cabe decir que haya sido una faena de postín, porque no lo fue, fueron faenas para apreciar el arte de lidiar, y; fueron realmente, un placer sin premios, obviamente porque no se paga el esfuerzo si no el triunfo, pero de una calidad superior.