El camino de los artistas es un camino que, parecería se hizo estrictamente para ellos, con rosas en su senda. Rosas que, a veces tienen flores, pero; siempre ¡muchas más espinas!.
Se cuentan por cientos los artistas, sin importar la vertiente a la que se dediquen que, jamás llegaron ha ser conocidos por el público, son también cientos aquellos que solo fueron reconocidos después de muertos y de esos se podría decir que corrieron con suerte.
Y son miles, muchísimos miles más aquellos que, deambulan por el mundo con su arte a cuestas sin que nadie piense en mirarlos tan siquiera. Y, vivirán quizá, viendo morir sus sueños, vivirán sabiendo que la veleidosa Diosa Fortuna no los ha mirado nunca, vivirán en la amargura y el eterno renovarse de sus sueños, también, eternamente frustrados. ¡Lástima de arte que se desperdicia!.
Se me viene a la mente mientras escribo estas letras por ejemplo, un par de nombres, el de, Ruiz Manuel y el de Guillermo Albán, se presentan con fuerza; son dos grandes toreros, estilistas, serenos, sobrios, mandónes y, desgraciadamente para ellos y la gran masa; fríos.
Los toreros, llamados fríos, aquellos que torean para sus adentros, para el gusto y por el gusto de hacerlo, lo tienen más difícil que el resto de sus compañeros. El torero capaz de faenas de altísimo riesgo (aunque, desde el punto de vista artístico ofrezca poco), tiene mucho más posibilidades de levantar a la parroquia, ¡claro!, porque la parroquia no entiende de sutilezas, de arte conciso; solo entiende de aquello que, vulgarmente dicho “le pone los pelos de punta” y, tristemente esas: (¡cuántas serán mi Dios!) faenas de arte, se pierden en la niebla de los tiempos; al margen de que cuatro o cinco “aficionados de postín”, las mencionen, sin que por cierto, poco importen a la gran mayoría de la crítica “sobreteada” y las grandes masas lo comprendan.
Duro, triste y amargo el destino de los artistas, aquellos artistas que lo son; no los que se venden, no los que se mercantilizan sino; aquellos que sienten y viven el arte, aquellos que la llevan dentro, aquellos que vibran que, sienten.
¡ Duro, triste y amargo el destino de los artistas!