En ocasiones las orejas se reflejan como meros datos estadísticos, me atrevería a decir que en la mayoría de los festejos lo son, pero cuentan mucho a la hora de los contratos pero, qué pasaría si en lugar de hablar de orejas y más orejas, habláramos de la calidad de las actuaciones.
El torero que más orejas corta no siempre es el triunfador de la tarde, o al menos el que más contento o satisfecho deja al público. Un simple trazo de arte vale más y paga el boleto, que un trofeo que puede saber a simple despojo de res.
Qué sucedería en las empresas si en lugar de leer un simple resultado en los diarios, tuvieran la oportunidad de leer toda una crónica de lo sucedido en el festejo. Quizá torearían más diestros que cuando han realizado buenas faenas y han tenido buenas actuaciones que por desgracia malograron con la espada, cosa que a cualquier matador le puede pasar sea o no experimentado.
A la figura se le perdona el fallo, pero al joven no. ¿Se ha dado cuenta de esto usted amigo aficionado? La empresa pide que lleven las orejas a la oficina para dar oportunidades, pero no saben cómo son las actuaciones en conjunto.
En la Plaza México cuántas veces hemos visto pinchar a Enrique Ponce quien a malogrado gran cantidad de faenas, y no pienso meterme si han valido o no, o si gusta su toreo o no, es un mero ejemplo, pero es figura y no pasa nada. Pero un joven puede tener una gran actuación en un pueblo y fallar con la espada, pero no corta la oreja y automáticamente es fracaso y no se torea.
Hay otras orejas, por ejemplo, que sí se cortan con la espada, pero que fueron precedidas de una labor desastrosa. Puede ser cuestión de suerte meter un espadazo, por lo tanto cortar lo oreja que se traduce en otro contrato, pero quién vale más, el torero que tiene calidad en conjunto y que en la tarde de la oportunidad no tuvo suerte con la espada o, el que metió la espada sin estar enterado de lo que es el toreo.
Lo ideal sería, desde luego, que el torero fuera completo con labores de calidad y un gran estoqueador pero eso es difícil de reunir, son pocos los casos de matadores tan completos.
El gran maestro David Silveti tenía una calidad enorme en su toreo, pero no manejaba la llamada suerte suprema, y eso pasaba a segundo término después de ver sus faenas. No cortaba orejas, pero salíamos contentos. ¿No cree usted amigo aficionado, que hay jóvenes que tienen calidad en México que no han cortado orejas por circunstancias del acero? Ojo, no digo que tengan o no la calidad de maestro Silveti que en paz descanse.
Las orejas pueden decir mucho a un empresario, pero en realidad pueden significar nada para un público. Asunto grave y muchas veces injusto, ¿no cree?