El pasado sábado TVE, nos brindó la oportunidad de asistir en directo a la penúltima corrida de la feria de San Sebastián y, confieso haberme quedado decepcionado. ¿Qué no estaré en mis cabales? Y lo digo convencido. Igual debo de acudir con toda celeridad a un psiquiatra porque, de otra manera, no lo entiendo.
Toreaba El Juli y, su actuación, resultó ser vitoreada toda la tarde por los comentaristas de TVE y, yo mismo me hacía cruces de lo que estaba viendo y, ante todo, por lo que estaba oyendo. Es verdad que, ante todo, vi a un torero vulgar que dio, nada más y nada menos que, la friolera de trescientos ochenta pases, contaditos en los tres toros y, tras matar de contundentes estocadas –mira que mata bien este hombre- el balance final resulto ser de una oreja. Confieso que, sus estocadas son mortíferas, certeras, efectivas y en todo lo alto, ese mérito, jamás nadie se lo quitará, pero, ¿y el toreo? Como sentencio, aburrió a los toros con mantazos por doquier, con pases más o menos limpios pero, para nada hacia honor lo que le estaban cantando con lo que estaba ocurriendo y, la gran verdad es que, el público de Illumbe, dictó su sentencia y, como en verdad ocurrió, el premio resultó ser escasísimo. Pero, señores todos, así está el toreo. Este pegador de pases se ha hecho multimillonario por el solo hecho de tener valor y saber vender su mercancía. Decenas de toreros mejores que El Juli, lamentablemente, viven de limpiar coches, de quitar mierda en las fincas ganaderas o de vender bolígrafos porque, los empresarios, no los contratan.
Si comparamos lo que es la calidad de un torero con otro, por citar uno muy cercano a El Juli, su propio apoderado, por la calidad inmensa que tuvo su toreo, debió de ganar miles de millones y, a duras penas ordenó su vida con los toros. Ya, centrados en el tema artístico, El Juli, jamás dejó huella en ruedo alguno. Digamos que, en el momento, la masa, sin más juicio que la emoción que pudieran sentir en el momento, ha sido capaz de premiar a este torero pero, faenas inolvidables, ni una. Ahí están las pruebas y, por el contrario, su apoderado, Roberto Domínguez, ha inmortalizado infinidad de toros y, si mal no recuerdo, todavía se sigue hablando, hace más de veinte años, de su faena al Miura de Pamplona y su eclosión de arte ante un Victorino en Madrid, por citar algunas de sus más nombradas efemérides. En fin, como vemos, un mundo de locos donde, como me han contado, Roberto Domínguez, está ganando ahora más dinero apoderando a este torero que cuando creaba bellísimas lecciones de torería ante toros de verdad.
Claro que, Roberto Domínguez, ahora mismo, hasta el mismo se sorprenderá de cómo han cambiado los tiempos. Él, un artista de la torería, en demasiadas ocasiones, le sometían a la tiranía del toro difícil y encastado –hasta tomó la alternativa con los de Cebada Gago- y, para colmo, como explico, creaba lecciones de auténtico lujo torero. Ahora, con el medio toro, su poderdante, camina por esas plazas de Dios con aires de figura siendo, en realidad, un vulgar pega pases. Y digo medio toro porque, los Jandillas de San Sebastián, olían a serrucho de muy mala manera. Nunca lo sabremos porque, eso del análisis de las astas de los toros ha pasado a mejor vida pero, las sospechas, eran alarmantes. A veces, el realizador, con aires de buen aficionado –con mala idea de cara al torero- nos mostraba un primer plano del toro que, daba grima contemplar aquello.
Lo que yo pude ver, en realidad, lo contempló todo el mundo y, sin embargo, al día siguiente, la prensa, cantaba la “epopeya” de El Juli como un hecho inenarrable. ¡Serán burros¡ Está claro que, el dinero, hace milagros porque, de otra manera, no podré entenderlo jamás. Un crítico que sea medianamente aficionado, ante todo, tiene el derecho, el deber de saber diferenciar y, atreverse por comparar y, entonces, sacar sus propias conclusiones. Repito y vuelvo a citar; ¿se puede comparar esta actuación de este hombre con aquella faena, reitero, de Roberto Domínguez ante un Victorino en Madrid? Imposible. Claro que, Roberto Domínguez era un torero, quizás por eso le maltrataron con saña y, a éste, El Juli, un pegador de pases por doquier, lo cuidan y miman como si fuera el Dios del toreo. Cosas de la vida.
Y, entre tantas paradojas como nos ofrece el destino, pudimos comprobar, en la misma corrida que, los toros de más presencia y pitones, le correspondieron a Antonio Barrera que, torero cabal donde los haya, cayó herido una vez más. Maldito y asqueroso infortunio que, favorece a los más malos y, castiga sin piedad a los buenos. Recordemos que, Antonio Barrera estuvo torerísimo en el único toro que pudo lidiar que, a no ser por la estocada que cayó muy baja, su triunfo, hubiera sido apoteósico; emborronó una bella faena con la espada y, todo quedó en una sonora ovación de respeto y admiración hacia un hombre que, acudía a sustituir a César Rincón, sencillamente, como premio al triunfo que, dos días antes había tenido en dicha plaza. Decir también que, Eduardo Gallo, que completaba el cartel, es un Matías Tejela cualquiera que, apoyado por los grandes y sin pretensiones económicas, como novedad, cae bien en los carteles; todo eso es verdad, pero su futuro es muy inseguro. Se trata de uno más; uno más de los que les apoyan pero, mejores que él, como pasa con El Juli, los tenemos cosechando patatas.