La personalísima voz de Dyango, una vez más, cautivó a los presentes congregados en el Castillo de Alicante, un marco incomparable en el que, el cantante catalán, afloró sus mejores sentimientos, expresados todos ellos a través de sus canciones. Dyango, con fortuna para nosotros, es un asiduo visitante de la ciudad alicantina y, cada año, el ayuntamiento se encarga de su contratación para estos conciertos de verano en un marco tan singular como el expresado.
Sigo creyendo que, Dyango, más que un cantante, yo le definiría como un cantor; un cantor de las más bellas melodías que, con su personalidad, se convierten en obras inolvidables de la música ligera; pero no tan ligera puesto que, las canciones de Dyango, aquellas que nos cautivaran hace ya muchos años, hoy día, siguen teniendo la misma vigencia de antaño. Ciertamente, definir el éxito de Dyango en nuestra ciudad podría resultar ser tarea baladí. Expresar la sensación de un artista como lo es Dyango, suele ser ardua labor. Sencillamente, triunfó con sus canciones, con sus músicos, con su orquesta de cinco músicos en la que, todos, sin remisión, dieron lo mejor de si mismos.
No es casualidad que, la casa de Dyango, como es notorio, esté abarrotada de discos de oro y de platino; todo el mundo de habla hispana es testigo de los éxitos de este hombre sencillo que, su mayor grandeza estriba en la humildad de su calidad como artista; como hombre vinculado al mundo del arte en su faceta musical y, ante todo, como un ser humano ejemplar, como bien pude indagar. Dyango no es un cantor más, que bien podría serlo; es un cantor con dotes interpretativas nada usuales en el mundo actual. Como músico, ahí están las pruebas, se trata de un excelente compositor que, no está en el mundo de la música por capricho, más bien, por pura vocación, por ello, al margen de compositor y músico instrumentista, sus facetas más escondidas, nos encontramos con un cantor excepcional que, allí donde recalare, irremediablemente, tiene que volver, como lo ha sido durante muchos años, la ciudad de Alicante.
La noche, en Alicante, estaba estrellada; la luna como mudo testigo, parecía sonreír ante los acordes de la mágica música de Dyango que, cantándole al amor, a la vida y a sus gentes, en definitiva, le estaba cantando al mundo. En el recinto del castillo, apenas cabía un alfiler; me temo que, sin lugar a dudas, estábamos todos los que amamos las canciones de siempre que, con fortuna para Dyango, éramos muchos; más de los que quizás él pudiera imaginar. Se trataba de una cena de amigos en el castillo y, como pudimos comprobar, Dyango, en Alicante, además de amigos, tiene admiradores por doquier. La gente vibraba con sus canciones y, al unísono, el artista se crecía en todas y cada una de sus interpretaciones. Sin duda alguna, Dyango puso, a lo largo de la noche, ALMA, CORAZÓN Y VIDA.
Dyango, en Alicante, sentía NOSTALGIA por ESA MUJER y mientras EL PIANO SUENA, sin pretender QUERER Y PERDER, en un SUSPIRO DE ESPAÑA estaba ENCADENADO por un AMOR DE TANGO, escuchando LA RADIO mientras le hablaba a MAITE. Su CORAZÓN MÁGICO estaba ENCADENADO por la NOCHE Y TÚ. ¿DÓNDE VAS, AMOR? Le preguntaba cuando era BIENVENIDO AL CLUB, respondiendo que, SOY EL QUE MÁS TE HA QUERIDO. ELLA era ESA MUJER que tenía DOS GARDENIAS y que sentía NOSTALGIA y FELICIDADES, sin HABLADURÍAS ante EL MUNDO. AMOR DE TANGO es el que sentía Dyango por su AMANTE GAVIOTA.
De este modo, con las letras de las canciones de Dyango, a Dios gracias, podríamos construir las frases más hermosas; inacabable sería la frase, como en realidad lo son sus canciones. De cualquier manera, Dyango, con su música y con su voz, sin lugar a dudas, sigue construyendo la vida, su tarea más hermosa.