Tras la triste noticia conocida ayer sobre el fallecimiento de Manolo Vázquez, desde estas páginas quiero hacer honor al respeto y admiración que me merecía. Baste decir que mi andadura en la escritura taurina me la sugirió él, a finales del año 1983, cuando estaba cerca su última despedida. Aquella marcha, coincidente en el tiempo con la de otro gran torero como Joaquín Bernadó, así como las lecciones que todavía repartía Antoñete, me movieron a crear La Reserva del Toreo. Un lugar donde guardar los mejores valores del Arte de Torear. La despedida de los ruedos del torero sevillano, era una muestra de lo que íbamos a perder y de ahí que yo intentara guardarlo en un ensayo literario. No se si pretencioso, pero sí sincero y sentido.
Hoy en su memoria y homenaje, traigo a estas páginas lo que en aquellos momentos escribí. Su marcha, ahora definitiva, y que acumulará escritos sobre lo que significó, para mí sólo precisa desempolvar lo escrito en un noviembre de 1983. Un homenaje en vida que también lo es ahora tras su muerte. Descanse en paz.
(Nota.- Publicado originalmente en “MT” con fecha 15 de Noviembre de 1983.)
MANOLO VÁZQUEZ Garcés, nace en Sevilla, el día 21 de Agosto de 1930. Criado en un ambiente familiar taurino, se decide a ser torero, debutando con picadores un lejano 11 de Julio de 1948 en Ciudad Real, siendo allí donde comienza a fraguarse y adivinarse que, debajo del terno que viste aquella tarde, hay un TORERO. Dos años después, concretamente el 4 de Junio de 1950, se presenta en la Monumental madrileña y allí se confirma lo que se adivinaba dos años antes. Toma su alternativa en Sevilla natal el día 6 de Octubre de 1951, siendo su padrino su hermano Pepe Luis Vázquez y testigo de la ceremonia Antonio Bienvenida, que le ceden el toro Perdulario, nº 41, de la ganadería de Domingo Ortega. Justo al día siguiente confirma su doctorado en Madrid, alternando con los mismos diestros, que en esta ocasión le ceden el toro Calamar, nº 193, de la ganadería de Bohórquez. A partir de ese día y hasta el 12 de Octubre de 1983, fecha reciente, en la que decide decir adiós definitivamente, con un éxito clamoroso, su paso por los ruedos ha sido siempre marcado por el sello de su calidad torera.
Manolo Vázquez ha rezumado torería desde que nació, pero sobre todo, lo ha sido mucho más, en esta su última vuelta a los ruedos. Siempre se ha dicho, aquí se confirma por sí sólo, que los artistas maduran con los años y aunque cuando regresó, no fueran muchos los que confiaran en que fuera un retorno feliz, él se ha encargado de demostrarnos que El Toreo se lleva dentro y las facultades físicas, no son mas que un complemento meramente superficial, pues así nos lo ha demostrado con creces, dejando en los aficionados un recuerdo imborrable e imperecedero, que nos tiene que guiar por la senda de lo auténtico, con las variaciones propias de la personalidad torera de cada cual, pero dejando sentado que El Toreo se ejecuta con el alma, transmitiéndolo al juego de las telas, para plasmar con ellas las obras maestras del toreo, que será para siempre el manantial donde beban las nuevas generaciones.
El toreo que practicó Manolo Vázquez, El Toreo, es más difícil cuanto más sentido se realiza, de ahí que tengan mucho más valor los toreros que, como Manolo, así lo ejecutan; por eso lo llamamos auténtico, por encima, naturalmente, de los que se pierden en una constante vulgaridad. Manolo Vázquez nos ha enseñado lo que es torear con naturalidad, relajado e imaginativo, dando muestras de ser un auténtico valiente, pues el valor es mucho más necesario para aguantar y conducir las embestidas, que para provocarlas. Tú siempre fuiste Torero, ahí es nada, y con ello llenaste los ruedos de gestos y gestas. Gracias Manolo por llevarte y dejarnos, como herencia, parte de la gloria que te llevas, justamente ganada a impulsos de tu calidad torera. ¡Ojalá!, que este ejemplo tuyo, sirva para sentar las bases de la continuidad en El Arte de Torear. Por eso nosotros te nombramos, desde ahora, catedrático vitalicio de LA RESERVA DEL TOREO.