La torería, el empaque, el gusto y la propia naturalidad de El Inclusero, fueron las constantes vitales para que, el diestro, una vez más, se sintiera artista por los cuatro costados para construir la obra bella en un pueblo alicantino. Respecto a los toros y, más concretamente en lo que a su creatividad se refiere, la faena sublime, como se entenderá, puede surgir en algún que otro lugar; sólo se precisa del artista adecuado y, obviamente, de la colaboración de un toro. Pues todo esto ocurría en la plaza de toros de Dolores, un pueblo que, durante la faena de El Inclusero, éste le cambió el nombre al pueblo y, en vez de dolores, el pueblo sintió la más grande dicha; no era para menos puesto que, un artista de la torería mundial estaba creando la obra bella.
A lo largo de sus años como artista, de El Inclusero se cantaban, a diario, sus glorias con el capote cuando, además del capote, la verdadera esencia de este artista nacía desde el fondo de su alma y, con la muleta, desde siempre, creaba la obra bella, la faena que todos soñaban y que, cada vez que el toro se lo permitía, El Inclusero, sentaba cátedra para los anales de la torería. Ahora, El Inclusero, una vez más, el pasado día 6 de agosto del año en curso, en un festival y con la colaboración del toro, Gregorio Tébar, moldeaba su obra y, cual cincel hermoso como era su muleta, creaba un nuevo monumento al toreo. No importaba el lugar; ni tampoco la plaza. Lo único que importaba era la bellísima realidad de cuanto El Inclusero estaba creando.
Durante muchos años, Joaquín Vidal, solía decir que, era El inclusero el único que podía opositar a la cátedra; ahora, pasados los años, el diestro de Alicante es el catedrático que Vidal siempre soñó. Lo dicen sus faenas; lo cantan sus obras; lo refleja su sentido armonioso por el toreo. Su torero, así lo debemos de convenir, es pura armonía; un bellísimo ajuste de notas si lo comparásemos con el pentagrama de la más bella sinfonía. En realidad, el toreo de El Inclusero, no deja de ser una hermosa sinfonía del alma.
Hace una pocas fechas, nuestro compañero y amigo, José María Vivas, se maravillaba ante la torería de El Inclusero cuando éste acudió a un tentadero en el que, Vivas, como explico, se quedó petrificado ante la forma y manera de manejar los engaños del diestro alicantino. Tengo claro que, de haber sido testigo presencial de esta faena nuestro compañero José María Vivas, hubiera llorado de emoción; como les pasara a tantos de los presentes que, ante lo que estábamos presenciando, la gente se estremecía de gozo; lo de menos fueron las dos orejas y el rabo, resultado de una contundente estocada; pero más de ley, el premio, refrendaba una obra perfecta; una faena que, por su calidad, solo es posible verla en las manos y sentidos de este artista sublime.
Se llama Gregorio y, por su calidad como torero, sólo podía llamarse El Inclusero; en Dolores fue la cosa ya que, con su sabia prosa artística, la gente lloraba de emoción, como así lo requería la ocasión. El Inclusero era el torero puesto que, quienes le acompañaron, solo pudieron ser, sus dignos teloneros. Dolores reía mientras El Inclusero sentía; nacía la obra soñada mientras El Inclusero toreaba. Ya no quedan más toreros puesto que, semejante calificativo, solo es posible en las manos y sentidos de El Inclusero. Mientras su muleta creaba, su corazón se relajaba. A golpes de emoción, El Inclusero, inmortalizaba la ocasión. Sus andares como torero le delatan como El Inclusero.
Era ésta ocasión, la de Dolores, cuando hubiera gozado en plenitud y así lo hubiera cantado, José Manuel Caballero Bonald puesto que, de haber presenciado este festejo, Caballero Bonald, hubiera parido los mejores versos para El Inclusero. No estuvo Caballero pero si se llenó la plaza para ver la magia de El Inclusero.
Allí quedó, en un pueblo alicantino, la mágica obra que, brotada de las manos y sentidos de un artista, pasarán muchos años para que dicha faena pueda ser olvidada. Un lujo, una efemérides para con el arte la que, Gregorio Tébar El Inclusero creó en aquel ruedo coqueto y entrañable. Estábamos todos los que éramos; dichosos de nosotros puesto que, los que soñaban con la faena hermosa allí la encontraron; el resto, seguirán soñando. Podría decir que, los ausentes se lo perdieron; pero no sería justo puesto que, no cabía nadie más. Como explico, estábamos todos.