El empresario francés, afincado en España y, posiblemente, con más ganas de innovar en el mundo de la empresa taurina, se ha descolgado en estos días con una petición a ANOET, Asociación de empresarios taurinos, en el sentido de que se aconseje no licitar por la plaza de toros de Valencia.
Parece, en sí misma, una declaración extemporánea, ya que cada empresario puede hacer de su capa un sayo y, por tanto, arriesgar su dinero y su patrimonio, así como su futuro empresarial, donde le de la gana. De todas sus declaraciones, lo que más utiliza como justificación a ese “consejo” es que se ha convertido en una subasta. Y que, tal como está el panorama, es casi un suicidio tener intenciones de quedarse con la plaza. Argumenta que todos los que han pasado por allí, se han arruinado; nosotros ignoramos si es cierto, poco cierto o falsa esta afirmación.
Lo que deja claro, y se pone como ejemplo a sí mismo y a la empresa actual de Madrid, es que se necesita ir con un capitalista. Tal como afirma, en su caso, el Sr. Villar Mir, en Zaragoza, un ponedor. Extiende que Fidel San Román, socio capitalista de Madrid, nunca ha organizado una novillada sin caballos; y lo hace para sustentar su tesis de que en las licitaciones actuales hay que llevar ese socio capitalista aunque sepa poco de lo taurino. Los que saben, ellos, sin ese capital no pueden acceder a las plazas, dice.
Manifiesta que los políticos ignoran esta cuestión y no les importa más que el importe de esa subasta en la que se han convertido todas estas licitaciones por las propiedades de las plazas en manos de los políticos. Hasta aquí lo dicho por él, pero ¿podemos sustentarlo nosotros en algo que tenga algo que ver con el momento que vive la fiesta, que es a la postre lo que nos interesa?. Al menos podemos sacar alguna conclusión.
Ya es notorio que la Fiesta no va bien: acuden cada vez menos a las plazas; faltan toreros que despierten pasiones o como mínimo interés; la integridad de las reses que se lidian tiene demasiadas sospechas y no solo de pitones, sino de la propia fortaleza del toro de lidia; el toreo que se ejecuta, a salvo pocas excepciones, -como en las ganaderías- es falto de autenticidad, monótono y aburrido y se extiende la costumbre de la cantidad -véanse los avisos que se contabilizan como rosquillas- en detrimento de la calidad; el capote es una herramienta a extinguir, los quites sólo en rara ocasión y la suerte de varas un simulacro en el correr de la temporada. Esto que decimos ya ni es ajeno a Madrid. Añadimos que para ser torero, los novilleros, -y matadores también- en muchísimas ocasiones, son ponedores. Ahora nos enteramos que entre los empresarios, también.
¿Alguien lo entiende?. ¿Alguien en su sano juicio quiere seguir jugando con la Fiesta de más arraigo en tantos países? ¿Alguien quiere?. Pues sí, todos los días y en tantísimos lugares, nos encontramos con empresarios que juegan a esto, toreros que el orgullo lo tienen en no se sabe donde; ganaderos que se dejan manejar por las supuestas figuras y sus exigencias; y público triunfalista y aplaudidor. No es ajeno a todo esto el mundo de la información, donde nos encontramos, que de tanto realzar lo poco exitoso que se produce, se olvidan el verdadero papel a desempeñar. En ninguna otra actividad del periodismo se le llama más a las claras crítico al periodista y, seguramente, sea la actividad en la que menos se reparten críticas.
Con este panorama nos manejamos, adentrados ya en el siglo XXI, de espaldas a las distintas evoluciones que sufren los mercados y ajenos a la importancia que tienen aquellos movimientos que pretenden conservar intactas las raíces y costumbres de los pueblos. Mientras en muchas otras facetas se restauran murallas, se declaran Parques Nacionales y Patrimonio de la Humanidad a distintas áreas y eventos que deben de conservarse para perpetuar las culturas de los pueblos, la Fiesta sigue su curso hacia la decadencia, sin que nadie, Administraciones Públicas incluidas, la quieran proteger. Ingente tarea la que se tiene por delante, pero a quienes la hagan les quedará el saber que contribuyeron desde la posición que ocupen a preservar la cultura de unos pueblos.
Y la voz de Simón Casas, el empresario más innovador repetimos, grita con y sin razón, pues está en el mismo barco de los que han tenido ocupación taurina en las últimas décadas y su contribución no ha pasado de un poco más original que la de otros. Sería capaz de acreditar que en sus plazas no se han lidiado toros afeitados? o ¿siempre ha contratado a los que mejor saben interpretar el toreo o a los que más garantías para su negocio creía que le iban a dar? y con ello ¿no fomentó el mundo del triunfalismo al igual que el resto de colegas?. Bien está poner el grito en el cielo, pero la Fiesta adolece de demasiados males como para creer que es ese sólo el que la tiene donde está. Si se hubiera cuidado de otra manera, sostengo yo, interesando de verdad a los aficionados y a los públicos, no harían falta ponedores, pues el negocio provendría del propio negocio que reportaría una fiesta auténtica. Esto ya ha sucedido en muchas décadas pasadas y no hizo falta estos gritos a la desesperada.
Una desesperada que demuestra que estamos en época de rebajas, donde con ese razonamiento ante la imposibilidad de vender lo que se ofrece, se tiene que inventar “el dos por uno”, “el abuelo que lleve al nieto gratis” y tantas cosas más... a la desesperada. Prueben a dar una Fiesta auténtica y tengan fe. Es el único milagro posible. Así lo vemos aquí.